Juan Echanove: "Si no apostamos por la educación nos gobernará la derecha excluyente"
El actor interpreta al dictador Leónidas Trujillo en la adaptación teatral de 'La fiesta del chivo', de Mario Vargas Llosa, dirigida por Carlos Saura
Madrid
Desafiante, vestido con uniforme blanco de mariscal, Rafael Leónidas Trujillo mira al público y dice: "Todo lo que soy se lo debo a la disciplina. Todo. Llevo treinta y dos años cargando sobre mis espaldas con el peso de este país de ingratos, y nada podría haber logrado sin disciplina. Es agotador. Amanece un nuevo día y con él una nueva batalla que debo emprender, en tremenda soledad". Y haciendo gala de esa soledad dentro del uniforme del dictador de República Dominicana, el actor Juan Echanove, en la adaptación teatral de "la novela de todas las dictaduras", como la definió su autor, Mario Vargas Llosa. La obra, dirigida por Carlos Saura, se estrena este jueves en el teatro Infanta Isabel de Madrid, con Lucía Quintana, Manuel Morón, Eduardo Velasco y Gabriel Garbisu en el reparto.
Dice Echanove que se siente cómodo dentro del traje de un sátrapa y un dictador como Leónidas Trujillo: "Me siento muy bien, con muchas ganas de hacerlo. Ahora, lo único que me falta es ver qué ocurre con esta materialización de esta satrapía y de este asesino y ver qué pasa con los espectadores. ¿Y cómo me sienta el traje de Trujillo? Mi madre dice que bien, dice que estoy muy elegante". Aunque no es el primer villano al que da vida el actor, explica que cuando "tenía 20 años menos que ahora, me producía una enorme excitación ser malo, pero ahora no, ahora me produce un enorme placer ser cuidadoso en los detalles de la interpretación y en este extraño género que habita Saura, la adaptación de textos de la literatura contemporánea en lengua castellana, como El Coronel no tiene quien le escriba (de Gabriel García Márquez) o esta Fiesta del chivo".
Sobre las aristas de este dictador real, Echanove cree que "son las de quien tiene en la palma de la mano a un ser humano como un muñequito, como un títere, y que puede disponer de su vida y su muerte en cuestión de segundos". El actor explica que hay "dos marcos donde se sitúa la obra, el momento interior de Urania, con la figura ausente y silente de su padre en la silla de ruedas y cuando Urania -interpretada por Lucía Quintana-, nos abre las puertas de un palacio y todo entramos en esa sociedad prefabricada por Trujillo en la que la vida de los intervinientes valía muy poco y donde el crimen, el abuso, la ignominia y la satrapía era el desayuno de estos personajes".
¿Uno entiende mejor los mecanismos del poder cuando interpreta a un personaje como este, que utiliza el miedo y el terror para imponer sus ideas?
Yo soy partidario de que cualquier aprendizaje es poco, partidario en todo en general, pero en esto en concreto", responde Echanove, que afirma que "uno no puede creer que sabe cómo son los dictadores, uno no puede creer que sabe cómo son los movimientos sociales que apoyan a los dictadores. Uno no pueda creer en una sociedad que pueda tener el más mínimo peligro de caer en una dictadura. Uno no puede creer que se las sabe todas. Hay que seguir investigando porque estos personajes cada vez aparecen de una forma más rebuscada. La manipulación se hacía antes de una manera muy directa, pero hoy en día la manipulación se hace de una manera muchísimo más indirecta.
El actor sostiene que vivimos tiempos en los que “para doblegar y para domesticar a un pueblo se utiliza el ejemplo de la rana. Ante se tiraba la rana viva al agua hirviendo y que se joda la rana. Hoy, se deja a la rana en agua fría y cada tres meses se sube la temperatura medio grado y, cuando te quieres dar cuenta eres una rana cocida”.
Sobre si estas estas teorías le sirven para entender de dónde sale el voto a la ultraderecha, Echanove contesta que “sale de la derecha, si alguien cree que salen de la izquierda, debería hacérselo mirar. Todo lo que nos pasa en este país viene de los colegios. Yo no creo en los pactos, en las ilusiones y en las decepciones, yo solo creo en la educación, y creo que este país, hasta que no afronte una reforma educativa y pactada y entendamos que es como podemos evolucionar, como no apostemos por la educación, pronostico que en menos de 20 años estaremos gobernados por una derecha excluyente”.
Confiesa Echanove que vive un buen momento profesional, está compaginando esta obra de teatro con la serie sobre el Cid que rueda para Amazon, aunque explica que “poco a poco, después de más de 40 años de trabajar en esto, así que frente a todo lo que ocurre prefiero pisar el balón y observar cada vez más Bilbao sin mí, tengo cada vez más necesidad de estar fuera del plano viendo lo que ocurre”.
¿Y cómo observa, con el pie pisando balón, el momento político actual?
Creo que estamos en un momento enormemente crítico porque las circunstancias se van a poner encima de la mesa como para que podamos dar un vuelco en la historia y demostrar que se puede generar una fuerza que responda en el parlamento y, de no conseguirse, yo auguro una larga temporada de gobierno de la derecha. Yo llamaría a la responsabilidad a todos porque a ver si por una tontería vamos a romper el juguete y nos van a caer 24 años de dominio de una derecha excluyente.
¿Le plantea algún conflicto que Natalio Grueso, que firma esta versión teatral de La fiesta del chivo, haya sido procesado en el caso Niemeyer y pida para él la Fiscalía 11 años de prisión por malversación?
No es la primera vez que trabajo con un compañero imputado, no es la primera vez que imputan de algo a alguna persona cercana y quizá eso te hace entender que cuando la ley lleva su camino hay que respetarla. Conozco a Natalio Grueso antes de que Avilés estuviera situado en el mapa. Y conozco la intervención de este país frente a fenómenos como Niemeyer, la Expo o teatros por donde voy trabajando y no hay calefacción porque han sido obras faraónicas pagadas con comisiones a la hora de hacer autovías. A mí no me genera ningún conflicto trabajar con Natalio Grueso pero tampoco me ha generado ningún conflicto trabajar con una alcaldesa de Madrid que era concejala de cultura y que, por tanto, dejó la cultura abandonada durante su mandato. Sé que (Natalio Grueso) es un hombre que está recomponiendo su vida y se dedica a escribir y yo creo que lo hace bien.
¿Hay que separar lo ideológico de lo laboral?
Si yo hubiera tenido que trabajar dentro de mi entorno ideológico, hubiera cambiado de profesión, hubiera elegido una más impersonal, hubiera salvado mi ideología. Nunca la he ocultado detrás de una frase hueca para que nadie me preguntara. Creo que aquí hace falta un tinte general de honestidad, pasar por la tintorería, todos deberíamos pasar por la tintorería. Esta profesión, que siempre se ha dicho que es de progres, no, no, como en todas, ha habido gente de izquierdas y de derechas y yo nunca he dejado de admirar a un compañero por ser militante o votante de una a organización contraria a mi manera de pensar. Esta es una profesión tan precaria que es de las menos sectarias que conozco.