Ocio y cultura

Boaventura de Sousa: ''El teletrabajo es un trabajo sin derechos''

El sociólogo portugués publica 'La cruel pedagogía del virus', un ensayo en el que trata de dilucidar la dimensión social de la pandemia en un momento en el que el mundo ya daba signos de colapso

Imagen de archivo del sociólogo portugués Boaventura de Sousa / EFE

"El virus es un gran pedagogo", dice Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués que prepara un ensayo sobre el coronavirus, 'La cruel pedagogía del virus', que edita Akal. Desde su posición de retaguardia, la que dice que deberían adoptar todos los intelectuales, trata de explicar su impacto en una sociedad que ya venía con algunas taras.

Boaventura de Sousa Santos está considerado uno de los grandes referentes de las izquierdas altermundistas, colaborador a lo largo de los años con distintos movimientos antiglobalización, organizador del Foro Social Mundial, al tiempo que ejercía de profesor e investigador en universidades como la de Coimbra, la de Wisconsin-Madison en Estados Unidos o la de Warwick, en Reino Unido.

En líneas generales, ¿de qué nos habla en este nuevo ensayo sobre el coronavirus que está preparando?

Quería contrastar el discurso de muchos políticos, que han utilizado la metáfora de la guerra, el virus como enemigo y los países en guerra. No me gusta ese tipo de metáforas. Primero porque es una metáfora bélica. Después, porque el virus está fuera de nosotros y parece que nos quiere destruir, pero la verdad es que nuestra vida no es posible sin virus ni bacterias. La mejor metáfora es la del virus como un cruel pedagogo. Esto nos lleva a que el virus nos da enseñanzas y lecciones, pero de la peor manera posible: matando. El virus es parte de los disturbios que estamos ocasionando a la naturaleza y ella nos manda señales. Esta es una señal de que la vida humana, que es un porcentaje mínimo de la vida del planeta, se está sobreponiendo a todo y la naturaleza se defiende.

 ¿Cuáles son esas enseñanzas? ¿Qué podemos aprender del COVID-19?

Son varias enseñanzas. La primera es que este modelo de desarrollo y consumo que tenemos está llegando a su final. Ya sabíamos por la crisis ecológica y el calentamiento global que había trastornos en la naturaleza. Esta pandemia es por eso, por un cambio brutal en los hábitats de la naturaleza, destrucción de bosques, de especies, explotación de petróleo, contaminación de agua… Eso está realmente llevando a la naturaleza a defenderse. La primera enseñanza es que o tenemos más respeto por la naturaleza o vamos a entrar en un periodo de pandemia intermitente. Esto quiere decir que saldremos un poco a la calle, pero vendrá una segunda ola de este virus, o de otros virus. Y luego está el virus de la globalización. La mal llamada Gripe Española tardó dos años en expandirse por todo el mundo, este lo ha hecho en tres meses.

En la práctica, ¿qué tendremos que hacer?

Lo primero que tenemos que hacer es cambiar la energía que usamos. También el consumo tiene que cambiar. Vamos a los centros comerciales como si fueran catedrales, y más de 20.000 personas circulan ahí. Eso son zonas de peligro ahora mismo y lo serán en el futuro. Por eso, tendremos que repensar las ciudades, el urbanismo, con comercios de proximidad y con centros comerciales de una dimensión más pequeña.

Y políticamente hablando, ¿va a haber algún cambio de mentalidad? ¿vamos a repensar qué debe ser o qué debe hacer un estado?

La enseñanza más obvia para la gente es que finalmente el estado es importante. Hasta ahora vivíamos en un mundo que nos decía que los mercados son los mejores reguladores de la vida social y colectiva. Llega la pandemia y los mercados desaparecen. La gente va a pedir protección al estado, pero no a un estado que reprima, sino a uno que proteja.

¿Cómo se hace eso con una Unión Europea que sigue apostando por la no intervención?

