El llanto de Enisse y Abraham, los bebés "nacidos en el camino" y rescatados en la oscuridad
Los bebés, de ocho y nueve meses, y de madres marfileñas, han sido rescatadas esta noche por el barco 'Astral' y la Guardia Costera Italiana en una barca sobrecargada en la que viajaban 19 personas, entre ellas, otros dos niños y ocho mujeres
La tripulación del barco de la ONG Open Arms ha estado tres horas acompañándolos desde el atardecer hasta casi las once de la noche cuando finalmente han subido a bordo del buque de salvamento italiano
Rescate de personas a bordo del 'Astral'.
Lampedusa
Escuchar a un bebé llorar desconsoladamente siempre remueve a cualquiera. Imaginen esos lloros en la oscuridad, en alta mar, en una patera a la que se le ha estropeado el motor, donde casi no queda agua ni comida y donde su vida está en riesgo. Ahora dejen de imaginar, porque no es necesario, la situación es real. Esta vez son dos bebes de ocho y nueve meses, sucede casi cada noche, en aguas del Mediterráneo o en las del Atlántico.
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Obviamos su existencia, solemos mirar hacia otro lado salvo que nos enteremos de la enésima tragedia. La diferencia es que esta vez los estamos viendo y escuchando porque han llegado a tiempo de ponerles a salvo. Enisse y Abraham lloran a pleno pulmón, por hambre, por miedo, y quién sabe si por rabia de no entender por qué están ahí, por qué las condiciones de sus países son tan comprometidas para tener que salir de ellos o por qué Europa sigue sin articular vías para que ni recién nacidos, ni nadie, tengan que jugársela en patera para cruzar a esta orilla privilegiada del planeta.
El llanto de Enisse y Abraham, los bebés "nacidos en el camino" y rescatados en la oscuridad
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"Los bebés tienen miedo. Ayúdennos"
"Ella se llama Enisse, tiene 8 meses, yo me llamo Aminata, somos de Costa de Marfil". En popa y rodeada de sus 18 compañeros de viaje es la primera en presentarse. Tiene 24 años. "El mío se llama Abraham, tiene 9 meses, yo soy Mislie, somos también de Costa de Marfil, los bebés tienen miedo. Ayúdennos", reclama la otra mamá situada muy cerca de la borda de proa donde la vemos dar recurrentemente el pecho a Abraham para intentar que deje de llorar desesperadamente.
Estamos en pleno rescate, largo, tenso, el tercero de la jornada del martes de la tripulación del Astral. Esta vez con todos los esfuerzos para mantener la calma de los 19 ocupantes de esta barca de pescadores, construida para que faenen como mucho dos marineros artesanales y que hoy va tan cargada que flota apenas un palmo sobre las olas. Hay otros dos niños de menos de 10 años y otras seis mujeres.
La angustia se acelera, los lloros sobresalen incluso por encima del ruido el motor de la barca auxiliar del Astral que acude a auxiliarles. El buen estado de la mar y el haber sido encontrados a tiempo ha evitado una nueva tragedia.
"Mi bebé nació aquí, de camino"
"La situación en mi país no va bien: la crisis económica, la guerra. Hay muchas cosas por las que he tenido que dejar mi país. Mi bebé ha nacido aquí, en el camino, di a luz en Túnez, salí de Costa de Marfil hace 19 meses", explica a la hora del inicio del rescate Mislie, la mamá de Abraham, una de las más inquietas.
"Los bebés no pueden seguir más tiempo aquí", repite varias veces. "Yo soy esteticién, me gustaría trabajar en una peluquería. No tengo familiares en Europa, mi futuro es trabajar y ganar un salario, eso es lo que quiero", sueña a los 20 años ya con el cielo estrellado. en medio del Mediterráneo.
Llamadas pidiendo auxilio de pescadores tunecinos
La situación de la barca era comprometida desde que la avistaron unos pescadores tunecinos a media tarde cuando empezaron a llamar desesperadamente por radio al centro de control de Lampedusa. "!Vengan aquí!", gritaban agobiados porque la patera estaba hacinada, con el motor averiado y veían en peligro la flotabilidad de ese pedazo de madera en el que se jugaban la vida un total de 19 personas sin apenas espacio para moverse en su interior .
