Ocio y cultura

Nao Albet y Marcel Borràs, un atraco, muchos tiros y una crisis creativa

El Centro Dramático Nacional estrena 'Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach', escrita y dirigida por Nao Albet y Marcel Borràs, sobre dos tipos que viven una crisis creativa y se debaten entre lo viejo y lo nuevo

Nao Albet y Marcel Borràs en una imagen promocional de su obra 'Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach' / Kiku Piñol

Madrid

Sucursal bancaria de rollo setentero. Dentro, clientes, empleados y movimientos normales de pasta. Entra un tipo y grita: “¡Todo el mundo al suelo, hijos de puta!” Se llama Bobby. Una máscara de payaso le cubre el rostro. Entra otro atracador. Se llama Lafayette. Va vestido con un traje azul eléctrico. Observa el panorama, dispara un par de tiros al aire y les dice a los rehenes, que, como todos los rehenes de atracos en sucursales bancarias están muertos de miedo y tirados por el suelo: “Primero de todo, decirles que no estamos aquí para irle regalando vidas a la jodida muerte”. Dos de ellos se levantan del suelo y se quedan mirando lo que sucede. Uno de ellos dice: “No me lo creo”. El otro sigue observando. Aquello discurre sin mucho sobresalto, el atracador está pidiendo los teléfonos móviles a la gente. Lo hemos visto en miles de películas. Y el otro de esos rehenes que está de pie, mirando, dice: “A la mierda, esta obra es una mierda”. Esos dos tipos son Nao Albet y Marcel Borràs o sus alter ego en su nueva obra, Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach. Estamos en el barrio de Usera, en Madrid, en una sala de ensayos del Centro Dramático Nacional que antes era una discoteca. Al lugar donde están trabajando lo llaman la Sala Bingo. Faltan dos semanas para su estreno en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional.

Antes del ensayo, cuando hemos llegado, Borrás y Albet daban notas a sus actores: Irene Escolar, Eva Llorach, Vito Sanz, Carlos Blanco, Cesca Piñón y Alina Furman. Nos sentamos junto a Rubén, que tira los subtítulos de la obra porque Irene solo habla en ruso, alemán e inglés (luego hablamos de ello) y hay que traducir. Nos cuenta que llevaba un año sin trabajar, que su último curro fue con el Circo del Sol. Todavía no sabemos dónde está Agbanäspach o si existe realmente. Sigue el atraco. Suena What I’d say, de Ray Charles.

Nao Albet y Marcel Borràs llevan a escena una historia sin la cocaína, los viajes de peyote, los casinos y las timbas de poker de su obra Mammon, pero igual de rápida, fronteriza y promiscua en el uso de distintos lenguajes. Aquí hay un programa de televisión, un falso documental, muchos disparos, una loca del cámping, autolesiones de performer y pullitas a directores como Alfredo Sanzol, director del CDN, o José Luis Gómez, exdirector de La Abadía. Albet y Borràs se preguntan en Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach hacía dónde ir, qué tipo de teatro hacer, qué hacen ellos, en qué lugar se encuentran. Porque lo que comienza como un atraco se convierte en una historia sobre esa eterna pelea entre el teatro contemporáneo y el más convencional, entre lo viejo y lo nuevo, con una Irene Escolar convertida en una mezcla de Angélica Liddell y Marina Abramović y un gran nombre de la escena (real), camuflado bajo la apariencia de una abuelita indefensa, que luego sabremos que representa al teatro más clásico, ese que llamamos de texto. Y la clave está en saber cuál de los dos se llevará la pasta al final.

Días después de ese ensayo, hablamos con Borràs y Albet en un estudio de la Cadena SER.

Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach no es una obra nueva. La estrenaron en la sala pequeña del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) en 2013. Pero Albet y Borràs no son los mismos que entonces y el texto tampoco. ”Es la historia de dos tipos en crisis permanente que quieren encontrar su voz”, dice Albet y Borràs explica que “el espectáculo tiene dos grandes temas: por un lado, el thriller, que persigue el tópico de los atracos a bancos y una segunda pata que habla de esa dicotomía entre lo viejo y lo nuevo, las nuevas formas estéticas y las viejas y a eso le hemos dado una forma diferente ahora, hemos profundizado porque esa pregunta que nos hacemos sobre qué teatro hacemos y qué teatro queremos hacer la lanzamos también pero ahora somos más conscientes de que nos gusta estar en medio, no queremos casarnos con una cosa ni con la otra y entonces (en 2013) teníamos la idea de casarnos con lo nuevo”.