El problema es que en Europa no teníamos estados preparados para proteger, debido a todos los recortes de los últimos años en sanidad, educación, en todo. La Unión Europea es reacia a las ayudas públicas. La sanidad se ha privatizado en todos los países, en especial en España e Italia, dos países que han sufrido esto ahora con la pandemia. En Portugal, sin embargo, no teníamos esos recortes, y hemos sobrevivido mejor. La gran enseñanza es que los estados tienen que invertir en salud púbica, porque eso no es un coste, es una inversión. Además, esta situación de globalización es insostenible. No podemos seguir así, con países europeos que no fabriquen mascarillas o guantes, que todo venga de China. ¿Y si hay un problema en China? Hay bienes esenciales que todos los países tienen que producir para ser autosuficientes. Por no hablar de países que se quedaron sin poder alimentar a su gente porque no producían suficiente. Eso tiene que cambiar, la agricultura tiene que estar protegida, tenemos que evitar la gran agricultura industrial de Andalucía o el Alentejo.

¿Va a crecer la derecha y la extrema derecha tras esta crisis?

Hay que repensar mucho las cosas. También en el plano político me parece que hay enseñanzas muy potentes. En general, hemos visto cómo los gobiernos más neoliberales están defendiendo peor la vida humana. Estados Unidos es un estado fallido ahora mismo, un país de desastres, además con una crisis racial. Brasil es otro. Inglaterra también. Los más neoliberales, independientemente del grado de desarrollo que tuvieran, decidieron que la economía era más importante que la vida. Empezaron con esa primera fase negacionista, diciendo que el virus era como una gripe y nada más. Murió mucha gente y esas muertes se podían haber evitado. Portugal fue muy rápido a la hora de decretar el confinamiento. Suecia decidió no hacer confinamiento y ahora tiene problemas, a pesar de ser un país muy desarrollado. Los gobiernos de derechas y extrema derecha son los que han protegido peor a los ciudadanos. India es otro caso dramático. Muchos gobiernos han aprovechado el virus para concentrar poder autoritario, es el caso de Hungría, Polonia, Ghana, Colombia... todo esto nos muestra que la extrema derecha es muy buena para destruir y muy mala para construir. Me sorprende que en España la derecha siga con una agresividad tan grande, cuando están viendo que en el resto del mundo han salido desprestigiados por eso mismo.

¿Nos va a llevar el confinamiento a un individualismo mayor o vamos a apostar por la solidaridad, después de los aplausos diarios a médicos y trabajadores?

Es interesante porque es muy ambigua esta situación. Por un lado, sabemos que la cuarentena fue cumplida por quien pudo. La mayoría de la población del mundo no pudo hacerlo.

La OMS hizo las recomendaciones pensando que hay clase media en todo el mundo, pero no es así.

¿Cómo iban a confinarse la gente de las favelas? ¿O de las barriadas periféricas de las ciudades cuando diez personas viven en la misma casa o barraca? Pero es verdad que realmente la cuarentena nos ha protegido del virus, pero ha provocado bastantes peligros. Las mujeres han sido víctimas de este confinamiento, porque la violencia contra ellas ha aumentado en la pandemia. Francia es uno de los casos más graves, donde más ha subido la violencia. Surge el machismo, la gente convive todo el tiempo en casa y surge el feminicidio. Por otro lado, padres más jóvenes que no tenían tiempo para sus hijos, han tenido tiempo para estar con ellos y eso ha sido positivo. También hemos visto que podíamos entretenernos sin ir al centro comercial.

¿Ha sido el teletrabajo una posibilidad o un regalo envenenado?

Los peligros son que las empresas están pensando que el teletrabajo es la solución y el teletrabajo es un trabajo sin derechos. No sabes cuántas horas extra haces, tienes que dar una atención muy grande y cuesta diferenciar qué es tiempo libre y qué es trabajo. Luego está la educación. Las empresas detrás de la educación ya están pensando que será un negocio rentable hacerlo todo por internet, pagando menos profesores, infraestructuras, etc. Esto es peligroso, la enseñanza no es solo currículum, también es interacción entre los estudiantes. Necesitamos una educación presencial.

