Almudena Grandes, la novelista total de corazón rojo
La vida de la escritora estuvo marcada por su compromiso político y por la literatura
Almudena Grandes fue una mujer incisiva, comprometida con su tiempo y con su país. Capaz de poner rostro al dolor inhumano de la Guerra Civil, de pasarlo por el tamiz de la ficción, de llevarlo a las casas de las lectoras y los lectores que hoy lloran su muerte.
Nacida en el madrileño barrio de Malasaña, Grandes siempre fue una niña empoderada, dice que gracias a su abuelo, que le regaló la Odisea, el que la acercó a la literatura, esa que se lee en primera persona del plural. "Era muy gorda y era muy peluda, nunca me eligieron para hacer de angelito en la función del colegio y nunca se ve el mundo igual si eres angelito o si eres árbol, que es lo que siempre me tocó a mí", le contaba a Pablo Iglesias en una entrevista. Esa mirada del mundo fue la que plasmó en sus novelas y en sus artículos. Las que consiguieron que reformulara las formas de contar el sexo, el amor y también la guerra.
"En mi adolescencia yo fui muy huraña. O te da por quemarlo todo... Yo estaba todo el santo día leyendo, he leído mucho siempre, pero a los 16 era increíble lo que yo podía leer y estaba todo el día leyendo, no salía, no tenía amigos, no me llevaba bien con nadie, también fui muy inadaptada, y cuando llegué a la Universidad empecé a ser más normal". Contaba que aprendió escribir mientras veía al fútbol, al Atlético de Madrid, el equipo de su abuelo y su padre. En su familia, como en todas las familias, los niños se ponían a dibujar y ella como no sabía, escribía.
Los cuentos fueron el primer género con el que se atrevió. Cuando acabó la carrera escribía por encargo, lo que fuera, hasta pies de fotos, corrigiendo estilo. "Me daban guías turísticas, un texto de punto de cruz... me pagaban 800 pesetas por folio". Su primer éxito due Las edades de Lulú. Novela que fue un hito, que cambió la forma de entender qué era eso de la pasión. Eran los años ochenta y Grandes se convirtió en una de las escritoras con más éxito en ventas. En aquel libro, ganador del premio La sonrisa vertical, que emocionó a Bigas Luna y con el que estuvo nominada al Goya a mejor guion, Almudena Grandes rompía con su infancia de colegio de monjas para dejar claro que el bien y el mal eran convenciones sociales. "Yo cumplí 20 años en los 80 y queríamos distanciarnos de la geneción de nuestros padres, donde el pecado era delito. Uno de los lemas de mi generación fue vivamos el exceso sin sentirnos culpables".
Ese libro inició a muchas jóvenes en la literatura. Que siguieron a la escritora en sus novelas posteriores, como Te llamaré Viernes o Malena es un nombre de tango, también adaptada al cine por Gerardo Herrero, donde escribía algo tan elocuente como esto: “Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana y que nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente".
Fue la novela más autobiográfica, como reconocía en la Cadena SER: "Esa sensación que tiene Malena cuando es pequeña de que ella no es suficientemente buena para ser niña, y que le iría mejor siendo niño, esa sensación tiene que ver conmigo, con lo que sentía yo de pequeña. Yo no entendía por qué a mí me tenía que pasar cosas que no me pasaban, desear por todos los medios tener hijos, desear por todos los medios tener siete hijos, cosas que se suponía que tenían que pasarte, y a mí no me pasaban, y yo era torpe, muy poco delicada, entraba en una casa y tiraba un jarrón".
Amante del latín, finalmente, estudió historia, por insistencia materna. Una carrera que le ayudaría más de lo imaginado. En sus novelas empezaron a colarse los restos del pasado español. "He escrito sobre la Guerra Civil, pero no he escrito ninguna novela de la Guerra. El corazón helado es una novela de la memoria, no del pasado, no de la Guerra. Y los episodios son novelas de la posguerra. En Malena es un nombre de tango, está, aparece, porque es el acontecimiento que ha marcado la historia de España del siglo XX, y cuando hablo de la historia de España, no hablo del Estado español, hablo de las familias, y desde luego, que ha marcado a mi generación", reconocía la escritora.
