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Stonewall, 50 años de rebelión

Los disturbios en un bar gay de Manhattan en la madrugada del 28 de junio de 1969 iniciaron la lucha civil por los derechos de la comunidad LGBTI en Estados Unidos

Una persona se hace una foto este lunes, frente a la fachada de Stonewall Inn, el histórico bar de Nueva York / KENA BETANCUR (EFE)

Una persona se hace una foto este lunes, frente a la fachada de Stonewall Inn, el histórico bar de Nueva York

Nueva York

Robert A. Coffman se balancea en su cojera para caminar. Usa su bastón para subir las escaleras de la iglesia luterana de Saint John, en Greenwich Village. La asociación de Veteranos de Stonewall celebra allí su reunión anual y, aunque le cuesta moverse, no se la quiere perder. Berti (así prefiere que le llame) tiene 70 años y está igual de comprometido por la lucha LGBTI que aquella madrugada del 28 de junio de 1969.

Berti había estado todo el día siguiendo el funeral de Judy Garland, que murió una semana antes en Londres. Era una de las 20.000 personas que acompañaron el cortejo fúnebre por las calles de Manhattan hasta llegar a la funeraria Frank E. Campbell en el uptown. Garland, además de reconocida artista internacional, era el icono gay del momento.

Berti Coffman posa frente a la iglesias

Berti Coffman posa frente a la iglesias / MARTA DEL VADO

Berti Coffman posa frente a la iglesias

Berti Coffman posa frente a la iglesias / MARTA DEL VADO

El homenaje siguió por la noche, en la clandestinidad. Berti tenía 20 años, fue con su novio a un bar de moda entre los homosexuales, el Stonewall Inn. “Me crié viendo a Judy Garland en la tele, en los 50 estaba en todos lados”, recuerda en un banco de la iglesia. “En Stonewall, por 25 centavos podías poner dos canciones en la rocola. Esta noche bailamos y brindamos por ella”.

Una decena de veteranos de Stonewall acude a la reunión en la iglesia, que está a una manzana del bar. También hay voluntarios y algunos funcionarios del ayuntamiento y del Estado de Nueva York.

Stonewall, 50 años de rebelión

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La tarde del 27 de junio de 1969, Anthony Coron salió de trabajar de Wall Street. Hacía poco que había llegado de Hong Kong, donde tuvo su primera relación con un hombre. De vuelta en Manhattan, se sentía frustrado por haber vivido a escondidas hasta entonces. Pero esa noche, decidió dar el paso. Anthony busca los detalles en su memoria de 87 años, como si quisiera mimar el relato. Con su traje de tres piezas fue por primera vez a un bar gay. Pidió un gintonic y se quedó en una esquina mirando la escena. “La gente bailaba, se reía, disfrutaba, oh, my god!”, exclama, “siempre les había mirado desde fuera y esa noche decidí ser parte de ellos: decidí salir del armario”.

Las redadas de la policía eran habituales durante los años 50. Los propietarios de estos bares eran miembros de la mafia. La homosexualidad era reprimida y la Ley Cabaret de Nueva York prohibía las actuaciones en restaurantes y locales.

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“Había una red underground de locales que la comunidad homosexual conocía”, dice Sandy Rapp. Es cantautora y activista, en esa época cantaba en todo tipo de bares. “Teníamos unos códigos por si venía la policía a hacer redadas, no queríamos que cerraran nuestros locales, que eran nuestro espacio de libertad. Los negros que luchaban por los derechos civiles tenían sus iglesias, las mujeres que luchaban por el derecho a decidir tenían sus espacios privados pero nosotros no, nosotros teníamos que escondernos hasta de nuestras propias familias”, explica. “Cuando llegaba el chivatazo, encendían y apagaban las luces. Si había mujeres bailando juntas, se separaban y se mezclaban con los hombres. Si estaba cantando en ese momento, me callaba y tocaba solo la guitarra”, recuerda.