En cuanto a la solidaridad, ¿es de verdad o ha sido más un gesto pasajero?

Una de las cosas en las que estoy trabajando es mirar el surgimiento de la solidaridad de las comunidades, sobre todo en las más empobrecidas. También se ha dado de las clases medias hacia las vulnerables. Los ricos no, no se hacen solidarios, están preocupados por sus negocios. He detectado bastante la reactivación de movimientos sociales, sobre todo en América Latina. Se han organizado los barrios, los vecinos, cuidando de la gente, buscando médicos, distribuyendo comida. Hemos visto carteles en las ciudades chilenas de "prefiero morir contagiado que de hambre”. Este capitalismo salvaje nos ha traído a esta situación. Este modelo de privatización de todo y de polarización de la pobreza es repugnante. Si te fijas en una ciudad, por ejemplo, Sao Paulo, las cifras de mortalidad en una barriada suben hasta el 60 por ciento de los contagiados. Si vas a un barrio de clase media y alta, la tasa de mortalidad es del 2 por ciento. Los vulnerables están muriendo mucho más. Este virus está agravando las venas abiertas, no solo de América Latina, sino del mundo, que muestra toda la desigualdad que existe. Pero hemos visto cosas buenas, los médicos, que se arriesgaron a morir por curar a la gente.

Hace unos años decía que la tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y, sin embargo, la resistencia fragmentada, ¿Lo sigue pensando? ¿Hemos podido construir una resistencia durante el cOVID19? ¿O el peligro es que esa residencia la está llevando a cabo la extrema derecha?

Una cosa que nosotros hemos aprendido, incluso antes de la pandemia, es que la calle y las protestas no son monopolio de las izquierdas. La calle puede ser de extrema derecha. Lo vimos en la India, en Brasil, en Estados Unidos con los supremacistas. Por eso no hay un monopolio. Una de las disputas políticas después de la pandemia es la narrativa para ver si la derecha sale fortalecida o no. La experiencia de los países está clara, pero la derecha tiene instrumentos muy fuertes de agresividad, de una actitud antidemocrática. Lo vemos en España con Vox, que utiliza lo que sea para ganar votos. Las protestas antes de la pandemia también han sido de izquierdas, no en Europa, pero sí en Líbano, en Chile. Obviamente, pienso que la resistencia sigue fragmentada, me parece que cuando las cosas son más graves surge un poco más de unidad. En este caso esto ha pasado en Estados Unidos, con la crisis racial, que es una crisis de clase, porque en Estados Unidos clase y raza van juntos. Teníamos a Bernie Sanders que fue neutralizado por la política americana, hubiera sido un buen candidato, un socialista moderado. Lo que está claro es que cuando una pandemia agrava las desigualdades sociales, agrava el racismo y el patriarcado. Ahora veremos si aprendemos de esto y unimos las luchas sociales. Es difícil porque los movimientos están muy vinculados a identidades y a temas sectoriales, feministas, antirradicales y los partidos de izquierda han mirado solamente a los derechos laborales, que obviamente son importantes, pero nunca profundizaron en la lucha anticolonial y la lucha de las mujeres. Fue algo secundario en los sindicatos.

Este va a ser un tiempo largo, pero la epidemia debe unir las luchas.

En ese caso, lo más positivo es la propuesta de la asamblea constituyente en Chile, porque es feminista, anticapitalista y plurinacional, porque incluye las protestas de los Mapuches. En Europa no veo tan fuerte ahora mismo esa unidad. Ojalá la hubiera porque eso nos daría la oportunidad de encontrar una solución distinta de la que tuvimos a la crisis en 2011.

