Ocio y cultura

Xavier Domènech: ''El coronavirus ha puesto de manifiesto que el sistema autonómico es fallido"

El historiador y ex portavox de En Comú Podem publica 'Un haz de naciones', un ensayo en el que indaga en la relación entre el Estado y la plurinacionalidad de España desde el siglo XIX hasta el 'procés'

Xavier Domenech en una entrevista en la SER / CADENA SER

El coronavirus parece que ha sido un paréntesis de todo lo demás, pero en realidad solo ha sido un acelerador de procesos que ya estaban presentes. Por ejemplo, la crisis del estado de las autonomías, como destaca Xavier Domènech. El historiador y excoordinador general de Catalunya en Comú y ex secretario general de Podem, ha publicado Un haz de naciones, de la editorial Península. Un ensayo en el que analiza la crisis política y territorial que vive España. Para ello se remonta a 1830, cuando se establece el estado liberal en España. Es en ese momento cuando surge un proyecto alternativo: republicano, socialista y federal, que irá emergiendo en distintos momentos de la historia de España.

Su libro no habla del coronavirus y de la gestión de la crisis por parte del gobierno central y las autonomías, pero sí de otros momentos donde el estado autonómico ha fallado, como el Plan Ibarretxe, el procés o la España Vaciada. El coronavirus es otra nueva crisis que pone en evidencia, dice el autor, la necesidad de un gran pacto, para salir de la crisis monárquica, política, territorial y social que vivimos.

El suyo es un libro que habla de republicanismo, monarquía y cómo se han frenado los intentos por impulsar un federalismo en España, viendo lo que está ocurriendo ahora mismo con el Rey Emérito en Emiratos Árabes, la primera pregunta es casi obligada:  ¿estamos ante la enésima consecuencia o, más bien, ante la causa de la crisis de estado que, asegura en el libro, vivimos?

La crisis de estado que estamos viviendo en los últimos años, ha tomado un especial cariz en estos días. Esto viene de una crisis que ya se intentó superar con la abdicación de Juan Carlos I, pero la crisis de la legitimidad de la monarquía se agudiza cada año, y además con episodios un tanto rocambolescos, como los que estamos viviendo estos días.

Normalmente, para explicar todo lo vivido con el procés, siempre se va a la segunda república, usted va más atrás, a la gloriosa, pasando por la primera república, para explicar que las raíces del problema son más profundas... ¿por qué?

Yo viví intensamente una parte de esa crisis política a nivel institucional, ya que era portavoz de En Comú Podem en el Congreso. Lo que me preocupaba, muchas veces, era que la lectura que se hacía era extremadamente política. Parecían que eran movimientos tácticos y estratégicos desde distintos sectores políticos sin más, y de ahí se derivarán una serie de diagnósticos que llevaban al fracaso en la gestión del problema, pensando que lo que vivíamos era un simple suflé. Entonces, en el libro, más allá de que hay teoría política detrás, como en cada conflicto de las sociedades contemporáneas, quería situar la raíz del problema. Es un viaje que va desde nuestro propio presente hacia el pasado, a las raíces más profundas de todo. Las intento situar en el siglo XIX, en la construcción del Estado Liberal y cómo el modelo de construcción que se da en España conllevará una serie de consecuencias políticas que derivaran en unos conflictos concretos. Como historiador, y siguiendo al maestro Fontana, intento construir herramientas para ver el presente, pensando históricamente.

Ahí destaca la figura de Pi i Margall, más que ningún otro político de la Segunda República, para entender esa idea de federalismo y plurinacional que casi cambia el signo de España, ¿qué tiene el proyecto de Pi i Margall de positivo y qué pasó para que fracasara?

La posición del Estado liberal español es una posición hecha desde las élites, que quieren mantener su posición económica y que nosotros conocemos como capitalismo, que tiene muy poca base social y eso conlleva varios factores. Es liberal y monárquico, porque es un pacto de una parte del viejo régimen con la monarquía y las nuevas élites burguesas. No es democrático, porque no cuenta con un proyecto de mayorías, sino que excluye a la mayoría de la población. Es profundamente centralista. En un país con la diversidad cultural, lingüística como la de España. Frente a esto, quiénes dan una visión alternativa son Republicanos, que son directamente demócratas y los demócratas son directamente redistribuidores de la propiedad. Se dan las tres cosas. Dentro de esa corriente muy amplia de un republicanismo socializante sobresale una figura política que es Pi i Margall, que sintetiza mejor todo esto con la articulación del gran partido republicano que nos llevará a la Primera República Española. Y la idea es la construcción de la base, una idea de soberanías compartidas, que van desde lo municipal a lo que ellos llaman estado. Se habla de un Estado catalán, un Estado andaluz, un Estado gallego, estados que se federan. Ese es un proyecto que, no solo es una forma de estado diferente, frente a la monarquía una república, sino también una redistribución del territorio y de la propiedad, de la gestión socioeconómica. Es un proyecto de una potencia enorme, es un gran referente europeo. Se va a crear paralelamente en el momento en que en Francia se da la Comuna de París. Es el momento en el que Engels habla de que el único socialista que hay en España es Pi i Margall. Es un proyecto que trata de rectificar las bases de lo que fue el estado liberal español. Fracasa por un golpe de Estado, como vuelven todas las monarquías en España. Fracasa también porque la capacidad de construir esa alternativa federal republicana tiene contradicciones también. El golpe de estado se atribuyó al cantonalismo y a las contradicciones del bloque republicano, pero en realidad hay algo fundamental. 

