Ricardo III, simpatía por el diablo
Miguel del Arco dirige una versión libre del texto de Shakespeare, interpretado por Israel Elejalde, en un contexto de descrédito de las instituciones y la política
Madrid
"La sociedad es, de todas las necesidades de la vida, la peor. Esto es una desgracia; pero en el mundo feliz que habitamos, casi todas las desgracias son verdad; allí donde está el mal está la verdad. Lo malo es siempre cierto. Solo los bienes son ilusión". Y quien dice estas palabras es un tipo vestido con traje militar de camuflaje, sentado en un sillón, en la oscuridad del escenario. Un foco le ilumina. El hombre está leyendo un libro. Quizá contenga estas palabras de Mariano José de Larra. Se detiene. Sonríe al patio de butacas y se levanta del sillón. Un espectador grita: ¡Al texto original! Y el hombre dice: "He aquí el invierno de nuestras desdichas transformado en glorioso verano por este sol de York".
Es Ricardo III, el monarca sanguinario y tullido creado por Shakespeare. En su piel, el actor Israel Elejalde, en una puesta en escena dirigida por Miguel del Arco, que firma una versión libre del texto del bardo junto con Antonio Rojano. La obra se estrena este jueves en el Pavón Teatro Kamikaze, con Cristóbal Suárez, Manuela Velasco, Verónica Ronda, Chema del Barco, Álvaro Báguena y Alejandro Jato en el reparto.
La decisión de estrenar Ricardo III hoy y ahora parece obedecer a una especie de lógica interna de los Kamikazes. "Después del 15M", explica Israel Elejalde, "decidimos montar Misántropo, una obra que reflexiona sobre la dignidad, el hecho de no dejarse caer en la hipocresía y seguir luchando; después hicimos Hamlet, en ese momento de aparición de nuevos partidos que parecía que iban a renovar y que desgraciadamente no fue por ese camino; y, finalmente, aparece Ricardo III, en un momento de descrédito de las instituciones y donde empiezan a aparecer personajes como Bolsonaro, Maduro, Boris Johnson o Trump, políticos que ya no creen que deban siquiera ser educados. Ricardo aparece ahí".
Rojano y del Arco abren esta revisión o reescritura del texto de Shakespeare con Larra y la cierran con un fragmento del tratado de filosofía El Hombre rebelde de Albert Camus, pero en la obra hay muchos y muy reconocibles cameos de actualidad: desde las fake news ("he urdido complots, peligrosas conspiraciones, he filtrado documentos secretos, falsos y difamatorios"), las cloacas del Estado, el fútbol, los papeles de Bárcenas ("un saludo a mis compañeros del módulo 4"), el #MeToo ("para construir juntos el mundo, paritariamente juntos, me too, michuuu") o aquella monárquica frase de disculpa, "lo siento, me he equivocado no volverá a o pasar”. Pero hay un cameo estrella en este montaje, el de un dictador -o su momia- que manejan dentro de una bolsa dos operarios, esperando que alguien decida qué hacer con él cuerpo. La señora de la limpieza pregunta, mirando la bolsa: ¿Es orgánico? Y Ricardo III contesta: No. Es tóxico.
El director de escena cree que "vivimos en un momento en el que hay una escuela de Ricardos, van apareciendo seres en los que no cabe empatía, conocemos a mandatarios o dirigentes en los que la empatía pasa a segundo plano, tenemos cerca a gente que no está dispuesta a entenderse y van a su haber partidista, lo quieren ya y lo quieren ahora". Del Arco añade que "todos los políticos tienen una escuela de Ricardo dentro (..) Me preocupan los Ricarditos a los que les llena la boca de patria y de ira por los desvalidos y luego no son capaces de llegar a acuerdos. Deberías marcharte si eres incapaz", lamentaba Del Arco.
