La obra del pintor José Luis Verdes luce en Jaén

El pintor José Luis Verdes nació en Madrid, pero su obra y su vida estuvieron ligadas a Quesada en Jaén. Como perito agrícola, primera de sus profesiones, se trasladó muy joven a la localidad para hacerse cargo de la finca agrícola y ganadera en el cortijo El Salón, junto al Guadiana Menor, donde fueron esparcidas sus cenizas cuando murió a los 67 años.

Este martes ha quedado inaugurado allí, donde pintó y aprendió y, sobre todo, donde vivió, un espacio museístico dedicado a su obra. El espacio que lleva su nombre se encuentra en el edificio del Museo Rafael Zabaleta - Miguel Hernández —casado con la quesadeña Josefina Manresa— en la localidad y que pretende rendir homenaje a su obra, reconocida internacionalmente, en el 20 aniversario de su fallecimiento.

El ayuntamiento, que dirige Manuel Vallejo, y la Diputación de Jaén han sufragado los gastos de esta infraestructura, que superan los 311.000 euros. Con este dinero se ha habilitado una nueva pinacoteca dentro del popular espacio museístico que albergará alrededor de un centenar de obras que muestran la evolución de las diferentes etapas artísticas de Verdes. Muchas de las obras fueron donadas por el artista, otras las fueron comprando los gobiernos municipales. También se podrán ver las 30 piezas de la exposición que el pintor llevó al Retiro madrileño en homenaje a Europa, que ha donado la familia.

Verdes fue un pintor que pasó de la abstracción, que dominaba la pintura europea en sus inicios, los años cincuenta, y después fue parte de esos pioneros españoles que defendieron el realismo crítico y la nueva figuración en los sesenta. La década siguiente fue la de su madurez artística. Además, en ella tuvo su máxima proyección. Verdes hizo la serie de El mito de la caverna, donde se concretó lo mejor de sus investigaciones. Así, pronto logró un reconocimiento internacional muy valioso, obteniendo sucesivamente sendos premios en la Bienal del Mediterráneo, de Alejandría (1972), y en la prestigiosísima Bienal de São Paulo (1977), dos galardones que muy pocos artistas españoles pueden exhibir.

La familia del pintor se ha mostrado muy satisfecha con la evolución del proyecto e incluso ha aportado algunas ideas, a la vez que ha mostrado su orgullo por el hecho de que la obra de su padre esté junto a la de dos grandes artistas como Rafael Zabaleta y Miguel Hernández.