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"La estabilidad emocional es un sesgo de clase": precariedad laboral y salud mental en los jóvenes

"Tengo amigas a las que no se les puede diagnosticar porque tienen que escoger entre pagar la terapia o el alquiler"

La crisis económica ocasionada por el coronavirus deja una juventud precaria y temporal, que no se había recuperado aún del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008

Madrid

Los jóvenes, aunque no han sido los más perjudicados por la crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus, que sobre todo ha afectado a los más mayores, sí sufren otras de sus consecuencias. La falta de socialización –o su traslado a las pantallas– y la crisis económica generada por la COVID-19 han influido sobre sus condiciones laborales y sobre su salud mental.

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Según comentaba este lunes el Banco de España, el panorama que heredan los jóvenes no es demasiado halagüeño. Al contrario, de acuerdo con el director general de Economía y Estadística del BDE, Óscar Arce, "la incertidumbre sobre la renta futura es mayor entre los jóvenes, los trabajadores con contrato temporal y aquellos con rentas bajas".

Y es que la palabra 'incertidumbre' se ha convertido en rutina, en particular para este sector poblacional. Así lo analizaban también los autores del Informe de Juventud 2020, realizado por el Instituto de la Juventud, adscrito al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.

"Esta es la segunda gran crisis que vive la actual generación de jóvenes españoles, cuando permanecían aún abiertas las heridas de la crisis financiera de 2008", introducía la directora general del Instituto de la Juventud, María Teresa Pérez. Se refiere a los niveles de desempleo, que, pese a la recuperación económica de los últimos años, no habían alcanzado aún los niveles anteriores a la recesión de hace una década.

"Tener estabilidad emocional es un sesgo de clase"

En su clínica de Godella, en Valencia, la psicóloga infanto-juvenil Inma Pastor ha percibido cómo los cambios en el estado anímico por la pandemia han afectado en particular a los jóvenes. Sobre todo, lo ha observado en aquellos que compartían piso o vivían con sus familiares, ya que los problemas de convivencia "que antes se diluían, ahora se quedan más concentrados".

Sin embargo, reconoce que a su clínica solo tienen acceso las personas que pueden permitírselo. "Parece que dentro de la precariedad que hemos notado dentro de la sanidad pública, hay sanidades de segunda", indica en referencia a la salud mental Sara Riveiro, estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual y autora del podcast 'Personal y político'.

Por esa razón, ella considera que la estabilidad emocional "es un sesgo de clase", pues no todo el mundo puede permitirse pagar una atención psicológica personalizada. "Tengo amigas a las que no se les puede diagnosticar porque tienen que escoger entre pagar la terapia o pagar el alquiler", pone como ejemplo. Esto, a su juicio, sería visto de manera muy diferente si habláramos de un problema físico y más visible. Sin embargo, añade: "Tal y como un dedo cortado no se pasa con el tiempo, una depresión tampoco se pasa con el tiempo".

Héctor Lasheras, doctorando en Investigaciones Humanísticas y miembro de 'Workforall Project' en la Universidad de Oviedo, se muestra de acuerdo. A su juicio, de nada vale que se hagan políticas, si no se realiza "una inversión" que facilite el acceso a la atención psicológica. Eso sí. Con la suficiente frecuencia para tratar una enfermedad o trastorno, ya que, como indica la psicóloga Inma Pastor, las citas "una vez al mes o cada mes y medio" de la sanidad pública no son efectivas.

"Estamos viviendo en la utopía erótica del capitalismo"

"¿En qué edad somos válidos?", cuestiona Lasheras, que cree que el contexto laboral tiene mucho que ver con la salud mental de los jóvenes. Bajo su punto de vista, si el sistema establece que el período de formación se extienda hasta los 30 y que, a partir de los 45, los parados de larga duración ya no sean válidos, "¿somos 15 años útiles al mercado?". "No tiene sentido", concluye.