¿Hay federalistas ahora mismo en España? ¿El PSOE podría llegar a apoyar un federalismo?

En el libro cuento la idea de Podemos de ese federalismo y lo que conseguimos en esas elecciones. En el caso del PSOE, pues Pedro Sánchez gana la secretaría general con dos ideas: el pacto con Podemos y el Estado Federal. Hay una base socialista que cree en el federalismo. En España ha sobrevivido mucho una tradición de la soberanía como indivisible e inalienable, que viene del absolutismo. Intento explicar que hay una tradición alternativa, que es democrática, que viene de Estados Unidos, de la revolución americana, que es la tradición del republicanismo español del siglo XIX. Esa idea de soberanías indivisibles no se practica con la Unión Europea, con soberanías compartidas; pero cuando hablamos de la realidad de España, parece que sea imposible. Creo que ahí Podemos ha desempeñado un papel importantísimo, y debe seguir jugándolo. Pero creo que hay más actores que pueden jugar ese papel y sería interesante un nuevo pacto fundacional, que sea la expresión de muchas voluntades.

¿Cómo ha afectado o cómo va a afectar la crisis del coronavirus al modelo autonómico actual? ¿Va a crear más centralistas o más federalistas?

Lamentablemente no hemos pasado la crisis del coronavirus y es complicado hacer todavía análisis. Pero en la parte del libro intento analizar las que han sido las tres grandes crisis territoriales y de soberanía. Por un lado, el Plan Ibarretxe, por otro, lo que se conoce como procés y, por otro, la España Vaciada. Para mí es una crisis territorial y una gran crisis nacional española. En la medida en que emergen cada vez más partidos y más candidaturas que expresan claramente que no se sienten representadas por los grandes partidos nacionales. Eso no ocurre solo con partidos nacionalistas, sino también regionalistas, incluso provinciales. El Congreso actual tiene mayor representación territorial de toda la historia, y eso viene de la crisis territorial. Lo que el coronavirus ha puesto en evidencia es una cuarta crisis territorial, en la medida en que ha expresado que el estado autonómico es fallido desde hace tiempo. El estado autonómico ha tenido problemas muy graves para expresar una coordinación de tipo federal. Por mucho que se diga que es casi federal, no es cierto. De hecho, de ahí las contradicciones. Uno puede decir, como no hay una coordinación federal, prefiero entonces un mando único. Pero cuando se da el mando único solo lo puede hacer con el estado de alarma y no tiene desarrollo para hacerlo. Ocurrió con las compras de material sanitario. Pero además, la propia crisis del coronavirus ha centrado esa crisis territorial en el centro. En Madrid. Para muchos, por sorpresa, esto no ha significado un envite desde Cataluña, sí crítica, pero no envite; sin embargo, las grandes protestas han venido desde Madrid. El estado autonómico está fallido, con los recortes draconianos de 2008, que afectaban directamente a las competencias de las comunidades. Es un estado que no ha renovado la financiación autonómica desde 2014, aunque por ley debía hacerlo. El coronavirus ha puesto en evidencia que el modelo está en crisis desde hace mucho tiempo.

Ese desequilibrio entre comunidades autónomas no se ve con buenos ojos siempre desde la izquierda, cuando ya hay una asimetría con País Vasco y Navarra, que tienen una financiación propia, ¿por qué en el caso de Cataluña es distinto? ¿Por qué cuando Cataluña pide un sistema distinto de financiación es cuando surgen las críticas a la desigualdad del estado?

Hay tres niveles. Primero la confusión entre homogeneidad e igualdad. Es decir, aquello que es homogéneo no siempre es igual. De hecho, muchas veces la igualdad se consigue con la diversidad. Homogeneidad no siempre es igualdad y a veces diversidad sí lo es. En ese sentido, creo que hay que señalar que el Estado Autonómico no es homogéneo, porque tiene realidades diferentes. Un territorio como Andalucía tiene mucho más terreno que Murcia y eso ya es desigual de por sí. A partir de aquí se trata de aplicar a esa diversidad para conseguir igualdad, políticas que traten de ser forzosamente asimétricas. Luego está el caso de País Vasco y Navarra, que nadie se fija en Navarra pero no tiene ni estatuto, sino una ley que se basa en los acuerdos de la Primera Guerra Carlista que vienen del Abrazo de Vergara. País Vasco y Navarra vieron como se respetaban sus fueros porque en la Guerra de Sucesión estaban a favor de los Borbones. En Cataluña, sin embargo, no se mantuvieron los fueros porque apoyaban a los Austrias. Eso se ha mantenido, en diferentes fórmulas, hasta nuestro presente. Por eso cuando se dice "es que fuera de la Constitución no hay nada"; pues mira, hay muchas cosas, que son previas a la Constitución: los fueros, la Generalitat de Cataluña, la propia monarquía. En el caso de País Vasco y Navarra consiguieron tener un sistema de financiación propio.

