Los bulos de la pandemia: cuántos, cuáles, dónde, cómo y quiénes
Asuntos como el rechazo al uso de vacunas, supuestos tratamientos alternativos contra el cáncer o la defensa de la efectividad médica de la homeopatía han sido objeto de campañas de desinformación en las redes sociales
Madrid
La divulgación de informaciones falsas se ha convertido en un problema sanitario. Asuntos como el rechazo al uso de vacunas, supuestos tratamientos alternativos contra el cáncer o la defensa de la efectividad médica de la homeopatía han sido objeto de campañas de desinformación en las redes sociales. Esos precedentes palidecen, sin embargo, ante la explosión de bulos producida con la pandemia de la COVID-19. El coronavirus ha multiplicado las fabricaciones informativas, manipulaciones gráficas, teorías conspiratorias, contenidos intencionadamente descontextualizados y, en definitiva, los embustes de todo tipo.
En este contexto de desinformación, un equipo de investigadores de la Universidad de Navarra y del Barcelona Supercomputing Center - Centro Nacional de Supercomputación, hemos analizado la tipología de los bulos difundidos en España durante el primer mes del estado de alarma, entre el 14 de marzo y el 13 de abril de 2020. El estudio (PDF), resultado del proyecto RRSSalud financiado por la Fundación BBVA, se publica hoy en la revista científica El Profesional de la Información.
El estudio define como bulo “todo contenido intencionadamente falso y de apariencia verdadera, concebido con el fin de engañar a la ciudadanía, y difundido públicamente por cualquier plataforma o medio de comunicación social”. Para el análisis, se han seleccionado 292 bulos identificados por las tres plataformas españolas acreditadas por la International Fact-Checking Network (IFCN): Maldita.es, Newtral y EFE Verifica.
¿Cómo se difunden los bulos?
Los 292 bulos analizados se difundieron a través de diversas plataformas, aunque la inmensa mayoría (89,1%) circuló en las redes sociales. Estas redes se confirman, en efecto, como canal principal de difusión de los bulos, muy por delante de los medios periodísticos (4%) y de otros canales de comunicación interpersonal (6,9%) como, por ejemplo, los SMS o el correo electrónico. Entre las redes sociales, WhatsApp fue donde más bulos se observaron, seguida de Twitter y, a mayor distancia, Facebook, YouTube e Instagram.
Tabla 1. Plataforma de difusión de los bulos (N=304*)
La mayor parte de las falsedades se difundieron sobre todo a través del formato más básico y fácil de manipular: el texto (53,8%). Aunque menos frecuentes, también se detectaron numerosos bulos basados en formatos multimedia –foto (25,6%), vídeo (14,6%) y audio (5,7%)–, cuya presencia fue algo más frecuente en redes abiertas como Twitter.
Tabla 2. Formato de los bulos (N=292)
La mayor frecuencia del texto se explica por su fácil producción y sencilla combinación con otros formatos. De hecho, cuando se asocia con otros formatos, el texto se convierte a menudo en el factor clave para la falsificación. Es común encontrar fotografías y vídeos reales que son descontextualizados mediante un texto que los atribuye o sitúa de un modo falso. Por ejemplo, un bulo difundido en Facebook mostraba un vídeo en el que efectivos de las fuerzas de seguridad impedían acudir a misa a unos ciudadanos; el vídeo iba acompañado de un texto, que situaba la escena durante la crisis del coronavirus. En realidad, se trataba de un vídeo donde varias personas pretendían acceder a la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos el 12 de octubre de 2019. En este caso, el vídeo era real, pero el texto llevaba a engaño.
Respecto a las fuentes, las más frecuentes fueron las suplantadas (38,4%) y las anónimas (36,0%). Por ejemplo, uno de los bulos desmentidos indicaba que una dieta alcalina previene el contagio del coronavirus y señalaba al Instituto Tecnológico de Monterrey, en México, como origen de la información; esta institución lo desmintió. En otros casos, la fuente del bulo era anónima; no se desvelaba el emisor ni la información venía respaldada por ninguna persona física o jurídica. Este es el caso del bulo que afirmaba que en la Comunidad de Madrid se estaban declarando algunos hospitales como “libres de coronavirus” para no mezclar a los pacientes, un hecho que resultó ser falso.