Fue con una historia aparentemente banal como se dio cuenta de que la línea del progreso en nuestro país no era en línea recta. Su abuela le contó que vio a una actriz desnuda en el teatro, algo que una niña durante el franquismo no podía hacer. "Y desde ese momento intenté comprender por qué, siendo yo la nieta de mi abuela, no me podía creer su vida verdadera, qué había pasado en este país para que los nietos no pudiéramos creer la vida de nuestros abuelos. Y a partir de ese momento, le he estado dando vueltas a lo de siempre, a qué significa haber nacido en España en 1960, a qué significa haber vivido en un país tan raro, y yo diría incluso tan anormal como este".
En ese momento descubrió la clave de muchas de sus novelas: cómo a través de relatos cotidianos podría contarse la historia nacional de un país. Lo hizo con una serie de novelas, Episodios de una guerra interminable, un proyecto narrativo con seis novelas independientes que narran momentos de la resistencia antifascista entre el 39 y el 44. Episodios que podrían ser perfectamente el germen de un guion para una serie de Netflix o de HBO, por su manera de representar a las mujeres españoles durante la guerra y la posguerra. Una serie que homenajea a otro de sus escritores de referencia, junto a Buñuel y Homero, Boris Vian, Benito Pérez Galdós. En 2010 estrenó la primera Inés y la alegría. Después llegó El lector de Julio Verne y Las tres bodas de Manolita. Luego Los pacientes del doctor García, Fue con esta entrega con la que logró en 2018 el Premio Nacional de Narrativa.
"Cuando recibí la noticia del premio pensé en los españoles y españolas que se han acercado a mí durante este tiempo para contarme que su abuela le pasó lo mismo que cuento en estas novelas, que su abuelo estuvo no sé dónde... He llegado a sentir que este es un premio colectivo que comparto con toda la gente que se ha reconocido en Los pacientes del Doctor García y eso hace más emocionante el premio. Soy yo la que tengo que dar las gracias a los lectores".
La memoria fue un campo de batalla. Votó a Izquierda Unida en carias ocasiones, sobre todo cuando su marido, el poeta Luis García Montero, encabezó la lista para la Comunidad de Madrid. En las elecciones de 2015 dijo que no diría a quién iba a votar y que no se sentía representada.
Mujeres empoderadas
No le gustaba la palabra, pero reconocía que ella lo fue desde niña y que sus personajes femeninos eran así. Si la defensa de la memoria la defendió en su vida privada y en su obra, también el feminismo. Desde los micrófonos de la SER defendía la huelga del 8 de marzo. Desde sus novelas configuró personajes fantásticos, llenos de aristas, de pasiones y de vida.
"Mis primeras novelas, que eran novelas muy testimoniales, en las que yo conté cosas que estaba muy cerca de mi vida, porque conté conflictos de identidad de las mujeres de mi edad, de mi ciudad, de mi país, tenían lectoras fundamentalmente femeninas, y había muchos hombres que no leían esos libros", reconocía. Algo que cambió con El corazón helado. "Descubrí que, curiosamente, la memoria histórica le interesa más a los hombres que a las mujeres. Entonces ocurre que ahora soy una escritora privilegiada que tiene la suerte de firmar libros, que hay mujeres que compran para maridos, maridos que compran para mujeres, hijos que compran para madres, madres que compran para hijos, nietos que compran para abuelas, abuelas que compran para nietos... Ahora, no sé si me lo merezco, pero me considero una escritora muy privilegiada por eso".
Sin duda, Almudena Grandes es una escritora privilegiada, a la que aman sus lectores y lectoras, tristes por la noticia de su muerte. En septiembre la esperaban en la Feria del Libro para comprar su última novela La madre de Frankestein. No pudo acudir por el cáncer. Decía que estaba escribiendo la próxima. La sexta entrega de esos fantásticos episodios. Ha muerto un 27 de noviembre, el mismo día que moría otra de las escritoras más queridas en España, Gloria Fuertes.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...