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La rebelión de las canas: ¿por qué cada vez más mujeres dejan de teñirse?

Existe una corriente cada vez más potente de mujeres que deciden dejar de teñirse el cabello

La peluquera Sara Mourelos explica cómo es el proceso para dejar en el pelo la cana natural, un servicio cada vez más demandado. / VÍDEO: Pablo Palacios

Madrid

La culpa es del melanocito, una célula encargada de producir el pigmento característico de nuestro pelo. Podemos ser morenos, rubios o pelirrojos. Pero, siempre hay un momento en la vida en que la producción de ese pigmento cesa. El melanocito pierde la proteína que fabrica el color. Se agota. Deja de existir. Sin pigmento, comienzan las canas. El paso del tiempo es el factor determinante junto a la genética. La pista de la evolución de nuestro cabello la encontraremos en el de nuestros padres. En los padres de nuestros padres. Y así, hasta el principio de los días.

Lo de teñirse el pelo no es nuevo. Ha existido desde la antigüedad. “El escrito romano Ovidio nos hablaba en el cambio de era de cómo las mujeres germánicas tenían sus canas usando hierbas. También Tácito, el gobernante y escritor romano, escribe que a los bárbaros les gustaba teñirse el pelo de rojo”, explica la historiadora de Arte, doctora y profesora en la Facultad de Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid, Ana Valtierra.

Parece que las canas no han estado nunca muy bien vistas. “El pelo abundante y con color ha sido un símbolo de atracción, y juventud, por lo que se intentaba mantener un pelo frondoso y de apariencia joven lo máximo de tiempo posible. Las canas o la alopecia eran vistos como símbolos de debilidad y vejez, así que también los hombres, por ejemplo los romanos, trataban de disimularlos. De ahí la existencia de todos los artificios, incluidos los tintes, para intentar preservar esa lozanía”, explica Valtierra.

Antonia: “He dejado de estar esclavizada al tinte”

Antonia Moya vive en Tarrasa aunque nació en Málaga. Tiene 46 años y desde los 20 sus cabellos comenzaron a blanquear por las canas. “Me teñía el pelo desde los 25 años. He pasado por todas las épocas, desde la moda del rojizo al castaño chocolate”, explica. Con el nacimiento de su segunda hija, que ahora tiene siete años, dejó de hacerlo. Primero se echaba el tinte en casa para ahorrase no solo el dinero sino el tiempo que pasaba en la peluquería “No sabía hacerlo, me salía fatal”, reconoce.

Antonia decidió dejarse las canas con el nacimiento de su segunda hija.

Antonia decidió dejarse las canas con el nacimiento de su segunda hija.

Ahora lleva el pelo muy corto. “Me gustaría tener una melena larga canosa, veo a chicas que llevan el pelo sin teñir y me parece muy bonito, pero no tengo paciencia para cuidármelo, ponerme el aceite en las puntas, peinarlo de una determinada manera”, cuenta. Antonia solo va a la peluquería va cortarse el pelo: “No contamino, no gasto ni tiempo ni dinero. No me preocupo por si tengo raíz, no estoy esclavizada al tinte. Alguna vez compro champú especial para canas pero no notó nada”, asegura. Antonia se siente liberada y feliz de haber tomado una decisión que le costó tomar algunos años. “Siempre lo había pensado, pero hasta los 38 la idea no se hizo poderosa. Al tener el pelo corto la transición fue fácil, aun así la gente me preguntaba que qué me había hecho”.

La mayoría de las amigas de Antonia con canas se las tiñen. No se atreven a dar el paso. “Me dicen que ojalá pudieran hacerlo como yo”, afirma. Cuando va al pueblo donde nació, Estepona (Málaga), es la moderna. No es habitual ver el pelo canoso total en las mujeres de su edad, sobre todo en las zonas más rurales, por muy Costa del Sol que sea. “Mi madre no hubiese dejado de teñirse el pelo nunca. No se reconocía con el pelo así. Ha cambiado la percepción, sobre todo una generación atrás. Sienten que se identidad como persona se borra”, sostiene.

