Ocio y cultura

"El silencio está en el centro de nuestras vidas"

Juan Mayorga y Blanca Portillo nos presentan 'Silencio'. Una obra de teatro que reflexiona sobre la importancia del silencio en el teatro y en nuestras vidas. Basada en el discurso que pronunció el dramaturgo en su ingreso en la RAE

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Madrid

El 19 de mayo de 2019 Juan Mayorga (Madrid, 56 años), dramaturgo y doctor en Filosofía, ingresó en la Real Academia Española. Lo hizo con un discurso titulado Silencio. 

Juan Mayorga: "Vivo pendiente de lo que las personas hacen con las palabras y las palabras con las personas"

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De Sófocles a Chejov, pasando por Lorca o Büchner, Mayorga repasa en su discurso cómo el silencio ha marcado la vida y el teatro. En su discurso ante amigos, compañeros de la profesión y académicos, el dramaturgo ya fantaseaba con una idea que ahora estrena en el Teatro Español. La de un dramaturgo que va a entrar en la RAE y que le pide a una amiga actriz que pronuncie e interprete por él ese discurso que ha escrito.

'Silencio' es esa obra escrita y dirigida por Juan y protagonizada por una actriz buena amiga suya, Blanca Portillo. En esta representación, no obstante, ni el dramaturgo es Juan ni la actriz es Blanca. Es ficción. Nos lo cuentan los dos en esta entrevista en La Hora Extra.

Han pasado dos años largos, casi tres, desde tu bautismo en la RAE, desde que pronunciaste ese discurso. Decías que entrabas en la institución feliz y preocupado. Feliz por la oportunidad, preocupado por la responsabilidad. ¿Te has exorcizado ya de aquello, estás hoy igual de preocupado que de feliz?

Han sido dos años complicados para todos, también para la Academia. La verdad es que voy cada jueves con mucha ilusión, mucha alegría y con mucho sentido de la responsabilidad a encontrarme con mis compañeros, de los cuales siempre aprendo algo.

En aquel momento te preguntabas qué podía aportar al debate de la lengua un hombre del teatro. ¿Qué crees que has aportado?

Lo único que puedo ofrecer es esa atención a las palabras de la calle, a las palabras del metro, del mercado, que es propia de las gentes del teatro, no solo de los dramaturgos, también de los actores y de las actrices y de todos de los que trabajamos en esto. Yo creo que esa es mi pequeña, pero no insignificante aportación al trabajo de la Academia.

Venís a presentarnos una obra de teatro basada en ese discurso: un director de teatro, un dramaturgo que ingresa en la RAE y que a última hora le pide a una amiga, a una amiga actriz, que pronuncie ese discurso. Esa amiga, esa actriz es a la que interpreta Blanca Portillo. Cuando escribiste ese texto, Juan, ¿fantaseabas con hacer de ello una obra de teatro o cómo surgió el proyecto?

Efectivamente, fantaseaba con ella. El discurso quería ser un homenaje al teatro y un homenaje a quien está en el centro del teatro, que es el actor o la actriz. Y es cierto que en el discurso yo especulaba con esa posibilidad de que quien lo estuviese pronunciando no fuese yo, sino un intérprete en mi nombre. También es cierto que, cuando estaba escribiendo estas líneas, se me aparecía en la cabeza la actriz necesaria. Una persona que no solo es una actriz extraordinariamente superdotada, sino que, como he dicho hace poco y mido mis palabras, tiene una relación íntima, honda, casi sacerdotal con el hecho teatral. A los espectadores que la aprecian, les fascinaría y la querrían todavía más, si viesen a Blanca antes de la función pasando el texto y recordando cada gesto. Para mí fue claro, no hubo un rostro alternativo: si algún día esto se convierte en un hecho teatral, tiene que estar en su centro Blanca Portillo.

Blanca, tú escuchaste el discurso de Juan y te impactó no solo el contenido, sino esa forma teatral de pronunciarlo, prácticamente de memoria, como un actor. Y dices que te sentiste muy concernida. ¿En qué sentido? 

Estoy un poco sin palabras por estas cosas que le escucho decir, que siempre me emocionan muchísimo. Gracias, muchas gracias, Juan. 

Fue muy bonito cuando nos contó a los amigos que le habían hecho un miembro de la Academia. Yo me llevé un susto, porque me parece un lugar muy importante, muy necesario y de repente dije: ay, Dios mío, voy a perder a mi amigo, se va ahí arriba y nunca más lo voy a tener abajo. Porque asocias la Academia a algo casi sagrado. Luego descubrí que no, que Juan es Juan y siempre lo va a ser esté donde esté. Fue hermoso escuchar el discurso, porque todo lo que decía sentía que, de alguna manera, me pertenecía. Hablaba muy claramente de lo que significa el silencio, el teatro, la frontera, la línea que separa la vida y el teatro y el escenario. Y encima se lo sabía de memoria, que fue un homenaje también precioso a quienes salimos a un atril o a un escenario a decir unas palabras. Somos intérpretes de las palabras que alguien ha escrito, nos las aprendemos de memoria y las vivimos. Él estaba haciendo ese homenaje maravilloso.

