La audacia de Berenice Abbott delante y detrás del objetivo
Llega a la Fundación Mapfre de Madrid la exposición 'Retratos de la Modernidad', un recorrido por la obra de una de las mejores fotógrafas del siglo XX
Madrid
"No soy una chica decente. Soy fotógrafa y voy a cualquier sitio". La frase, que se atribuye a Berenice Abbott, define quién fue y cómo vivió su vida. Su historia comienza en un pequeño pueblo de Ohio a finales del siglo XIX. Pero pronto se le quedó pequeño. Ella buscaba algo más y lo encontró en Nueva York a donde se traslada con apenas 20 años. Allí en el Village entró en contacto con una comunidad moderna, de intelectuales y artistas de izquierdas como Duchamp, que vivían al margen de lo establecido. Aquella bohemia no necesitaba trabajar para vivir pero Abbott sí. Tenía que ganarse la vida, y antes de hacerlo como fotógrafa profesional hizo de todo, desde trabajar en una oficina hasta ser Cobradora del Frac, nos cuenta la comisaria de la muestra, Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid.
Abbott comenzó a hacer fotografías y a descubrir no sólo el mundo sino su propia vida personal. Como nos cuenta De Diego "era lesbiana, formaba parte de la comunidad LGTBI+. De alguna manera, ella encuentra aquí también lo que estaba buscando. Abbott empezó a mantener relaciones con mujeres y le resulta muy sencillo porque vivía en un reducto donde todo aquéllo era posible". Es algo que se ve muy bien en los retratos que hizo. Abbott fotografió a esas nuevas mujeres, que aparecen "con el pelo corto a los garçon, muy mal vistas por la sociedad bien pensante de la época, pero que era una forma de rebelión y protesta. Podemos ver su propio autorretrato, junto al de Janet Flanner, Sylvia Beach, la gran mecenas Peggy Guggenheim, y otros personajes como Jean Cocteau, todos muy andróginos, formaban parte de algo muy abierto".
En la década de los 20 Abbott sirvió de puente entre los ambientes culturales e intelectuales de Nueva York y París, a donde viajó de la mano de Man Ray, de quien fue amiga y ayudante en su estudio durante años. A su vuelta a Estados Unidos, en pleno crash del 29 comenzó a trabajar en otro de sus grandes proyectos: fotografiar Manhattan emergiendo de los rascacielos. Abbott radiografió el esplendor de la ciudad desde las azoteas de los edificios pero también desde sus calles atestadas, acercándonos a algunos de sus barrios más marginales como Harlem.
La modernidad, la creatividad y la audacia de la fotógrafa también la encontramos en la serie de fotografías que realizó, a partir de los años 50, para el MIT de Massachussets. Abbott fotografió experimentos que provocaban efectos que no podía ver el ojo humano y que sólo eran posibles gracias a su perfecta técnica de revelado. Fueron utilizadas durante años en los libros de texto, aunque durante mucho tiempo sin que se le atribuyera su autoría.
Cerca de 200 fotografías forman parte de Berenice Abbott, Retratos de la Modernidad, en la Fundación Mapfre de Madrid, un recorrido por el trabajo de esta fotógrafa comprometida, fiel reflejo de la Modernidad y de los cambios que experimentó el siglo XX. "Vivió como con el siglo", concluye De Diego, "primero vivió una vida más enloquecida y después más concienciada. El grupo con el que ella entra en contacto en el Village, era un grupo muy comprometido, muy de izquierdas. Piensa que ser socialista en los años 10 y 20 en Estados Unidos era algo muy inusual. Lo que queda muy claro es que ella vivió una vida muy comprometida con el ojo, con la política y con su propia opción sexual".