Once detenidos y dieciocho heridos después, Barcelona amaneció, tras otra noche de disturbios, dispuesta para la huelga general convocada por dos sindicatos independentistas. Seat seguía parada, buena parte de los comercios con la persiana bajada y cinco columnas humanas -carreteras cortadas a su paso-, a las que se unió una sexta de los CDR, avanzaban desde diferentes puntos de Cataluña camino de la capital. Traían consigo la fuerza que aportan los rituales poderosos: tres días de caminata que hacían engordar la marcha a medida que los manifestantes cruzaban distintas poblaciones catalanas. Por aquí discurriría la marcha más numerosa, la pacífica, la que ha congregado a 525.000 personas según la Guardia Urbana, menos que la última Diada -entonces fueron 600.000- y muy lejos de los 1,8 millones que salieron a la calle el 11 de septiembre de 2014, cuando el debate, ya tan lejano, iba de la balanza fiscal. Pero ese medio millón había decidido esta vez salir a manifestarse aun después de cuatro noches de altercados, aun cuando el Ministerio del Interior había advertido de la posible llegada de grupos antisistema de Italia y Francia. No se arrugaron pese al clima y cantando «L´estaca» o «el pueblo unido jamás será vencido» han marchado en ambiente festivo y pacífico hasta ingresar en el Passeig de Gràcia. La mañana, por tanto, había sido tranquila, salpicada de comparecencias políticas -Consejo de Ministros, Grande-Marlaska sobre el dispositivo de Interior, Celaá en SER Catalunya y el presidente del Gobierno insistiendo en la rentabilidad de la moderación como receta-. En el aeropuerto del Prat despertaban, si es que algo pudieron dormir, quienes decidieron pasar allí la noche para que la huelga no les impidiera llegar. Sin embargo, la agitación también se fue desperezando. Acabaría con 83 detenidos, más de 180 heridos y por encima del centenar de agentes de Mossos, Policía y Guardia Urbana camino de la enfermería. Primero, en todo caso, lo hizo solo en forma de noticias. Puigdemont, justo este viernes, volvía a ser protagonista: una noche detenido y salida sin fianza. La Audiencia Nacional, también este viernes, clausuraba la web y los perfiles en redes de Tsunami Democràtic. Y fue avanzando el día sin más sobresaltos que los informativos. Entrada la tarde, la calle estalló. Antes de que en Barcelona anocheciera, por las paredes de los furgones policiales ya trepaba un color naranja, que no era de farolas callejeras, sino de fuego. Columnas de humo empezaron a elevarse entre la luz azul de la sirenas y los rostros tapados. Los radicales habían surgido como de debajo de las alcantarillas, en total contraste con lo vivido hasta ese momento y separados por unos metros de quienes, hasta entonces, habían sido el rostro de las movilizaciones. Tomaron posiciones en Vía Laietana como si fueran a conquistar la calle y los vehículos policiales se apresuraron a tratar de cortarles el paso, para que violentos y pacíficos mantuvieran la distancia. Avanzaban deprisa entre pedradas y petardos, esquivando los cuerpos que guerreaban en la calzada. Era el inicio de otra noche caliente. En el Passeig de Gràcia la otra Barcelona, paralela y tranquila, comenzaba a retirarse. Era el turno de los radicales, que giraron el foco mediático hacia las llamas. A partir de aquí hubo más cosas que obedecieron al delirio. Las barricadas, un policía herido tras recibir un importante golpe en la cabeza, la extraña detención de un fotoperiodista del diario El País (primer vídeo) y hasta el discurso confuso de parte del independentismo, debatiéndose entre la condena y apartar el bulto. Mientras la calle ardía, la portavoz en el Congreso de JxCat, Laura Borràs, trataba de cerrar el difícil círculo de su discurso a su paso por Hora 25. Borràs condenaba toda violencia, pero aclaraba que eso es cosa de los demás, de todos los que no son independentistas. La violencia son los otros. A sus ojos, solo un grupo de infiltrados y la «policía española» habían venido a desnaturalizar la causa independentista, siempre pacífica. Llegó Borràs a explicar que la Policía Nacional era más dura con los independentistas que con los manifestantes de ultraderecha, porque con estos últimos no había detenciones nunca. Lo dijo pese a que Interior había hecho público el arresto de cuatro de ellos varias horas antes. Torra, silencioso, sin voz, solo se expresó a través de un tuit para felicitarse por las Marchas de la Libertad, ignorando cualquier capítulo violento. Más tarde les enmendaría la plana, también en entrevista con Pepa Bueno, Gabriel Rufián: «Caeríamos en un chovinismo absurdo si culpamos siempre a los de fuera de lo malo». Era evidente que los violentos eran minoría, minoría plural y ruidosa, activa e incasable, obligando a la intervención de los bomberos una noche más. Marlaska salía para advertir de que ya había 128 detenidos en cinco días. «Vamos a aplicar al independentismo violento el código penal con toda contundencia» enfatizaba el responsable de Interior. Un centenar de agentes disparaban proyectiles «foam» y salvas en la Plaza de Urquinaona para espantar a los radicales que hacían, a excepción de su presencia, de la calle un desierto. Los mossos recurrieron por primera vez al camión que dispara agua para abrirse paso entre las barricadas. Todavía restaban horas de persecuciones. Calle a calle, como en una guerra de guerrillas, en labor lenta y persistente. Casi siete horas después de que las carreras comenzaran, pudo verse la imagen de un vecino tratando de apagar una hoguera callejera con un extintor. No lo logró. Quizá la había encendido otro vecino. «Hora 25» ha recogido este viernes noche el ambiente en las calles y la preocupación en los despachos políticos. Por el programa de Pepa Bueno han pasado líderes políticos de diferentes partidos para valorar lo que ha sucedido en las calles de Barcelona. El ministro de Fomento José Luis Ábalos ha señalado que el Gobierno no descarta ninguna intervención «pero tienen que estar en función de la necesidad y la eficacia. No creo que sea más eficaz un 155 que la actuación que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado están llevando a cabo», ha asegurado. Ábalos también ha remarcado que «el Govern no solo no está en condiciones de gestionar nada, sino que tmapoco está sirviendo para la interlocución». También ha pasado por la SER el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Iglesias ha pedido calma y ha censurado, en este sentido, las palabras de Rivera que comparaban este jueves Barcelona con Alepo. «El principal problema no es de orden público sino político». Inés Arrimadas ha pedido al Gobierno que quite el control de la Generalitat a Quim Torra. «En la situación de caos de desgobierno y de amenazas que tenemos con este señor» el artículo 155 esta «plenamente justificado», ha insistido. «Soy muy reacio a las conspiranoias», ha resumido Gabriel Rufián en Hora 25 preguntado acerca de los grupos de infiltrados. El portavoz de ERC cree que «no son infiltrados, son los de siempre» y ha lamentado «el fracaso de la política» en el que se ha incluido. La portavoz de JxCat en el Congreso, Laura Borràs, ha insistido en desvincular toda violencia de los manifestantes independentistas. Borràs atribuye los sucesos de estos días a «grupos de infiltrados y la policía española». Ha condenado la violencia aunque ha subrayado que «acreditamos más de diez años de manifestaciones pacíficas» cuya ruptura atribuye a elementos ajenos al independentismo. El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, ha defendido la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional que propugna su partido «porque creemos que sería un buen instrumento para mejorar ahora mismo la situación». Fernández ha rechazado que su labor como oposición requiera un apoyo constante a Sánchez. «No se nos puede exigir que nos mantengamos en un apoyo incondicional pase lo que pase, que no podamos emitir ni siquiera nuestra opinión».