Las fuentes reales (21,6%) eran personas e instituciones conocidas (por ejemplo, representantes políticos o medios de comunicación), junto a otras poco conocidas. En ocasiones, el engaño se apoyaba en el hecho de que se trata de una persona o institución poco conocida por el público, pero de apariencia solvente.
Solo el 4,1% de los bulos provenía de fuentes ficticias, cuya identidad era imaginaria o fabricada. Un ejemplo es el que aparece en el vídeo de YouTube titulado “El Coronavirus se puede parar en 24 horas”, cuya fuente es un supuesto licenciado en biología molecular llamado Isidro Fuentes García, persona que en realidad no existe.
¿Cuáles son los temas más frecuentes?
Desde el punto de vista temático, los bulos mostraron una notable diversidad. El estudio divide los bulos en tres temas principales: Ciencia y Salud, Política y Gobierno, y Otros (por ejemplo, seguridad ciudadana, marcas comerciales, celebridades, y similares). Estas tres categorías se distribuyeron de forma bastante homogénea: 34,9%, 26,7% y el 38,4%, respectivamente.
La tercera parte de los bulos sobre Ciencia y Salud estaban relacionados con falsas interpretaciones sobre el origen y la letalidad del virus, su permanencia en el ambiente, tratamientos o vacunas. Destacaban también las falsas recomendaciones o tratamientos para combatir el virus (desde gárgaras, dietas y vino, hasta la homeopatía o el “suplemento mineral milagroso”). En menor medida, también se hallaron falsedades relacionadas con la gestión sanitaria en hospitales y equipamientos, así como bulos difundidos por supuestos sanitarios o atribuidos falsamente a instituciones de salud pública, como la OMS.
Dentro de la categoría de Gobierno y Política, la mayoría de los bulos estaba relacionada con la gestión directa del Gobierno de España (47,5%), o con personas y/o partidos políticos (35%). El resto tenía que ver con políticas de carácter internacional o autonómico. Todo esto indicaba que, como cabría esperar, el coronavirus ha servido de arma para la batalla política y partidista.
Tabla 3. Tema del bulo por territorio (N=292)
El ámbito internacional ha ofrecido con más frecuencia bulos en torno a la salud y la ciencia. Podría deberse a que, en el contexto inicial de la pandemia de COVID-19, la investigación de tratamientos y medios preventivos contra el coronavirus se gestiona a nivel internacional, incluso mundial. Además, en todo caso, al tratarse de una pandemia, el interés por estas informaciones ha pasado a ser asimismo global. Sin embargo, son los gobiernos nacionales los que, en general, están enfrentando la gestión de la crisis del coronavirus y, en este sentido, es coherente que entre los bulos nacionales predomine el contenido político. Por el contrario, en el ámbito local, lo científico y lo político pierden interés a favor de otro tipo de bulos más vinculados a la actividad social y la seguridad ciudadana en esos territorios de proximidad.
Tipos de bulos
Aunque en ocasiones no son fáciles de distinguir entre sí, el estudio identifica cuatro tipos de bulos: bromas, exageraciones, descontextualizaciones y engaños.
En la muestra estudiada, la modalidad indiscutiblemente más frecuente fue el engaño (64,4%), entendido como una “falsificación absoluta, en la que se fabrican contenidos con la intención de hacer creer a la ciudadanía declaraciones o hechos falsos”.
Algo más de la mitad (97 de los 188 engaños hallados en la muestra) recurrían a la suplantación de identidad; es decir, con el fin de darles mayor verosimilitud, atribuían su contenido a fuentes acreditadas, frecuentemente marcas comerciales. Más allá de buscar la simple confusión de la ciudadanía, algunos de los engaños tenían la finalidad de la estafa económica; por ejemplo, el bulo que solicitaba el número de cuenta corriente para poder cobrar el subsidio por ERTE.
