De Brasil a Nueva Zelanda: el reencuentro de una familia tras 27.000 kilómetros y dos años y medio sin verse
En medio de la pandemia, Lucía, su marido y sus dos hijas, de 5 y 9 años, han viajado desde Brasil, uno de los países con la situación más complicada por el coronavirus, a Nueva Zelanda, con tan solo 18 casos activos y provenientes del exterior
Madrid
Tras un viaje de 18 días -incluidas las dos semanas de cuarentena- y con 27.000 kilómetros a sus espaldas, Lucía, su marido y sus dos hijas, de 5 y 9 años, se han reencontrado con su familia en Nueva Zelanda. Dos años y medio después de dejar España y empezar una nueva en Brasil, la pandemia de coronavirus irrumpió en el país y cambió su rutina -y la de todos- por completo.
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Brasil ha sido uno de los países más golpeados por el coronavirus, con 15.519.525 casos confirmados y 432.628 fallecidos hasta el momento -lo que lo convierte en el tercer país del mundo con más contagios y en el segundo con más muertes-. Esta familia llegó allí en enero de 2019, cuando Lucía dejó su trabajo como periodista en España y su marido cambió de empleo.
Poco más de un año después, la llegada del SARS-CoV-2 modificaba la forma de vida de muchos ciudadanos del mundo. Como una de las excepciones, Nueva Zelanda, donde se han confirmado en total 2.289 casos de COVID-19, la mayoría en el principio de la pandemia. Ahora, tan solo hay 18 casos activos -todos provenientes del exterior- y el día a día parece el de prepandemia.
"Hemos ido del país que peor estaba al que mejor está", cuenta Lucía, que tras una odisea de "18 días, cuatro PCR, 27.000 kilómetros, cuatro aviones y un autobús" ha logrado volver con su familia a Nueva Zelanda, de donde es su marido.
Lucía cree que la buena situación se explica por las duras medidas que se han encontrado a su llegada. Después de 40 horas de viaje por la única ruta abierta a Nueva Zelanda -de São Paulo (Brasil) a Doha (Catar), de Doha a Brisbane (Australia) y de Brisbane a Auckland (Nueva Zelanda)-, se enfrentaron a 15 días de cuarentena estricta, durante los cuales los cuatro permanecieron encerrados en una habitación de hotel. "Entienden ustedes que tenemos que tratarles como contagiados, aunque no lo estén", les dijeron a su llegada.
Un abrazo muy emotivo
Al llegar a Auckland, ya 'solo' les separaban de su familia dos semanas de confinamiento. Lucía se muestra impresionada por todas las medidas que se les aplicaron, en particular por el contraste que estas suponen con las de otros países. "A mí me parecía imposible que se escape nadie de ahí con COVID", dice, en referencia a los controles. Ella considera que la inversión que han hecho en medidas en Nueva Zelanda es "salvaje".
Pone como ejemplo de la dureza de las restricciones al llegar el único momento en el que salieron a estirar las piernas al aire libre en esos 15 días. Después de haber recibido una pulsera azul, que significaba que no habían dado positivo en la primera de las tres PCR que les hicieron durante su estancia, los llevaron a un "recinto vallado con señales anticovid y dos guardias con su indumentaria anticovid vigilando" a 40 minutos en autobús del hotel. "Solo podíamos andar en círculos, separados entre nosotros y sin hablarnos", comenta.
Dice que su salida del hotel tras el aislamiento les recuerda a las imágenes de "la llegada del ser humano a la Luna". "Salieron muy despacio, como a cámara lenta. De repente, cierran la valla detrás de nosotros en el hotel y estábamos fuera", cuenta. Explica también su momentánea confusión cuando los amigos que les esperaban en la puerta les dijeron: "Quitaos la mascarilla que, si no, la gente os va a mirar raro".
Aunque no saben cuándo podrán volver a su casa en Brasil, el regreso a Nueva Zelanda ha dejado fotografías como la del abrazo de las niñas a su bisabuela, que cumplirá 99 años en los próximos días. Esta imagen se produjo después de que fuera ella quien se acercara a sus bisnietas, que, "tímidas", "no sabían si podían abrazarla o no".
Lucía espera poder volver pronto a España a visitar a su familia. Prevé hacerlo como escala en la vuelta a su hogar en São Paulo. Sin embargo, informa de que no podrá hacerlo hasta que el Gobierno neozelandés considere seguro viajar a Brasil, ya que, en caso contrario, tendrían que volver a pasar por el mismo proceso de vuelta a Nueva Zelanda. De momento, ahora les queda aprovechar el tiempo en el país oceánico tras ese periplo de 27.000 kilómetros recorridos.