'Taxi Girl', el triángulo de amor bizarro más famoso de la literatura
El Centro Dramático Nacional estrena 'Taxi Girl', de María Velasco, una obra que lleva a escena el triángulo amoroso entre Anaïs NÏn, June Mansfield y Henry Miller
Madrid
bizarro, rra
1. adj. Valiente (arriesgado)
2. adj. Generoso, lúcido, espléndido
En 1930, el escritor Henry Miller deja Estados Unidos y se marcha a París. Miller estaba casado con June Mansfield, una bailarina que trabajaba como taxi driver o taxi girl (compañera de baile de pago) en Broadway y por la que había abandonado a su primera mujer y a sus hijos. El escritor llega a París en 1930 con la intención de hacerse un hueco en los círculos literarios y darle un empujón a su carrera, pero lo cierto es que no tenía dónde caerse muerto. Y conoce a Anaïs Nïn, con 28 años y casada con el banquero Hug Guiler, que dormía en la habitación de al lado mientras Miller y ella se convertían en amantes. En 1932, June Mansfield decide hacerle una visita a su marido y conoce a Anaïs Nïn, con la que mantendrá una relación paralela y simultánea a la de Nin y su marido, creando el triángulo amoroso y sexual más morboso de la literatura del siglo XX. Nïn contará aquello en sus diarios: June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor. No puedo ir a Clichy y enfrentarme con los dos. Le digo a June que es porque temo que no sepamos ocultar nuestros sentimientos delante de Henry, y le digo a Henry que es porque temo no fingir bien delante de June. La verdad es que miro a Henry con ojos ardientes y a June con exaltación.
Y esa historia de amor y sexo a tres bandas es la que lleva a escena la dramaturga María Velasco en su texto Taxi Girl (Premio Max Aub de Teatro 2017), que se estrena el próximo 5 de febrero en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional, en Madrid. Dirigida por Javier Giner y protagonizada por Eva Llorach, Celia Freijeiro y Carlos Troya, la obra comienza por el final, con una June Mansfield enferma y decadente, en un hostal de Manhattan, en 1957, recordando a Miller como el segundo hombre al que mantuvo -el primero fue su padre-, y contándole al público: "no soy puta, soy mecenas, solo que Manhattan no exactamente como la Italia del Renacimiento".
Eva Llorach, ganadora de un Goya por Quien te cantará, interpreta a June Mansfield, y cree que "en el caso de June, fue ella quien lo impulsó a que fuera escritor y se lo tomara en serio, ella utilizó su cuerpo para poder financiarlo y es algo muy bestia porque, además, Henry Miller no se lo reconoció y eso fue muy duro para ella, acabó de manera dramática y él no la ayudó económicamente". Para Llorach, su personaje "es la gran desconocida" en este triángulo, por lo que "el reto de esta obra es dignificar a esta mujer que no tiene voz propia porque la conocemos a través de otros".
Celia Freijeiro da vida a Anaïs Nïn y explica que "en el fondo, esta obra habla de la capacidad o incapacidad del ser humano de amar y qué buscamos en el otro". La actriz cree que los tres miembros de este triángulo "aman desde la falta, y Anaïs Nïn ve en Henry Miller lo que ella no puede ser, no se la consideraba como a un hombre escritor y ella, corrigiendo sus textos, alentándolo, hablando de literatura, se sentía realizada".
La obra lleva a escena el triángulo entre Miller, Nïn y Mansfield, pero se detiene con más detalle en la relación que mantuvieron ambas mujeres, que en vez de odiarse y competir por un señor, decidieron mantener una relación paralela. "Para mí Anaïs era el verbo, la intelectualidad, y June era la acción, lo físico", dice Celia Freijeiro, "al final, son caras de la misma moneda, ves en la otra lo que te gustaría sentir y experimentar. Se reconocen, aunque sean de clases sociales distintas, porque les une su experiencia como mujeres, están atravesadas por la experiencia femenina. Son dos mujeres que se miran y se aman desde la libertad, no desde la posesión, que es como están acostumbradas".
Javier Giner, director del montaje, cree que "en esta especie de jugueteo sexual que tienen los tres, la verdadera historia de amor, aunque Miller esté casado con June y tenga a Anaïs de amante y sea el prototipo de macho, la verdadera historia de amor es entre ellas dos". Una relación que Giner explica "como la de Thelma y Louise, un viaje de carretera que hacen dos mujeres juntas y en el que se contaminan la una a la otra y eso, al final de la obra, se ve perfectamente".
Más allá del triángulo amoroso, María Velasco atraviesa el texto de Taxi girl de asuntos como la prostitución, las relaciones tóxicas, la dependencia emocional, la libertad sexual, los límites morales y sociales y los derechos de las mujeres. Si hubiera una guerra, bastaría con una crisis económica, política o religiosa para que los derechos de la mujer vuelvan a ser cuestionados, dice Anaïs Nïn en escena y Celia Freijeiro señala que "es un poco frustrante y un poco deprimente vernos reflejadas en textos que se han escrito en los años 20, leo a Anaïs Nïn y digo frases en la función que me emocionan hasta las lágrimas porque me siento identificada y han pasado casi cien años, y es verdad que hemos conseguido cosas, pero seguimos en un lugar parecido a cómo se sentían estas mujeres".
Javier Giner explica que su intención fue desde el principio llevar a escena una historia atemporal, a pesar de que suceda en 1931 y opina que "es muy impresionante ver cómo algo que ocurrió hace tanto tiempo pueda resonar en la sociedad actual, desde el precio que pagamos por ser radicalmente libres en una sociedad obsesionada con lo moral... Y te digo más", añade el director, "a veces, yo digo de broma 'nos ha quedado una obra muy marrana'. ¿Qué hay por debajo de eso? Es el mismo viaje de Henry Miller y Anaïs Nïn".
En el texto de Velasco hay escenas de sexo explícito, y Giner explica que "Miller era acusado de pornógrafo; Anaïs Nïn, de mil quinientas cosas por vivir su sexualidad de manera absolutamente libre y a nosotros, porque en este montaje hay desnudos y hay sexo-, nos está pasando exactamente lo mismo, estamos haciendo esa reflexión de '¿nos estaremos pasando?'
Giner explica que "es imposible contar esta historia sin sexo" porque "la sexualidad, el arrebato y la pasión están presentes no solo en la obra, también en sus vidas. Anaïs Nïn y Henry Miller son, en el fondo, los grandes inventores de la autoficción porque Miller escribía sobre lo que le ocurría, follaba y a través de follar se encontraba con muchas otras cosas". Y si no se puede contar sin sexo, tampoco se puede contar con una mirada que juzgue a los personajes: "Es imposible contar esta historia desde el puritanismo, porque esa sexualidad libérrima forma parte del ADN de estos tres personajes y una parte muy importante de su lucha fue defender el derecho a vivir su sexualidad de esa manera".
"El año pasado", añade Javier Giner, "el satisfyer pareció la gran liberación femenina, pero ¿por qué no estuvimos hablando del satisfyer desde 1930? ¿Por qué de repente el deseo y el placer de la mujer es algo que tenemos tan oculto?" "Es muy impresionante ver que estos temas que planean sobre la vida real de estos tres personajes siguen siendo actuales". concluye el director de escena.
En el amor humano todavía estamos en el primer capítulo. Cuando el hombre empiece a permitirse expresión plena, sin miedo al ridículo, lo primero que hará será soltar el amor a borbotones, y los géneros serán cosa del pasado, los sexuales y los literarios, dice en escena Anaïs Nïn, como si tuviera nostalgia del futuro, como si soñara con haber vivido un siglo después del que le tocó vivir.