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El cura que montaba orgías en la España de Franco

Antonio Soler publica 'Sacramento' un libro que aborda un escándalo sexual en la España franquista, metáfora de una sociedad perdida en las 'fake news' y en la sospecha

Antonio Soler, autor de 'Sacramento', editado por Galaxia Gutenberg. / CADENA SER

Antonio Soler, autor de 'Sacramento', editado por Galaxia Gutenberg.

Hay casos reales que superan cualquier ficción enrevesada. Uno de esos casos que solo se pueden contar desde las memorias o la autoficción es el del cura Hipólito Lucena, un malagueño que durante el franquismo organizaba orgías con mujeres, fieles a las que engañaba. Lo borda el escritor Antonio Soler en Sacramento, editado por Galaxia Gutenberg. Un libro sobre este personaje, sobre la España de los 50 y 60, sobre la Iglesia y sobre el propio oficio de escribir y contar.

Era una historia que Soler conoció a mediados de los años 80, y desde entonces no le ha abandonado. Finalmente, antes de la pandemia decidió contar cómo un personaje como este pudo triunfar en un país como el nuestro. 

¿Cómo llegas a esta historia por primera vez?

Fue por azar y el azar ha intervenido en todo el proceso desde hace treinta años. Yo empezaba a escribir y unos amigos, mayores que yo, me comentaron que iban a lanzar una nueva revista cultural y me propusieron escribir ahí de don Hipólito. La información primera que me dieron sobre el personaje fue muy buena. Me puse a investigar y llegué a un punto de la investigación. La revista no salió, yo no escribí y aquello se quedó ahí. Al tiempo, me llegó una nueva información y creo que se generó algo curioso y es que cuando alguien quería investigar la gente daba mi nombre como referencia en el caso. Y me iban contando cosas y así con el paso del tiempo hasta antes de la pandemia que, de modo azaroso, me llegó un material que fue definitivo. Se trataba de un álbum de fotografías y es que se especulaba mucho sobre el físico del personaje. De pronto, más de cien fotos desde su infancia hasta el final de su vida, y documentos de todo tipo. Aquello me pareció que era el golpe definitivo y concebí la idea de que tenía que ponerme a escribir.

Y eliges la autoficción como recurso para contar no solo al personaje, sino tu acercamiento a él. Un recurso muy de moda en la literatura, ¿por qué lo eliges?

Me planteaba si contar la historia directamente, pero eso me parecía que suponía dejar fuera una parte de la intrahistoria de la investigación que podría orientar al lector. No sé si llamarlo autoficicón o memorias, que casi me gusta más. Sí me parecía importante darle al lector la información de dónde viene la historia. También estaba la intención de hablar y reflexionar sobre el propio hecho de escribir. Había otra parte que necesitaba contar y que conforma la segunda parte del libro que es una mirada al país, a la sociedad en la que vivió Hipólito y que hizo posible que un caso tan extraño como este fuera posible.

Es verdad que es una historia local, pero sí habla de un país, ¿es este caso del cura Hipólito algo que conecta con el contexto político y con lo que somos?

Sin duda, el caso de Hipólito sucede en Málaga , pero podría haber sucedido en cualquier otro lugar. Hay unos hechos que están ubicados en esta ciudad, pero que corresponden al fenómeno que está viviendo un país entero. Ninguna ciudad era una isla desconectada de lo que venía del palacio del Pardo y de toda la parafernalia que llevaba incorporada el régimen. Hay una sociedad que está basada en la desinformación. Me sorprendió mucho visitar las hemerotecas de la época, ya me esperaba encontrar la manipulación política, pero no ese mundo de fantasía en el que estaba sumido el país. Me sorprendió mucho que cada dos o tres días aparecían titulares sobre el avistamiento de lo que se llamaban platillos volantes. Historias que no tienen ni pies ni cabeza, por ejemplo, en primera página un titular sobre 70.000 perros en Hollywood que han sido ingresados por las perturbaciones que le generaba el jazz y la televisión. Todo era bulo, especulación, había que andar con pies de plomo para ver qué era verdad y qué era mentira. En ese caldo de cultivo vive Hipólito Lucena. Él mismo es carne de rumorología. Tiene una vida de medio santo, muy convencido en la causa de los necesitados, que ayuda a todos. Se crea una fachada aunque por detrás van ocurriendo cosas terribles que van trascendiendo.

Hay algo de fake news con la actualidad…

Hago referencia a ello, es que parece que es un nuevo invento, pero entonces era un 70 por ciento de las noticias las que eran falsas. El despiste y la incredulidad de una parte de la población lo facilitaban. Había un estado de sospecha en todos los sentidos, un clima de incertidumbre y no había ni forma ni medios de saber qué era lo real y qué era lo inventado.

El propio caso de Hipólito suena increíble, de hecho, me pregunto si fuera la trama de una novela de ficción sería creíble para el lector, ¿te preocupaba la verosimilitud?

Había un problema claro de verosimilitud. De ahí, lo que hablábamos antes de hacer ese trabajo de autoficción memorialísrico. Cuento el proceso para dejar claro que no es una novela de ficción, sino que corresponde a hechos absolutamente reales. Si hago ficción, seguramente me hubieran dicho que eso es disparatado, quién se va a creer que un cura en los años sesenta monta una secta dentro de la Iglesia con un carácter sexual tan perverso. Es algo tan misterioso y tan misteriosa la personalidad de un individuo como este, con dos caras tan diferenciadas. Son como dos caras de una misma moneda, pero hecha con el mismo material, que servía tanto para socorrer a un indigente enfermo en la calle, como para manipular y abusar de su poder de un modo tan despótico con mujeres que finalmente acuden a él para que las ayude y acaban siendo objeto de su deseo y manipulación.

Hay algo que sorprende que es una sociedad que conoce la historia y la mantiene en silencio. Da la sensación de que son los silencios los que han dominado la historia de España, ¿tenemos como país esa cruz del silencio?

Sin duda, este es un caso en ese sentido muy simbólico. Hace poco, hablaba con un amigo y me preguntaba si no había bibliografía. Había una persona en Málaga, de la burguesía, que en sus memorias le dedicaba un capítulo a Hipólito Lucena donde daba detalles de algunas de las transgresiones que hacía. Por ejemplo, contaba que en su ritual hacía introducir la cabeza de la mujer en el sagrario mientras fornicaba con ella. Eso lo cuenta una mujer en sus memorias y se publican en una edición minoritaria y pasa desapercibido. Quien lo lee se calla, como se habían callado todas las personas antes que conocían el caso. Ahora ha sido la Feria del Libro de Málaga y me he encontrado con muchas personas mayores que me decían que ya era hora de contar esto que todo el mundo callaba. Eso deja constancia de que el silencio ha formado parte de la historia en general de sucesos y hechos que no estaba demasiado bien visto airear. Había un pacto de silencio muy claro.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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