Ocio y cultura

Álex Prada, el médico poeta que sigue los pasos de Umbral

El escritor sevillano compagina su trabajo como sanitario con la publicación de poesías y acaba de lanzar su primera y sorprendente novela 'Comida y basura' que nos traslada a una España llena de personajes extravagantes y su relación con la naturaleza

Fotografía de Álex Prada, autor de Comida y basura / CEDIDA

Hay una España que se resiste a desaparecer. Es la España de los pueblos, de los campos, la España que sobrevive como puede y a la que no le afectan los dimes y diretes de Twitter, ni de la intelectualidad. Esa España es la que refleja Álex Prada en su primera novela, Comida y Basura, que publica Seix Barral, y que se ha convertido en el debut en la ficción del poeta sevillano. Prada propone una prosa lírica, llena de un vocabulario proveniente de la vida, del campo, de su infancia; pero también de su otra profesión, la de médico.

¿De dónde salen estos personajes que nos trasladan a una tradición española literaria?

Estaba en León un fin de semana y vi a René y a Rosarito. Vi a una pareja que estaban haciendo una especie de venta ambulante en una de las plazas de León. Era el típico mercado de fin de semana y vi a estas personas con un montón de cosas inservibles. Pensé que nadie podía comprar esas cosas inservibles y rotas y que tendrían que tener algo debajo, que sería una tapadera de algo más. Y justo, mientras me tomaba una cerveza, leía que se iba a hacer legal la venta de productos derivados a insectos. Entonces ya hilé las dos cosas y pensé que esos personajes se iban a dedicar a vender ese tipo de cosas. Pero es que ese fin de semana comí en sitios de caza y ya lo hilvané todo junto.

Es tu primera novela, antes habías hecho poesía, ¿cómo ha has dado el salto? ¿Cómo ha sido el proceso?

Más natural de toque a priori podría parecer. Trabajar la poesía te hace muy exigente con el lenguaje y eso hace que tengas mucho vocabulario, que tengas capacidad para conseguir las imágenes que necesitas para contar cosas. En Comida y basura quería contar algo, una trama, lo que les pasa a unos personajes, pero también quería un lenguaje concreto. En poesía cuando uno se esfuerza tanto para decir tanto con tan poco, pues eso supone un ejercicio bastante potente. La novela fue creciendo de manera fragmentada al principio y, luego, fue creciendo poco a poco. Y yo fui acercándome a la prosa, que no se diferencia mucho porque es una prosa muy lírica, que es lo que yo leo.

Toda la prosa está llena de olores, de sabores, de imágenes… ¿cómo se usa el lenguaje para conseguir algo así?

Tuve muchas dudas de hasta que punto estuviera contando demasiado poco, pero me gustaba la idea de contar cosas equívocas para que el lector hiciera el resto. Me gusta esa sensación cuando leo libros y ese fue un trabajo a consciencia. De todo, de la relación de los personajes con la naturaleza, la relación entre ellos… al final todo queda como algo atmosférico. Quería que el actor sintiera eso y se preguntara qué está pasando en cada momento, de cosas que van a pasar después. Eso es importante en el ritmo que quería implantar en el libro.

Hablando de ritmo, incluyes recetas de cocina de platos de caza, sobre todo, y textos académicos, ¿Qué papel juegan en la narrativa o en la descripción de las atmósferas?

Me salió bastante solo. No hay solo recetas, también lecturas teóricas que juegan con el contenido. Me di cuenta a mitad que estaba realizando, salvando las distancias, el mismo ejercicio de Cortázar en Rayuela con los capítulos prescindibles. Muchos son lecturas que juegan o complementan el texto. Luego te das cuenta, con los lectores, que son lecturas que apoyan la trama, parece que te las puedes saltar, pero son muy importantes. Son contrapuntos todo el rato, que sirven para abrir todo el abanico de visiones. En el libro aparecen cosas con las que puedes estar a favor o en contra, como el hecho de comer animales o de otras cosas que miramos de manera hipócrita de la naturaleza. Y yo ahí doy dos visiones. Además, esas lecturas le dan un poco de aire a la novela. Es verdad que la lectura ubicada justo al final del libro puede poner un poco nervioso al lector, pero creo que todo tiene mucho sentido junto.