Y es que, según él "estamos viviendo en la utopía erótica del capitalismo: somos baratos y bien formados". Este concepto se relaciona con otro tema que Riveiro considera de gran relevancia: la normalización de las prácticas y las becas. "No me llegan los dedos de las manos para decirte cuántas amigas tengo en este momento trabajando gratis. No aprendiendo, sino cubriendo el trabajo de un empleado a jornada completa".

En su opinión, aunque muchas personas opinen que al ser joven hay que "pasar por el aro y después mejorará", Riveiro subraya que "hay gente de 30 años que todavía no ha cobrado jamás el salario mínimo interprofesional y que ha vivido de contrato de tres meses en contrato de tres meses". Así, indica que esto supone "una barrera" para quienes no se pueden permitir "trabajar gratis", además de acostumbrar al resto a que "es lo que hay".

El problema, según Lasheras, es que el SMI "está pensado para las personas que trabajan todos los días", pero los jóvenes "son temporales y son parciales". "Se vende que nos encanta", ironiza Sara, que defiende que lo que realmente desea la juventud es "pagar el alquiler".

Las mujeres se han visto especialmente afectadas por la 'otra pandemia', la de la salud mental, según el Informe de Juventud 2020 / Justin Paget

Consecuencias sobre la salud mental

"Lo que pasó en el Congreso demuestra que la salud mental está estigmatizada", dice la psicóloga infanto-juvenil Inma Pastor, en referencia a la frase que dedicó el diputado del PP Carmelo Romero al líder de Más País, Íñigo Errejón, en la Cámara Baja el pasado mes de marzo. "Vete al médico", exclamaba Romero después de que Errejón hablara de la situación de la salud mental tras el confinamiento.

Pastor considera "vergonzoso" que las enfermedades mentales no se sitúen aún al nivel de los padecimientos físicos. "Sobrevivir no es vivir. Si estamos buscando un estado de bienestar, ¿qué hay más importante que la salud mental?", se pregunta esta profesional sanitaria.

Por su parte, Lasheras cree que no se habla tanto como se debería de salud mental a causa de "una concepción de la meritocracia". "Es decir, lo que tengo, sea bueno o sea malo, es mi problema, porque para eso soy un sujeto individual y estoy en una sociedad individualista donde el sentido de comunidad se ha perdido", explica.

¿Y cuál ha sido la solución hasta ahora? Según él, la farmacológica, que es "la más rápida". "Estamos normalizando cosas que no deberían ser normales", sostiene. De hecho, de acuerdo con Pastor, esto supone que algunas personas lleguen a ver sus propios problemas de salud mental "como algo secundario" y que pueden solucionar por sí mismas cuando pueden requerir ayuda de un profesional.

Cuestión de género

Entre los jóvenes, no todos se han visto afectados por igual. De hecho, Pastor asegura haber percibido un aumento en la necesidad de atención psicológica por parte de las mujeres. Esto coincide con lo que señala el Informe de Juventud, que muestra cómo tanto el hecho de compartir piso como el de ser mujer han sido factores relacionados con sufrir estrés durante el confinamiento.

De acuerdo con Lasheras, es necesario realizar un "estudio de género", lo cual, por ejemplo, también se percibe a la hora de hablar de síndrome del impostor. "Es cuestión de género" dice el doctorando. Además, según Riveiro, "el síndrome de la impostora" también es "un concepto de clase". "Pocas veces he visto a una persona rica que no se sienta capacitada para hacer algo", opina.

No obstante, pese a todo lo negativo que han traído consigo ambas crisis económicas, la autora de 'Personal y político' considera que "lo único bueno de que todo esté tan mal es que va a haber una reacción". A su juicio, es necesario que los jóvenes se involucren en política, porque "política es todo": "Parece que la política es simplemente los debates que hay en el parlamento de no sé quién dijo qué y política es cuántas horas puedes ver a tus amigas a la semana o cuánto te va a costar el litro de leche".

Como indica la joven, es importante que la juventud "esté presente", ya que "las decisiones que se toman ahora son nuestro futuro". Por ello, considera que este tema no va a salir del debate público una vez se acabe la pandemia. "Es una semilla que se ha plantado, que va a florecer y que se va a notar con el tiempo", sentencia.

 
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