Israel Elejalde aclara que ha querido componer y crear "un monstruo", no un malo al que intentemos justificar porque nos da pena que sea un pobre hombre contrahecho: "Ricardo es el mal, representa el mal". Ricardo es uno de esos villanos por los que solemos sentir fascinación. Y lo sabe. "Yo soy y malo y me vas a querer, porque nos gustan los malos, hay una parte que nos seduce, y yo me preguntó por qué nos seduce la gente que maneja el poder y que además te lo pone en la cara; hace 20 años, la gente que manejaba el poder tenía cierta humildad, ahora no, Bolsonaro insulta a Bachelet y eso le genera adhesiones", explica Israel. "Me interesaba eso, representar el mal de alguien que no se esconde. Seguramente Trump a veces come un bollo y llora, es posible, no puede ser que alguien sea tan fantoche todo el día, pero Ricardo es un bicho, un bicho muy divertido y muy seductor", añade.
Ricardo, dice Miguel del Arco, "nos cuenta que la paz le aburre, que necesita vivir permanentemente en guerra". Para Elejalde, el personaje "es como una bengala que se lanza a la sociedad pidiendo auxilio. Un espejo que nos muestra dónde podemos llegar si no tenemos cuidado". Sin embargo, cree que Ricardo III no existe en el mundo real, "no hay nadie tan corrupto como él, aunque hay gente que se acerca, pero Ricardo no tiene nada, no establece empatía con nada ni nadie, solo quiere el poder, pero ni siquiera sabe para qué lo quiere". Para Miguel del Arco, "Ricardo II es un hijo de puta", pero los que le rodean también lo son: "no tiene un solo personaje bueno alrededor, ningún hombre que llega a este estado de poder llega solo, siempre llega con un equipo y cuando cae es porque ese equipo deja de apoyarle".
A la hora de componer el personaje, cuenta Elejalde que "siempre me venía la imagen de Donald Trump, cómo se puede ser tan fantoche, esa manera de moverse tan torpe, ese pelo, parece un bufón, esa media sonrisa extraña que parece la del Jocker, esa manera de gobernar a golpe de Twitter, en caliente, pero con esa gran convicción para mantenerse en el gobierno". Además, explica que en su monarca tullido no solo hay material real, también usó referentes de ficción como el Hitler de Bruno Ganz en la película El hundimiento y el Jocker de Heath Ledger.
Tanto Elejalde como Del Arco creen que en España también hay referentes populistas que podrían alimentar hoy al personaje de Shakespeare, pero la diferencia con los anteriores es que no han llegado al poder. El actor recuerda las recientes declaraciones de Ortega Smith sobre las Trece Rosas, "diciendo que violaban, algo que entra dentro de su fantasía sexual machista, y el día que ese fantoche llegue al gobierno será un referente, pero espero que eso no ocurra". Del Arco considera que "ya hay un nicho de opinión y de repente, que alguien llene una plaza de toros y haga apología de un dictador y no pase nada, me parece una Ricardada muy peligrosa". El director de escena cree que en ese clima "es complicado plantearse una sociedad donde debería funcionar la empatía" y recuerda que, en un momento de la obra, "el rey Eduardo grita dónde está la bondad y estamos asumiendo una sociedad en la que resulta ridículo que un político hable de la bondad como idea de compasión".
"Es un canto al individualismo y el narcisismo más bestia, aunque dentro de eso hay un humano", añade Israel, "él es malo y quiere joder a todo el mundo porque sabe que es la única manera de ser feliz, él repite varias veces Ricardo ama a Ricardo, a él le basta eso". "No cabe compasión en sus ojos y con ese mandato se relaciona", añade Miguel del Arco.
Del Arco cree que en la obra subyacen cuestiones que nos afectan a todos y nos acercan al monstruo: "a quién seguimos, a quién votamos, a quién damos nuestra confianza, en quién depositamos el voto para decirles que construyan un país a su imagen y semejanza, a quién seguimos, quién hace país, quién enarbola la bandera de la patria y le decimos sí, la patria eres tú y te seguimos".
"No se logra provecho alguno sin mal ajeno. Esto hay que tenerlo en cuenta cuando lancemos un juicio, ¿eh?", dice el monarca mirando al público. "Ricardo es malo, qué malo es Ricardo... No. Es el mecanismo del mundo, que es una mierda"·