Jazmín: “La inercia está detrás de que las mujeres se tiñan y los hombres no”

Jazmín Beirak forma parte de Más Madrid. Reconoce que pocas mujeres de su entorno se dejan las canas sin teñir. Ahora tiene 40 años y las primeras aparecieron a los 18 poco después de dejarse el pelo casi al cero. “Fue más tarde, sobre los 30 años cuando el pelo comenzó a cambiar de color en su conjunto. Me las dejé desde el principio. No sé muy bien por qué. Supongo que me daba pereza teñirme o no me resultaban problemáticas. Nunca me he teñido. A veces, tengo la tentación de ver cómo sería con el pelo oscuro, pero pienso en lo que conlleva teñirme, sobre todo mantenerlo, y se me quita la idea”.

La candidata de Más Madrid, durante un acto.

La candidata de Más Madrid, durante un acto.

Confiesa que la han parado por la calle para decirle que les gustaba su pelo. Le hacía ver el cambio. “He ido siendo consciente de que tenía el pelo de otro color más por la reacción externa que por mí misma. Es curioso porque algunas personas que me decían que por qué no me tapaba las canas, ¡hoy han cambiado de idea!” Jazmín Beirak está convencida de que la inercia y los introyectos culturales están detrás de que sean las mujeres las que se tiñan de forma habitual y que los hombres no lo hagan casi nunca. Un introyecto es un mecanismo por el cuál integramos desde pequeños determinados comportamientos. “La mujer tiene el mandato de ser siempre joven, las canas vienen a decirte, así como muchas otras transformaciones del cuerpo; que la juventud no es eterna. Esto no opera así para los hombres”, afirma.

Teñirse de rubio con lejía, el color favorito en el Renacimiento

Evidentemente, los ungüentos para ponerse color han evolucionado con el paso del tiempo. Aunque algunos regresan. “La henna por ejemplo es uno de los materiales más antiguos. La tenemos mencionada en los textos médicos de los Papiros de Ebers de Egipto del siglo XVI a. C. Pero todo depende de la época, y del color que se buscara. En la Edad Media y Renacimiento estaba muy de moda tener el pelo rubio. Tenemos constancia de que en Venecia, en el siglo XVI era el color favorito de las mujeres, que se lo teñían en las azoteas de sus casas cuando el sol pegaba más fuerte, para que el tinte subiera más. En la España de Felipe IV las fuentes nos hablan de que las mujeres se teñían de rubio con algún tipo de lejía”, explica la historiadora Ana Valtierra.

  • oro molido para las canas

Es muy curioso cómo a lo largo de la historia, teñirse el pelo ha estado condenado por la iglesia. “Estaba ligado a la vanidad, y por tanto al pecado. En el Concilio de Constantinopla del 692 no sólo se condenaba a los que se teñían el pelo, sino que incluso se les amenazó con la excomunión, esto es, la expulsión del seno cristiano. San Vicente Ferrer, el dominico valenciano, incluso dijo en uno de sus sermones “Si os dio el cabellos negros, queréis tenerlos rubios como la cola de un toro (…) por eso cuando rezáis, Cristo esconde la cara, porque tenéis la cara del diablo y no la de Cristo”, cuenta Valtierra.

Las canas y la autoestima

En dejarnos o no las canas influye el concepto que tenemos de nosotros mismos. “Tiene que ver con nuestro momento vital y nuestra autoestima. Vivimos en la sociedad de la juventud en la que prima lo rápido, lo instantáneo. Si me están saliendo canas interpreto que me estoy haciendo mayor. Y en esta sociedad no prima la sabiduría, ni la experiencia”, afirma Elena Daprán es psicóloga clínica y experta en coaching.

Los 40 años, la época más frecuente en la que comienzan a salir las canas, suele ser un momento de cambio vital. “Hay que quererse mucho y ver las fortalezas. Quedarse con lo bueno, valorar lo que tienes. Si solo ves lo negativo, tienes un problema. Es la visión de túnel que lleva a sentimientos desagradables y eso se retroalimenta”, cuenta.

  • el pelirrojo, un color lujurioso
Maika Ávila

Maika Ávila

Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...

 
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