Hay más referencias literarias, hay enumeraciones de libros, de autores, hay hasta una quema de libros, ¿eres un Cervantes que salva algunos y quema otros?

Es verdad que incluso ahí juego a lo doble. No puedo vivir sin los libros, evidentemente, pero al final hay una quema de libros que es más sanadora que otra cosa, más sanadora que una venganza. Es una especie de catarsis, que es lo que hace René, el protagonista del libro, en varios momentos y es parte de su relación con la naturaleza y con sus vivencias. En algún momento de ese capítulo él dice que hay que dejar sitio para otros libros, para otras cosas. Hay que destruir para dejar sitio a otras cosas.

Ahora que se lleva la autoficción sorprende que la primera novela de un autor tan joven haya hecho este libro que no tiene nada que ver con él

No soy nada fan de la autoficción, no la consumo ni la trabajo. Me parece algo tan complejo, que admiro muchísimo a la gente que lo hace tan bien. Yo soy incapaz y lo que hay en Comida y basura es la literatura que sé hacer. También me parece extraño que nos sorprendamos de estas novelas de verdad, que llevan haciéndose toda la vida. Es lo que he hecho, ficciones que tienen poco o nada que ver conmigo como persona, pero sí hay historias que me han contado o he visto con mis propios ojos. Por ejemplo, historias que me contaba mi padre del pueblo que están ahí.

Si hay un retrato de una España que ya no aparece ya ni en la literatura ni en el cine pero que sigue existiendo

Es verdad que España es así. Todos sabemos que en los pueblos sigue existiendo esa relación, que abarca desde lo cruel a lo puro, de las personas con la naturaleza, con los animales y con los ciclos. Hay mucha sabiduría ahí que rompe con lo que hoy en día creemos que está bien o que está mal. Ahora hay mucho ecologismo, mucha conciencia con el entorno, pero nos falta reconocer esas vivencias tan directas de la gente que esta de lunes a domingo en el campo. Al final, aunque estemos en contra de la caza, la relación de los cazadores con la naturaleza es más cercana o más potente que la que podemos tener los domingueros cuando vamos a pasar el día de postureo.

Llevas una camiseta de Umbral y una chapa de los Beatles, hay cosas en la novela que recuerdan a Delibes, sobre todo esa relación con la naturaleza, pero también con los bajos fondos de Casavella, ¿cuáles son los referentes para Álex Prada?

Soy muy mitómano. La admiración por la prosa y la forma de escribir tan lírica y tan concisa de Paco Umbral es un referente y no puedo evitar estar siempre alrededor de su forma de escribir. También cuando empecé a escribir el libro siempre tuve al lado a Onetti, El astillero. Yo quería contar de esa forma tan fría y tan profunda, si se pueden decir ambos adjetivos a la vez. Yo quería la atmósfera de ese astillero donde no pasa nada, pero los personajes están densificados en esa atmósfera. Quería contarlo así. Creo que esos son referentes que he tenido, por supuesto Rulfo, Carpentier, o autores como Jesús Carrasco, a quién admiro muchísimo y ahora he tenido la oportunidad de conocer.

Para mí es una locura, yo he sido muy fan de todos ellos mucho tiempo. He seguido sus carreras y, de repente, han sido tan sinceros conmigo y con el libro. Ojalá que siga funcionando tan bien.

Sigues trabajando como médico, ¿está cambiando tu vida esta primera novela?

Por ahora no. Pero no sé que va a pasar dentro de seis meses, de momento trato de compaginar ambos trabajos a la vez. Estoy viendo hasta donde puedo llegar. En mi hospital me están dando todas las facilidades para acudir a entrevistas, hacer cosas relacionadas con la literatura. Siempre me he sentido muy involucrado con la literatura, no es un hobby, nunca me he sentido un dominguero. Ahora que están pasando más cosas pues me lo creo más y estoy viendo a ver hasta donde voy a llegar.

¿Se influyen? ¿Hay cosas de la medicina que contagian tu literatura?

Hay mucho vocabulario, hay mucha metáfora en el lenguaje médico, mucha lírica también. Sobre todo, cuando hacemos los informes, las históricas clínicas... Y yo veo a muchas personas en un día, imagínate cuánto conocimiento de verdulera tengo. Eso es fundamental. En Comida y basura hay conversaciones, hay cosas, y es que la medicina te da mucho vocabulario y muchas vivencias.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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