Sandy no estuvo en Stonewall la noche de los disturbios. Actuaba en un bar lésbico cuando una compañera le avisó de que había una redada. “¿Y cuál es la novedad? Otra más”, dijo. La compañera le corrigió: la gente confrontó a la policía. “Esas palabras lo cambiaron todo. La gente confrontó a la policía” repite. Sandy no se separa de su guitarra, va a actuar en la iglesia con una canción que compuso, llena de ironía, hace años. Se titula: Todo el mundo estuvo en Stonewall.

La noche de los altercados, Rusty Rose estaba bailando con un amigo trans y una pareja de lesbianas. “De repente encendieron las luces, nos pusieron en fila y nos pidieron la identificación”, cuenta. Recuerda que hubo mucha confusión, “a la mayoría los echaron del bar, a otros los esposaron”. A ella no la dejaron salir, hubo un forcejeo con los agentes y le aporrearon las piernas.

Rusty Rose, siempre con las botas puestas

Rusty Rose, siempre con las botas puestas / MARTA DEL VADO

Rusty Rose, siempre con las botas puestas

Rusty Rose, siempre con las botas puestas / MARTA DEL VADO

Afuera del local empezaron a congregarse cientos de personas. Los desalojados, los de los bares de al lado, los vecinos, los turistas. “El ambiente era festivo al principio, empezamos a bailar en la calle”, dice Berti. Pero luego la gente empezó a lanzar cosas contra la policía, que terminó atrincherándose en el bar. “Lanzaron cubos de basura, botellas, piedras, las monedas que teníamos en los bolsillos”, recuerda Anthony. Alguien tiró un objeto prendido en llamas y se coló por una ventana rota en el bar. “Un oficial lo apagó con un cubo de hielos”, dice Rusty. “Teníamos miedo porque desde fuera nos estaban atacando y estábamos atrapados”. Al final, llegaron los bomberos y un refuerzo policial. La noche acabó con trece detenidos, decenas de heridos y el Stonewall destrozado. Los cristales, la barra, la rocola, todo.

A la noche siguiente se repitieron los disturbios, en el mismo lugar, a la misma hora. Al tercer día la gente empezó a organizarse. “Nadie sabía entonces que estábamos haciendo Historia”, dice Rusty, que es además vicepresidenta de la asociación. “Había un movimiento de lucha contra la guerra de Vietnam, por la justicia económica y social, quemábamos sujetadores para reivindicar el derecho a decidir de las mujeres y pensábamos que la noche de Stonewall sería una cosa más”.

La comunidad LGBTI, que se había manejado hasta entonces en la clandestinidad, empezó a tener más visibilidad. Los medios de comunicación se interesaron por las acciones del movimiento. La rebelión había empezado para no parar. “Todavía hay veces que me pellizco porque no me puedo creer lo que hemos conseguido”, sonríe Rusty. “Está siendo lento, la legalización del matrimonio homosexual se completó en 2015 en todo Estados Unidos, pero hemos avanzado”.

A Rusty le cambia la cara cuando habla del gran desfile del Orgullo en Nueva York. A los veteranos de Stonewall les molesta que se interprete como una celebración. De hecho, este año la asociación de Veteranos de Stonewall no va a participar en el desfile que conmemora los 50 años de la batalla que ellos empezaron. Los veteranos coinciden en que es una lucha, no quieren participar en lo que describen como un “show comercial patrocinado por grandes corporaciones”. “Es una lucha, no es una fiesta. Mira lo que están promoviendo Trump y sus círculos, quieren vetar a los transgénero en el ejército, quiere revocar Roe v. Wade (la ley que garantiza el derecho al aborto desde 1973)”, explica con preocupación. “La historia se repite, por eso siempre voy con botas”, dice la mujer enseñándomelas, “los derechos hay que salir a conquistarlos todos los días, yo llevo al menos 50 años peleando por ellos”.

 
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