"Está entrando agua, tenemos frio, llevamos desde las dos de la madrugada de ayer de viaje, ¿Cuándo vienen los italianos?", pregunta sobre las diez de la noche un inquieto Fadiagu, de 26 años, de Mali, en concreto de Kayes, de la región de Nioro Du Sahel, cerca de Kita, una zona desde donde suelen partir muchos malienses que acaban en la ruta migratoria hacia Canarias.
"He salido de mi país porque allí no hay esperanza , solo busco una oportunidad para trabajar", explica, mientras achica el agua que sigue entrando en la barca, que ha estado cuatro meses en Asfax, en la costa tunecina, hasta que ha podido encontrar la patera con la que cruzar el Mediterráneo.
Palabras para calmar
A medida que pasan las horas, los tripulantes del Astral siguen hablando con ellos para calmarles. En la operación de los rescatadores españoles, que comenzó pasadas las 7:00 de la tarde, los movimientos se desarrollan rápido y siguiendo los protocolos que tienen muy ensayados después de más de cinco años de actividad de Open Arms rescatando a estos náufragos del sistema de fronteras europeo.
Lo primero es asegurarles ante cualquier impedimento, repartiéndoles chalecos salvavidas, incluidos unos minúsculos especiales para bebes. Después, comprueban que no hay ningún caso médico de urgencia, comienzan a hablar con ellos, que piden agua y comida, llevan muchas horas de viaje. Repartidas las botellas, barritas energéticas o galletas, son las mamás las que están más nerviosas, preguntan todo el rato cuando las van sacar del agua, que los bebes tienen mucho miedo, que tienen frío.
Una barca llena de historias
La barca está llena de historias, como la de un joven agricultor de Gambia, las de otros veinteañeros de Abidyan, la capital de Costa de Marfil, el país de procedencia de la mayoría de estas 19 personas que han vuelto a apostar su vida y su futuro ante el Mediterráneo. Mientras, en la popa de la barca dos jóvenes agarrados de la mano sonríen y pasan las horas mucho más relajados, como si no fuera con ellos, es su particular viaje de novios con el que esperan empezar una nueva vida juntos en Europa.
Un rescate complicado, pero culminado con éxito
"Ha sido un rescate más complicado porque se nos ha hecho de noche, entraba agua en la embarcación, había ocho mujeres y cuatro niños, entre ellos dos bebés que no dejaban de llorar, y eso crea un poco más de nerviosismo entre ellos. Estaban cansados, llevaban desde las dos de la madrugada del día anterior en la barca y entonces todo eso acumulado más las tres horas que ha tardado en llegar la Guardia Costera ha añadido un poco más de nerviosismo pero finalmente han llegado y se ha conseguido acabar bien el rescate ", explica Maitane Carnero, una de las dos socorristas que ha estado asegurando la barca repartiéndoles los chalecos, el agua o los alimentos y tratando de tranquilizar al grupo, que a ratos se desesperaba porque seguían a merced de las olas y la patrullera italiana se retrasaba.
Enisse y Abraham, los dos bebés nacidos en el camino, que no paraban de llorar, pisan ya tierra firme. Han dormido en Lampedusa, donde este martes han sido conducidos varios centenares de migrantes y refugiados rescatados en unas aguas que suman casi 39 mil vidas salvadas en lo que va de año. Enisse y Abraham llegan a una Europa, la de sus gobernantes, que no quiere escuchar sus lloros ni los quiere a ellos ni a sus madres. Hace más de 30 años que nos hacemos los sordos con todo lo que sigue sucediendo en la frontera sur europea.
Otra embarcación con 23 personas a bordo
Este miércoles hemos asistido a un nuevo rescate de inmigrantes en el Mediterráneo a bordo del Astral: 23 personas, entre ellas dos mujeres (una de ellas embarazada de 6 meses) que viajaba con su marido y otros tres hijos (de 3, 5 y 11 años). En la embarcación, localizada a unas 15 millas de Lampedusa, viajaban además media docena de adolescentes.