Internacional

Von der Leyen: "Ninguna decisión sobre vacunas se ha tomado sin el consentimiento de los gobiernos"

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, defiende su gestión aceptando que "buscando la vacuna se olvidaron de los problemas de la producción en masa"

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reunida con el comisario de Mercado Interno, Thierry Breton, el pasado 31 de enero. / DPA vía Europa Press DPA vía Europa Press

Bruselas

Diez periodistas, una hora de tiempo y una pregunta cada uno, sin derecho a réplica. La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, entra en la sala y, sin mediar introducción, escucha atentamente las preguntas. Lo hace con la tranquilidad que le ha aportado el hecho de saber que los grandes partidos del Europarlamento apoyan su estrategia. Y que ninguna crítica ha logrado romper, hasta el momento, la unidad europea, a pesar de que algunos gobiernos, como el húngaro, flirtean con la vacuna rusa, que no está incorporada a los contratos europeos.

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No parece sentirse cuestionada por el reto y, aunque obvia responder de manera directa a la pregunta sobre si su credibilidad puede verse afectada por la efectividad de la vacuna Sputnik o por la lentitud del proceso europeo, es evidente que sigue estando dispuesta a ganar la batalla.

Su posición queda clara. Primero, los gobiernos no se pueden quejar porque “desde junio existe un grupo de dirección en el que están representados los 27”. Y mantiene que “no ha habido ninguna decisión que se haya tomado sin su consentimiento”. Un grupo, añade, “que se ha reunido entre 5 y 7 veces cada mes.

Declaración contundente de una presidenta que, hoy, acepta errores: “Primamos encontrar la vacuna y olvidamos las necesidades de producción masiva”. Este es ahora el reto, “especialmente pensando en la mutación del virus”, para la que confía en una cooperación intensiva entre laboratorios para ir adecuando las vacunas.

La presidenta de la comisión también ha reconocido el problema de la lentitud de la Unión Europea: “Soy consciente de que un país puede ser un barco de competición y la UE se parecer mas bien un petrolero”, ha dicho. “Pero esta es también su fuerza”.

Von der Leyen asegura que no puede imaginarse “dónde estaríamos hoy si sólo 2 o 3 países de la UE hubieran podido competir por las vacunas”, y ese es el argumento central de su defensa.

Sabe perfectamente que el Reino Unido ha vacunado más, pero mantiene que “los británicos empezaron unas semanas antes” y, sobre todo, que “han tomado la opción de alargar los plazos entre los dos pinchazos”, justamente la opción que la Unión ha rechazado por entender que “es imprescindible poner la segunda dosis en un plazo máximo de 4 semanas”.

También admite que Israel está administrando más vacunas, pero apunta el problema de la cesión de datos personales a las empresas farmacéuticas, una opción que la UE, según dice, no ha querido tomar.

Para Von der Leyen, el fallo principal está en “haber subestimado las complicaciones industriales y no haber sabido explicar a los ciudadanos que el proceso que comenzaba iba a ser un proceso lento y con potenciales retrasos por tratarse de una experiencia completamente nueva”.

Es una de las lecciones que admite de este periodo delicado. “Si pudiera repetir algo, es lo que cambiaría”, explica defendiendo que el proceso de la Agencia Europea del Medicamento puede ser más lento que el del Reino Unido porque la Agencia estudia con detalle cada demanda de vacuna y la Unión no ha ha querido ir a un proceso de autorización por razón de emergencia de 24 horas.

“Este proceso habría trasladado la responsabilidad de las compañías a los gobiernos y este no es el modelo europeo”, insistiendo en lo que dijo ayer mismo su vicepresidente, Margaritis Schinas.

Por eso reivindica el modelo y, sin pedir paciencia, da por hecho que la UE ha entrado en el proceso de vacunación con un profundo respeto al ciudadano, optando por un modelo respetuoso y seguro.

En marzo, dice, la Unión habrá podido repartir unos 100 millones de dosis y podrá mantener el ritmo, aunque le preocupa la mutación del virus y cree que hay que estar preparados para “otros retrasos en la producción industrial de unas vacunas de segunda generación para las que será imprescindible la cooperación entre empresas farmacéuticas”.

Esta es su posición en la crisis interna que genera la COVID, minando una cierta confianza entre algunos países y la institución que preside. Los críticos son justamente los países más ricos, cuyos ciudadanos, como en Alemania, piensan que solos podrían estar muchos mas vacunados.

Un problema que coincide en el tiempo con el proceso de ratificaciones para aprobar, en los parlamentos nacionales, los acuerdos que han de hacer realidad del Plan de Recuperación Económico, imprescindible en los países donde la COVID deja un terrible impacto en deuda y parados.

Quizás por esto, la presidenta ha querido precisar que el acuerdo pactado entre gobiernos es “solo para una vez”. Un pacto excepcional que ella ha defendido, aunque intentando corregir la impresión de que el proyecto podría abrir la puerta a un nuevo estilo económico mucho más solidario.

“No puedo prejuzgar lo que quieran decidir los gobiernos en el futuro”, ha dicho, afirmando que “lo que han pactado ahora es un Plan de Recuperación exclusivo para afrontar esta crisis”.

 
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