El punto de partida de Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach es el encargo que reciben dos jóvenes dramaturgos para escribir una obra de teatro, con la única condición de que gire en torno a un atraco. Y ahí comienzan las dudas de ambos acerca cómo contarlo para que sea realista, para que funcione. La fórmula clásica no se la cree nadie, así que deciden inspirarse en el trabajo de una performer llamada María Kapravof, una gurú del teatro contemporáneo a la que da vida Irene Escolar, y le envían el texto. “Cuando escribimos esta obra, con 22 años, llegamos a reunirnos con Gumersindo Puche, que trabaja siempre con Angélica Liddell, para decirle que queríamos que ella interpretara el personaje. Éramos muy inocentes y muy naif (risas) y evidentemente nos dijo que no podía, pero aun así, nosotros soñamos con esa opción, que lo hiciera ella, que nos desacreditara constantemente en esta farsa que estamos haciendo”, explican. Hay más sobre la Liddell: “Cuando escribimos la obra en 2013 éramos más tontos y más palurdos que ahora, y tuvimos la idea de llamar María Kapravof al personaje de Irene Escolar porque Angélica Liddell tiene apellido de supermercado y pensamos en Kapravof porque el Caprabo también es un supermercado muy famoso. Así somos, este es el nivel”.

“Me cago en vuestro teatro para minorías”, dice uno de los personajes de la obra y en esa frase reside una de las ideas sobre las que gira el montaje. Nao Albet opina que “es verdad que lo nuevo se caga en lo viejo y al revés y eso aparece en la obra y es verdad que el teatro performativo puede parecer elitista, sobre todo en una sociedad que no ha trabajado al espectador hacia esa dirección y es verdad que este teatro más contemporáneo es de difícil acceso”. Cree Borrás que este espectáculo “plantea preguntas que nosotros no hemos sabido resolver”.

Sin embargo, también consideran que “cada vez cuesta más entrar en un teatro y que se pongan a interpretar disfrazados y tal y que te creas esa historia, cada vez cuesta más y no sé muy bien por qué, quizá es por la ficción televisiva, y ese ejercicio para el espectador es más jodido de hacer y también para el artista, y creo que nosotros nos podemos mover bien ahí: si hace falta romper la cuarta pared y hacer juegos meta teatrales, somos los primeros en hacerlo, pero a la vez también nos mola hacer personajes, escenillas, nos ponemos la máscara, nos disfrazamos”, cuenta Albet.

Y en esta espiral de preguntas sobre cómo hacer teatro hoy, también creen que es posible que el teatro más político conviva con el entretenimiento puro y duro: “me gusta pensar”, dice Nao Albet, “que todo lo artístico, para que no solo sea entretenimiento, tiene que tener un componente político, aunque sea muy pequeño”, mientras que Borràs rechaza el adoctrinamiento en el arte: “Cuando veo a artistas diciéndome lo que tengo que pensar me produce rechazo, pero tampoco soy espectador de teatro de ji ji, así que para mí es guay ese punto medio”. Añade  Albet que “mola no dar respuestas, mola que te digan: ¿esto lo has pensado?” Sin embargo, en esta obra, más que lanzar preguntas al espectador, se las formulan a sí mismos: “Es verdad, pero al final una crisis es una pregunta”, dice Marcel Borràs.

Confiesan ambos que no sienten presión con este montaje tras el exitazo de Mammon, que estrenaron en 2015 en Barcelona y tres años después en Madrid, convirtiéndose en la obra de la temporada. Pero reconocen que, "si acaso, estamos más motivados” y, sobre si esta obra es más loca que aquella, creen que, aunque no haya peyote “aquí, estos personajes están más petados, hacen cosas muy heavys por amor al arte”.

Ambos están pensando ya en su próximo trabajo para la temporada 2022/23 del TNC, que dirige Carme Portaceli, en el que especularán sobre el fin de su relación creativa en una obra que hablará “sobre nuestra relación currando juntos, de la relación personal que tenemos, cómo algún un día pudiera ser que muriera y centrarnos en cómo va a terminar y por qué, y darle vueltas a lo difícil que es estar juntos 24 horas currando”.

Ya, pero, al final, ¿quién se lleva la pasta? “Al final, la pasta nos la llevamos nosotros”.

'Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach' se estrena en el Teatro María Guerrero el 5 de febrero.  

 
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