Menciona en el libro que hay pocos intelectuales públicos y menciona a dos de ellos, Agamben y Zizek, que se han precipitado en sus análisis sobre la crisis. Lo cierto es cuesta encontrar a intelectuales comprometidos con los problemas actuales...

Hay una desetirficación de académicos, porque hubo intento de controlar la universidad a través de una infusión de valores de mercado y capitalismo. Los profesores tienen una presión por publicar, les dicen que no deben preocuparse por causas sociales, y nos piden que publiquemos en inglés. ¡Es una locura! ¿Cómo puedes crear intelectuales públicos comprometidos con su país, si ni hablan la lengua de su gente? Luego cuando hay intelectuales comprometidos se les lincha, eso ha pasado en España. Y hay otros que les gusta mucho lo de las teorías de vanguardia. Se acostumbraron a ser la luz de la humanidad. Nosotros no somos luz de nada, la luz viene de la lucha social, nosotros somos sombras que debemos seguir esa luz. Yo soy un intelectual de retaguardia, que trabajo con los movimientos sociales, los indígenas. La gente quiere que le hablen en una lengua que entiendan. En el caso de Agamben salió con la idea de que el confinamiento era utilizado por el estado para reprimir. Puede que en algunos casos haya sido así, pero la gente en este tiempo excepcional ha buscado la protección en el estado, el confinamiento ha protegido a la gente. Llegó a escribir un primer texto en el que decía que la pandemia era inventado por el estado italiano. ¡Es una locura, no se puede hacer eso! Luego rectificó. Y Zizek dijo que la pandemia daba la oportunidad para el comunismo global. Vamos a ver, hay que estar con la gente, que quiere una vida mejor, una salud pública, y es cierto que formulan una forma de comunismo en sus peticiones, pero no teorizan sobre ello. La cultura tiene que ser más responsable y menos elitista.

¿Y qué hacemos con las noticias falsas? ¿qué pueden hacer los intelectuales?

Claro, es que muchas veces los intelectuales deben saber que esa gente es víctima de las noticias falsas, una cosa que tendremos que atender en el futuro porque las derechas van a ganar en Europa gracias a las fake news. Steve Banon ha creado todo esto, el gran teórico de la derecha americana. Aquí está intentando en Europa hacerse fuerte con los Salvini o los Orban, y ese peligro en Europa yo lo veo con mucha preocupación. No podemos despertar esas fuerzas neofascistas. Nosotros en Portugal y España, que vivimos una dictadura tan larga, tenemos que estar atentos.

Parte del gobierno de España, le han usado como referencia intelectual. No sé si siente cierta responsabilidad, y cómo cree que lo están haciendo

Yo escribí un libro hace un tiempo titulado Izquierdas del mundo, uníos. Es un poco mi preocupación, que las izquierdas no se unan con la derecha, sino entre ellas. El PSOE es un buen ejemplo de esto. Tengo amigos en Unidas Podemos y también en el PSOE. Tenéis a un intelectual como Castells y muchos otros ministros y ministras, muy interesante. Para mí la idea es que nos podamos unir, sin perder la identidad. Hay que ser pragmáticos, pero no vender el alma.

En España es buena noticia la aprobación de la renta mínima y me quedo con la idea de que la unidad no hace perder el alma y la identidad de las izquierdas.

La situación es muy difícil. Tienes a una derecha muy agresiva. Además de que vienes de una transición muy mal hecha, basada en el pacto, a diferencia de lo que pasó en Portugal donde hubo revolución, y eso se paga. Están los intereses económicos y la gestión de las nacionalidades, que el estado no ha sabido muy bien tratar democráticamente. Evidentemente, hay problemas, que son los que han dificultado la unidad de las izquierdas, pero esa disputa política va a seguir después y ahí habrá enfrentamientos y la derecha pedirá represión, que es lo que quiere. Hay otro problema en España que es el sistema judicial, conservador y monárquico, lo que no hace que espere cosas buenas en un futuro, porque creo que el sistema judicial puede ser utilizado para parar medidas de calado en España.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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