José Manuel Navia retrata el latido de la España rural y despoblada
El fotógrafo publica el libro 'Alma Tierra', en el que rinde homenaje a la memoria y la cultura de quienes resisten en la España rural
Madrid
'Ojalá con vosotros yo yaciese y mi sangre regara esta alma tierra'. Con estos versos de Leopardi abre el fotógrafo José Manuel Navia su libro Alma Tierra, con el que rinde homenaje a quienes resisten en la España interior y despoblada, en la España abandonada y olvidada. El libro muestra cerca de 160 fotografías y coincide con una exposición en la Diputación de Huesca que viajará después a otras ciudades.
José Manuel Navia viajó al Valle del Porma, en León; a la Hoya de Huéscar, en Granada; al Campo de Montiel, en Ciudad Real; a la Bureba, en Burgos; a las Hurdes, en Cáceres; a las Tierras Altas de Soria; a la Pernia, en Palencia. Y explica que el origen de este libro "tiene que ver con mi propia vida como fotógrafo y como persona porque el mundo rural, la cultura campesina, me ha interesado desde que empecé a fotografiar". A ese interés personal, el fotógrafo suma el interés colectivo, "cuando este problema comienza a ser una preocupación nacional y a salir en los medios". La mayoría de las imágenes que se incluyen en el libro fueron tomadas en los dos últimos años, fotografías de lugares que Navia visitó con veintitantos años y a los que ha vuelto con sesenta. En ese regreso, el fotógrafo se ha encontrado con "una España que no está vacía, ese título de la España vacía es muy útil porque le pone nombre al problema pero, como todo titular, es reduccionista".
De la rapidez de los titulares periodísticos al tiempo detenido que envuelve sus imágenes. Una parada de autobús en mitad da la nada. Las manos de un tejero artesano. Una veterinaria de 29 años que desparasita vacas en una explotación ganadera. Casas deshabitadas, derruidas, desvencijadas, vacías. Escuelas desangeladas, con pizarras en los pupitres de madera en vez de ordenadores o tabletas. Una cocina el día de matanza. Un tractor labrando de noche. Una botella sobre la balda llena de polvo de una taberna abandonada. Y muchos carteles de 'se vende' desvaídos o recién colocados en las fachadas de las casas, en sus ventanas, en sus puertas. 'Se vende' es el título del texto que acompaña al libro y que firma Julio Llamazares. El autor de La lluvia amarilla, en la que ya habló de la despoblación cuando nadie lo hacía, se pregunta por la naturaleza de este trabajo de José Manuel Navia: "¿Una elegía? ¿Un alegato contra la marginación de unos españoles por parte del resto? ¿Una llamada a la reflexión a las autoridades y al pueblo español en general? "Todo eso y mucho más", dice Llamazares, está en las fotografías de Alma Tierra.
Navia cree que "el problema no es que se vendan las casas, sino que con las casas se vende el alma de los lugares" y explica que ha convivido durante días con los que apuntalan el alma como pueden: "He hablado mucho para hacerme entender, pero también he escuchado mucho porque para mí, la fotografía es el fruto de un diálogo, a veces con el paisaje, pero sobre todo con las personas". El fotógrafo explica que se ha encontrado a "gente que se da cuenta de que su mundo se va a acabar con ellos, pero luego hay otros con una voluntad férrea de vivir, de seguir poblando el territorio, incluso de repoblarlo, son pocos, pero existen".
¿Y cuál es el estado de ánimo de quienes saben que su mundo se acaba? "Hay una sensación de desánimo, de desatención, de una cierta utilización y si a mí me han acogido tan bien es porque se han dado cuenta de que me importaba de verdad porque yo, en cada comarca, no he estado menos de diez días. Pero, vamos, optimismo no hay". Navia cree que la gente mayor es consciente de que viven en un tiempo y un lugar a punto de desaparecer y respeta "esa mezcla de sabiduría y resignación con la que lo llevan". El fotógrafo explica que pasó días con una mujer llamada Inés que hacía pan en su casa, consciente de que era la única, y "en una época tan interdependiente como esta, la suya es una cultura capaz de sobrevivir por sí misma, esa gente sabe hacer su casa, su ropa y sus alimentos".
"¿Hay que dar todo por perdido? ¿Hay que dar el campo por vaciado? ¿Tenemos que vivir solo en ciudades, rodeados por una selva que arde? Eso es un disparate", dice José Manuel Navia, que reclama "un cambio de valores". Y confiesa que, aunque no tiene "fe en la fotografía como elemento de transformación del mundo”, sí entiende su oficio "como una chispa que prende las historias", las de nuestra pasado, "porque en este país el que no es hijo de campesinos, es nieto o biznieto". "Una cosa es la pérdida y otra el olvido, el olvido es la pérdida absoluta y los fotógrafos somos una especie de románticos a quienes nos encanta luchar contra el olvido, aunque sepamos que no es fácil", dice Navia.