La descontextualización (17,1% de los bulos) estaba frecuentemente ligada a formatos fotográficos o de vídeo: imágenes reales, a menudo de meses o incluso años atrás, que se sitúan falsamente en el presente, en un contexto que no es verdadero. Por ejemplo, una foto compartida en redes sociales de decenas de ataúdes alineados indicaba que se trataba de muertos por coronavirus en Italia; aunque ciertamente se trataba de una foto tomada en Italia, databa en realidad de octubre de 2013, cuando decenas de inmigrantes subsaharianos fallecieron ahogados mientras intentaban alcanzar las costas de Lampedusa.
La modalidad de bulo tipificado como exageración (también el 17,1%) pudo detectarse en varios ámbitos, sobre todo en el debate político. De nuestra muestra de 292 bulos, 50 corresponden a exageraciones y, de ellas, 17 proceden de políticos, situados en todo el arco ideológico.
Exageración es, por ejemplo, un bulo lanzado por el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados, Pablo Echenique, quien indicó que, cuando se recomendaba el confinamiento domiciliario de la ciudadanía, Vox había enviado “52 diputados de todos los territorios de nuestro país a trabajar al Congreso de los Diputados”; la realidad fue que a la sesión del Congreso señalada por Echenique habían asistido únicamente 16 diputados de Vox.
Otro ejemplo corresponde a la diputada del Partido Popular Cayetana Álvarez de Toledo, quien manifestó que la Comunidad de Madrid, gobernada por su partido, estaba destinando “el mayor presupuesto de su historia a Sanidad”; el dato era falso.
Los bulos por exageración también fueron propalados por miembros del Gobierno de España. El propio presidente Pedro Sánchez (PSOE) cometió varias exageraciones en sus comparecencias parlamentarias durante el período analizado; en una de ellas, por ejemplo, afirmó que España era el único país que estaba notificando “todos los positivos” por coronavirus, así como el de “todos los fallecidos diagnosticados”. Una vez más, se trataba de un dato falso en el marco de un debate político.
Con apenas el 1,4% del total, la modalidad de bulo menos frecuente en la muestra estudiada fue la broma. Este tipo corresponde a “aquel tipo de bulo que consiste en la difusión de información falsa, con un fin burlesco, paródico, satírico o caricaturesco”.
Gravedad de los bulos
Este análisis nos ha permitido proponer un diagrama de gravedad de los bulos, que se representa mediante dos ejes: falsedad y voluntariedad.
Los bulos son más graves –es decir, más dolosos e, incluso, punibles– cuanto mayor es el nivel de falsedad y de voluntariedad en su difusión. Dicho de otro modo: es más grave un engaño que una descontextualización; una descontextualización es a su vez más grave que una exageración y, esta, por su parte, lo es más que una broma.
Nuestro diagrama explica, desde el punto de vista teórico, por qué las plataformas de verificación otorgan más atención a unos bulos que a otros. Al igual que en los medios periodísticos convencionales rige un criterio de relevancia informativa, en esas plataformas rige otro equivalente de gravedad, que las lleva intuitivamente a prestar mayor atención a los bulos más graves.
Como hemos podido comprobar, las plataformas españolas de verificación atienden más, en efecto, a los engaños y las descontextualizaciones, que a las exageraciones y las bromas. A partir de aquí, resta por ver cuál es el volumen y distribución real de cada uno de esos tipos de bulos, sin el tamiz de las plataformas de verificación.
Ramón Salaverría, Profesor Titular de Periodismo, Universidad de Navarra; Bienvenido León, Profesor titular de Periodismo Científico y Ambiental, y Producción Televisiva, Universidad de Navarra; Fernando López Pan, Profesor titular de Periodismo, Universidad de Navarra; Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra; Mª Carmen Erviti, Profesora de Comunicación Empresarial e investigadora de Comunicación de la Ciencia, Universidad de Navarra y Nataly Buslon Valdez, PostDoctoral Researcher, Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.