'La función por hacer' cumple diez años de vida kamikaze
Diez años después de su estreno, vuelve a los escenarios 'La función por hacer', primera obra y germen de la compañía Kamikaze, fundada por Miguel del Arco
Madrid
Hace diez años, Aitor Tejada y Miguel del Arco decidieron llevar a escena La función por hacer, una versión libre de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello y embarcaron en esa aventura a Bárbara Lennie, Israel Elejalde, Raúl Prieto, Cristóbal Suárez, Miriam Montilla y Manuela Paso. Comenzaron a ensayar en el verano de 2009, en un local de Malasaña propiedad de Cristóbal y de su pareja entonces, la actriz Carmen Conesa. No tenían un duro y se quedaron sin vacaciones sin saber siquiera si estrenarían la obra.
Miguel del Arco recuerda que aquel verano en que pasó todo "estaba en un momento de cambio, ya había hecho alguna dirección pero no lo tenía claro, estaba dejando de lado mi carrera como actor y estaba escribiendo para la tele, haciendo mercenariados, yo he escrito mierdas bíblicas para la televisión, ganaba bastante pasta como guionista y teníamos ese dinero como para decidir que en vez de hacerme un viaje hacíamos una función".
Israel Elejalde cuenta que él estaba en un momento "de crisis" porque a pesar de que había estado años sin parar, ese 2009 llevaba cinco meses sin trabajo, aunque después le coincidieron los ensayos de La función por hacer con los de Sótano que dirigía Xavier Albertí: "Me sentía en un momento en que tenía que cambiar, había hecho mucho teatro clásico y tenía una necesidad de descubrir otra forma de trabajar, estaba bastante en crisis y esa es una de las razones por las que le dije que sí a Miguel".
"Yo no sé si estaba en crisis", cuenta Bárbara Lennie, "pero estaba en un momento en que todo se había parado un poco, había empezado a rodar muy pequeña y había tenido la gran suerte de encadenar un trabajo con otro y estudiar al mismo tiempo en la Resad, y llegó un momento en que las cosas no fluían, no tenía trabajo, no sabía hacia dónde ir, ya había levantado la obra Trío en mi bemol, y apareció esta oportunidad. Es verdad que los proyectos depende de cuándo caigan en tu vida salen o no, son decisiones que dependen de muchas cosas y seguramente el momento vital de todos nosotros fue muy importante".
Apenas se conocían pero aquel grupo se transformó en una compañía, Kamikaze, y en una forma distinta de trabajar. En plena crisis, La función por hacer se estrenó en el hall del Teatro Lara de Madrid a las 11 de la noche y se convirtió en un fenómeno que cambió el paisaje de la escena alternativa. Israel cree que "es evidente que lo que vivimos allí no lo habíamos vivido nunca, pero también te digo que todo lo que pasó con La función por hacer era novedoso para la industria teatral en ese momento en España, fue el comienzo de una pequeña revolución, esas salas que empezaron a surgir y esa cosa de que cualquier persona que tenía algo que contar empezó a sentir que había que contarlo, daba igual donde, y que si era bueno podía salir".
Del Arco coincide con Elejalde y cree que ellos aparecieron en "lo más profundo de la crisis, había un caldo de cultivo de una necesidad de cambio y nosotros, que no teníamos apoyos ni dinero y que no habíamos podido estrenar en ninguna parte, de repente lo hacemos a las 11 de la noche en el hall del Lara y funciona, sale una gira y después un teatro institucional y mucha gente pensó que si nos había pasado a nosotros, a ellos también les podía pasar".
"Estábamos aterrados el primer día, estábamos nerviosísimos", dice Bárbara sobre la primera función ese 9 de diciembre. Miguel e Israel recuerdan el frío que hacía y los dos resbalones de Bárbara a la entrada del teatro porque estaba todo nevado, y la gente, "que veía la función con el anorak puesto" del frío que hacía dentro del Lara. El director acumula recuerdos de hace diez años: "me acuerdo de esos primeros momentos que entrábamos al teatro Aitor (Tejada) y yo, y ellos estaban calentando y recuerdo sus ojos mirándonos, a la expectativa, para que les contáramos qué había sucedido, quién venía a vernos, qué gira había salido, todos los días pasaban cosas brutales, o que incluso hubiera bofetones en la puerta del teatro por las posiciones de entrada del público".
La función por hacer no solo fue un revulsivo y una inspiración para la profesión, también inauguró una manera de trabajar que después intentaron mantener. "Había mucho relajo, yo estaba muy relajado, tanto que no fumaba y volví a fumar y eso, de alguna manera, estaba en el espectáculo, éramos muy conscientes de que allí estaba pasando algo especial, yo recuerdo salir de los ensayos y hablar con Aitor y decirle 'esto fluye', había algo relajado y yo creo que esa ha sido nuestra manera de trabajar desde entonces: a mí me gusta esa sensación de no jerarquía -aunque yo tengo clarísimo que el que manda soy yo- en la que todo el mundo puede hablar, puede aportar y puede decir". Israel cree que es cierto que existía "una sensación de grupo que funcionaba de una manera lo más horizontal posible, hasta Hamlet todos cobrábamos lo mismo, en Kamikaze las diferencias entre los sueldos son ínfimas, todos sentimos que podíamos ser escuchados, desde entonces yo he trabajado así y lo he demandado y, cuando no lo he encontrado en otros directores de escena, he tenido problemas".
"Para mí", explica Bárbara, "fue un momento muy emocionante en mi vida, descubrí lo que era hacer una temporada, una gira, la convivencia, la creación colectiva, más allá de horizontalidad o no fue como que te abren la llave a una vida que tú quieres, yo fantaseaba con tener un lugar así cuando estaba estudiando". "A mí, La Función por hacer me cambió como actor", dice rotundo Elejalde, "cambió mi forma de ver el teatro, de encarar la interpretación, y me hizo tomar las riendas profesionales en otros aspectos y empecé a ver que pertenecía a un grupo, del que era parte, y eso suponía encarar las cosas de otra manera. Hay un Israel actor muy diferente a partir de La función por hacer".
Se ha escrito mucho acerca de lo que vino después de aquel 9 de diciembre de 2009, pero podríamos resumirlo en siete Premios Max, una gira, el salto a teatros como La Abadía, otros montajes juntos como Veraneantes o Misántropo, el Premio Nacional de Teatro y la puesta en marcha del Pavón Teatro Kamikaze, donde vuelve a representarse la obra, con su reparto original, coincidiendo con su décimo aniversario.