El hecho de dedicarlo al silencio, que en el teatro es fundamental y en la vida demasiado escaso, me pareció un verdadero hallazgo. Fue uno de los días más bonitos.

En esta obra el dramaturgo no es Juan, la actriz no es Blanca, es teatro, es una ficción. El dramaturgo le pide a la actriz que pronuncie el discurso por él. Por qué, Juan, y a qué conflictos se enfrenta la actriz, Blanca.

Blanca: Cuando hablamos por primera vez, que fue durante el confinamiento, esa era una de las cosas que teníamos claras. No podíamos ser nosotros dos, porque somos menos interesantes. Teníamos que partir de la idea de dos personas que no fuéramos nosotros. Yo no me sé interpretar a mí misma y no tengo ningún interés en interpretarme a mí. En el escenario teníamos que construir a un ser humano que tuviera su personalidad propia y sus conflictos personales. Y que fuese amiga de alguien que no fuese Juan precisamente. Aunque no se mencione, no es Juan. No son ni Juan ni Blanca. Y el teatro, una vez que entra en escena, arrasa con todo. Atraviesa todo y lo contamina felizmente todo. El discurso sigue siendo el eje central, pero el teatro se lo ha comido todo.

Juan: Esta es la historia de una actriz que recibe un cargo insólito, que es al mismo tiempo un desafío peligroso y seductor, como es pronunciar ese discurso de ingreso en la Academia de un amigo con el que quizá tenga una relación problemática. Ella ha aceptado ese desafío y se va a encontrar, en ese acto, conflictos inesperados por aquello que está leyendo y también por la situación en que eso se está realizando. No queremos desvelar mucho, pero es ante todo una actriz, una enferma de teatro que, arrastrada por el deseo de teatro, convierte en teatro aquello que en el discurso era citado. De forma que la literatura se convierte en experiencia poética, en el espacio y en el tiempo, que es lo que está en el centro del hecho teatral.

No es un monólogo ni el recital de un discurso. Es un diálogo permanente de esa actriz consigo misma, con los personajes que interpreta, con el público...

Blanca: Hay diálogo que tiene que ver con la gente que está dentro del escenario, la gente que pertenece al mundo de la Academia, y hay diálogo con la gente que está sentada allí. Ella mantiene un diálogo permanente con unos y con otros, aunque no haya más seres humanos encima del escenario. Pero no es un monólogo, establece un permanente diálogo con unos y con otros.

Juan: Y aparecen muchos fantasmas convocados por esa actriz demiurga, que no solo es actriz, sino también directora de escena, que utiliza elementos de ese estrado para convocar a Antígona, La Casa de Bernarda Alba o El gran inquisidor de Dostoyevski, entre otros momentos en que el teatro nos puso ante el drama del silencio. El silencio está en el centro de la vida, también de todos los que nos están escuchando ahora. En algún punto, hay un silencio que los atrapa en el corazón, no solo en la cabeza. El espectador va a estar con Blanca en el escenario.

 En la radio hay dos enemigos o miedos, el retardo y el silencio, el quedarse en blanco. Tú también hablabas del blanco en el escenario. ¿Cuál es la relación de una actriz y de un dramaturgo con ese silencio, el del blanco? De él pueden surgir cosas bellas

Blanca: Encima del escenario da mucho susto, porque nosotros vivimos de las palabras ajenas y, cuando esas palabras se van, rebuscar en las tuyas es un momento de terror. Pero también se dice, en el discurso, que es una oportunidad para que surja algo que no estaba previsto. Los imprevistos siempre son interesantes y encuentras y descubres cosas increíbles cuando entras en un blanco. Y luego hace una referencia a la propia vida, en la que también tenemos muchos blancos en los que no sabemos cómo continuar, qué hacer. El miedo puede ser paralizante, mal asunto, pero también puede ser un aliciente. Qué pasará, cómo solucionamos esto, por dónde salimos.

Juan: Todos en la vida tenemos varios blancos a lo largo del día, porque lo que tenemos memorizado o aprendido, no nos sirve para vivir. Pero puede ser ocasión para algo mejor.

