Pena de muerte o cadena perpetua, las dos opciones de Pablo Ibar
La fiscalía pide la pena capital para Pablo Ibar, acusado de cometer un triple asesinato hace 25 años
Washington
La sala 6900 de los juzgados del condado de Broward, a unos 50 kilómetros al norte de Miami, lleva desde el lunes siendo una pasarela de emociones. Los hermanos de Pablo Ibar, su padre Cándido, amigos de su infancia, una tía, sus cuatro cuñadas, sus sobrinos, su suegra, su esposa Tanya, el cónsul general en Miami y hasta el embajador de España en Estados Unidos, han intentado convencer con sus testimonios a los doce miembros del jurado de una cosa: la vida de Pablo Ibar importa y merece ser salvada.
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El jurado popular que declaró culpable a Ibar el pasado 19 de enero de cometer un triple asesinato tiene que decidir hoy la recomendación al juez Dennys Bailey sobre la sentencia. Se debaten entre dos únicas opciones: la pena de muerte o condenarle a prisión de por vida. Para la primera necesitan unanimidad, aunque el juez podría rebajar la condena a cadena perpetua. Sin embargo, la defensa no cuenta con esa posibilidad atendiendo a la actitud que el magistrado ha tenido durante todo el proceso, denegando las peticiones de la defensa y admitiendo las de la fiscalía. Esa actitud hizo que Pablo Ibar, que ha guardado silencio durante todo el juicio, se levantara de su asiento para decirle Bailey que no estaba siendo imparcial.
"Círculo vicioso" que crea víctimas
La duda de un solo miembro del jurado hará que se condene a cadena perpetua. En ese caso, el juez Bailey no puede elevar la pena a la ejecución. Esa es la esperanza de la familia, que algún miembro del jurado sienta compasión. “Matar a Pablo no va a resolver nada”, dice Tanya, su mujer, a la puerta de la sala. “Es casi un oxímoron, quieren condenar a alguien por matar, matándolo también”. Para la familia este sistema es un “círculo vicioso” en el que solo crean víctimas. Define a su familia como las “víctimas silenciosas” que llevan 25 años sufriendo esta situación, exactamente los mismos que Ibar lleva en prisión, 16 de ellos en el corredor de la muerte.
Pablo Ibar, con traje y corbata, bien peinado y afeitado, apenas se mueve de la silla. No puede dirigirse a sus familiares, con los que hace tres años que no mantiene contacto físico, desde que le trasladaron del corredor de la muerte a la cárcel de Broward en 2016. De vez en cuando, cuando escucha a sus familiares emocionarse hablando sobre él, se frota los ojos. Suspira. Se coloca la corbata. Y sigue esperando con mirada angustiada una sentencia que le puede dejar entre rejas de por vida o que puede acabar con ella para siempre. En cualquiera de los casos, sea cual sea la sentencia, la defensa ha anunciado que la va a recurrir. Un proceso que se va a volver a demorar años, alargando la angustia que inunda esta semana la sala 6900 de los juzgados del condado Broward.