¿Lo que acabó de romper todo fue la sentencia contra el Estatuto de Cataluña?

El primer estatuto de autonomía nace en Cataluña. Eso ocurre en la Segunda República. Y en el 78, la constitución de la autonomía catalana es la matriz para el sistema de autonomías de España. Marca al resto de Estado. Ese Café para todos se funda, en gran parte, en Cataluña. Eso significa que cuando el estado autonómico entra en crisis en Cataluña, entra en crisis en todo el estado. Cuando se aplica el 155, se vive una excepcionalidad en todo el estado autonómico. Cuando se da la sentencia del Estatut en 2010, eso afecta a todo el estado. Y lo explico en el libro y afecta, sobre todo, a la financiación. Con Cataluña se estableció una dialéctica muy intensa. Eso genera consideraciones muy difusas, parece imposible que Cataluña se plantea tener un modelo de financiación propio, cuando País Vasco y Navarra siempre lo han tenido. Ese ha sido el viraje de Ciudadanos, que ha aceptado esa asimetría.

El libro se centra en Cataluña y la crisis reciente, pero habla también de la situación de otros territorios, como Valencia, y la obsesión por dividir Valencia y Cataluña que emerge en la Transición.

En el libro se habla también de esos temas. Es cierto que sale de una experiencia mía y de la crisis con Cataluña; pero me interesan otros casos. Me interesa Andalucía, Navarra y País Valencià o Canarias. Hay muchas realidades diversas. En el caso del País Valenciano es dramático. En un momento donde se puede dar una distribución muy potente del estado autonómico, que se para por miedo a perder el poder central. Eso afecta a Valencia, que aspiraba a tener una realidad autonómica de primer nivel. Se corta con una batalla identitaria durísima. Cuando se habla de que el estado autonómico es federal, hay que señalar que en la constitución solo aparece una vez y es para prohibirlo. El miedo era para que no hubiera comunidades autónomas que se federaran entre ellas. Un federalismo desde abajo que se quería evitar. Había un temor enorme de una unión y eso que no había ningún proyecto político de los Paísos Catans. Se prohíbe la posibilidad de que puedan cooperar dos sociedades con una lengua común. Es el miedo a la constitución de un federalismo desde abajo y al reconocimiento de la plurinacionalidad.

El Pacto de San Sebastián de 1930, previo a la llegada de la II República, reconocía el derecho a la autodeterminación de los pueblos, lo que ya no ocurre durante la Transición. En este momento de crisis territorial y política, ¿se va a dar un escenario similar?

Yo creo que se tendrá que dar, pero por un tema básico. Cada vez es más claro que se ha roto, en gran parte, la idea de bipartidismo clásico, de mayorías absolutas de dos grandes partidos, pero también ese bipartidismo de pactar con partidos nacionalistas. Lo que vivimos en los 90 con CIU y PNV. Eso se rompió en 2015 y 2016, el bipartidismo pasó al museo de la historia de España, pero no se aceptó. De hecho, gran parte de la crisis política de los últimos años, como la reiteración de elecciones, es por no haber aceptado eso. Entonces, la construcción de mayorías, en esta nueva realidad, se tiene que hacer a partir de la pluralidad de actores políticos. Y esa pluralidad ya no permite hacerse solo a partir del temor. Es decir, el temor a que viene VOX, y como viene VOX no podemos hacer nada y tenemos que aceptar lo que hay. Evidentemente, hay miedo a que venga VOX, pero eso no se puede mantener en el tiempo, porque eso no es un horizonte de esperanza compartida. En política es muy difícil mantener proyectos solo en función de la reacción al otro. Se necesitan proyectos compartidos, y eso afecta a muchas cosas, pero sobre todo a la crisis territorial.

¿Y a la monarquía?

También porque tenemos una crisis de la monarquía, porque esta operación ha sido un fracaso que va a agudizar aún más esa crisis. Ese horizonte tendrá que ser republicano, plurinacional y progresista. Y eso se tendrá que pasmar en algo parecido al Pacto de San Sebastián. En España ha existido una gran cultura republicana y muchos proyectos republicanos, pero uno no puede desconocer la capacidad de la dinastía borbónica de crear repúblicas cuando no había alternativas republicanas.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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