Hay muchos tipos de silencio, haces un repaso extraordinario en tu discurso del silencio en diferentes obras. Silencio es una palabra muy querida por poetas, narradores, teólogos o letristas de boleros y otros palos. Pero por qué el silencio está cada vez menos presente en nuestro día a día, por qué lidiamos peor con el silencio en los medios de comunicación, en las redes sociales. Por qué tenemos ese hórror vacui

Juan: Hórror vacui, así es, parece que el silencio está prescrito, que el tiempo de silencio es tiempo perdido y todo lo contrario. El silencio puede ser un tiempo de fertilidad, de encuentro con uno y con el otro, de escucha del otro. Hay que reivindicar el silencio. Pero, por otro lado, en el espectáculo aparece también el silencio inmoral, el silencio cobarde. Es decir, el silencio tiene tantas caras, que podríamos decir que el silencio es una ventana que se asoma a cualquier casa. Desde el silencio podemos entrar en cualquier casa. Cuando elegí este motivo para ingresar en la Academia, pensaba, por un lado, que se trataba de una palabra que entraba en conflicto con cualquier otra y eso tenía un interés al entrar en la casa de las palabras. Pero también, sobre todo, porque si hay un lugar más allá y acá de las palabras en que se hace sensible que el teatro es el arte del actor, es ese espacio del silencio. Actrices y actores como Blanca son capaces de construir mundos y de, en el silencio del escenario, recoger los nuestros. Y están todos esos en rostros del silencio: amables y hostiles, amorosos y agresivos que en el silencio puede haber. El silencio puede servir para defendernos, pero también para castigar. Es muy importante esa reivindicación del silencio.

Blanca: Es muy necesario. El silencio es un espacio de reflexión y a veces no nos gusta reflexionar o escucharnos. Porque también es una cosa de escucharte, cuando dejas de hablar y empiezas a escucharte ahí dentro. A veces nos da miedo. A veces hay una necesidad imperiosa de manifestar lo que piensas, no siempre de manera reflexiva. A veces el ruido te salva del vértigo, del miedo, de la angustia. Hablar hace que no tengas que cuestionarte casi nada. El silencio te obliga a pensar, a reflexionar, a plantearte dos veces las cosas y eso a veces no nos hace mucha gracia.

Mencionabas las letras de canciones de diferentes palos. Hemos recopilado algunas. Bisbal: el silencio quema, duele, se clava en el interior; Buena Vista Social Club: silencio, que están durmiendo nardos y azucenas, no quiero que sepan mis penas; Carlos Gardel: silencio en la noche, todo está en calma, el músculo duerme, la ambición descansa; Celtas Cortos: nos quedamos sin hablar en un silencio envenenado; Ismael Serrano: como después de un bombardeo, nos cubrió un silencio. Silencio de alambrada, silencio como lluvia fría; The New Raemon: el silencio, como el cobarde, ni perdona ni paga; Jarabe de Palo: si no te hablo será porque prefiero ser dueño de mi silencio, que esclavo de mis palabras. El silencio siempre se asocia a eso que comentábais, a dolor, a miedo.

Juan: Parece que estamos en un tiempo en el que hay que dar respuestas automáticas. Igual deberíamos esperar un poco antes de responder a preguntas tan interesantes. Por otro lado, hay una suerte de prestigio del silencio que se evidencia en esos ejemplos que mencionas. Como dice Blanca en cierta parte del discurso, silencio mezcla bien con todo. Le puedes añadir cualquier cosa. Hoy vas a cualquier librería y encuentras siete u ocho libros en que aparece el silencio de alguna forma. Creo que también hay una banalización del silencio y nosotros queremos tomárnoslo en serio. Pero al mismo tiempo también nos reímos del silencio. Hemos intentado construir un espectáculo que contenga acción, emoción, poesía y pensamiento. Y el humor es una forma de pensamiento.

Hay una cosa curiosa también, Blanca, vienes de interpretar Maixabel, película en la que el silencio también es muy importante. El silencio está presente este año en dos de tus trabajos más importantes.

Yo reivindico profundamente el silencio como espacio creativo, espacio de escucha, de reflexión. Eso está en la película y está en la función. Maixabel es algo que dice siempre: hay cosas que hay que hacerlas en silencio y para escuchar necesitas silencio. El silencio te permite pensar, reflexionar. Eso me parece fundamental, igual se nos olvida. En esa película hay casi más tiempo en silencio que con palabras. La propia Icíar Bollaín es muy voluntariamente defensora de eso. Tiempos de silencio, donde las palabras a veces emborronan casi todo. Escucharse hacia fuera y hacia dentro. Es necesario para vivir. Yo no le tengo ningún miedo al silencio, sinceramente. Lo necesito, yo llego a casa y la tengo insonorizada. Me encanta vivir en el centro, pero necesito silencio. Desconecto hasta los relojes que suenan, porque perturban y marcan un ritmo que te hace tener el tiempo más presente. Está muy bien pensar que llevo un año defendiendo algo que es cada vez más necesario: el silencio.

 
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