Benito Mussolini ha vuelto. Y ha vuelto para explicarnos por qué sus ideas siguen entre nosotros hoy. Benito Mussolini está feliz. Y nos cuenta por qué los progres de izquierdas no llegan a los jóvenes, por qué la socialdemocracia está perdiendo esa batalla. Pero Benito Mussolini también critica a los jóvenes cachorros fascistas, demasiado pijos en su opinión. Él era pobre, de origen humilde, se hizo a sí mismo. Y los fachas de ahora son demasiado ricos, hay demasiado niño bien. Mussolini ha vuelto para decirnos quiénes son los verdaderos fachas. El fascismo es la banca, los fachas de verdad son los banqueros. Mussolini está feliz y comparte con nosotros su descubrimiento. Acaba de darse cuenta de que en su día fue su marioneta. Le apoyaron y luego le dejaron tirado. Y siguen aquí, ahora, entre nosotros. Benito Mussolini es Leo Bassi. El actor se mete en la piel de Il Duce en «Yo, Mussolini», un monólogo escrito, dirigido e interpretado por él que estrena este viernes en la Sala Mirador de Madrid. Cuenta Leo Bassi que su interés por la figura de Mussolini procede de su intento por entender las razones del auge actual de la ultraderecha y, tras documentarse, se encuentra con un personaje que le sorprende, «muy humilde, con muy poca educación y que consiguió llegar hasta lo más alto del estado italiano». Explica que, en un principio, pensó en hacer un espectáculo cómico, en dibujarle como un payaso, «pero se complicó porque es un personaje mucho más interesante de lo que yo imaginaba». «A Mussolini le ayudaron los banqueros y la industria, los mismos que ahora siguen controlando el planeta», explica el actor, «los mismos que alimentan el fascismo se esconden y reniegan de él, y yo esto no lo sabía y empecé a tomarle cariño». Bassi sostiene que el dictador italiano es un personaje con aristas, «un paleto que se rodea de los artistas, que le ayudan a crear la estética del fascismo y, a diferencia de Franco, le da igual la iglesia católica, aunque firma acuerdos con ella». Bassi desmonta también su imagen de tipo duro e implacable y explica que Mussolini «era más frágil de lo que aparentaba, se ve en sus textos, en las memorias de sus amantes, y se ve a un hombre con muchas dudas, que necesita cocaína para salir a hablar en público». Mussolini, cuenta Bassi, es amigo de Walt Disney, que le permite usar Topolino (Micky Mouse) para referirse a los coches que usaba el régimen. Mussolini es «un tipo que considera Blancanieves la mejor película de toda la historia y, por otro lado, ama la violencia y sueña con volver al Imperio romano». El director cree saber las razones del auge de la ultraderecha, no sólo en nuestro país, y tiene que ver con que el fascismo apela «a lo visceral, mientras la izquierda sigue en el plano intelectual». «La gente pasa el fin de semana en los centros comerciales, son clientes, son consumidores y la izquierda va de altruista, pero el pueblo no lo es, a la izquierda le falta el instinto, lo instintivo. Si los ideales humanistas no son defendidos con la misma visceralidad que usa la derecha no llegan», explica. Bassi también tiene argumentos que explican por qué la ultraderecha llega a los jóvenes: «Las nuevas generaciones viven en las pantallas y los videojuegos y necesitan cosas viscerales, quieren ser protagonistas y la ultraderecha les da esa opción. Si tienes 16 años y juegas a matar terroristas en los videojuegos, después quieres salir y quieres vivir algo fuera. Trump ha sido elegido por eso, creo que el 85% de gente que juega a Call of Duty le votó». En el escenario, Bassi, convertido en Mussolini, se ríe de la oposición que hoy tiene el fascismo. Mientras en su época estaban Gramsci o Rosa de Luxemburgo, su personaje se burla de figuras como Greta Thunberg o Íñigo Errejón. Bassi se muestra escéptico acerca de nuestra capacidad para subvertir lo establecido: «Somos demasiado dóciles, pasamos el día pensando en comprar cosas o viendo películas en Netflix. Dónde está la dignidad de la clase obrera, dónde está el deseo de ser dueños de nuestra propia existencia. Yo no veo a muchos que lo quieran».