No digas primavera, di fresón
Cualquier hojaldre, tarta normal o de queso mejorará aún más con esta fruta, que además de sabor aportará color
Madrid
Con esto del cambio climático la llegada de la primavera ya no la marca el calendario, sino los fresones luciendo estupendos en las fruterías y la alergia explosiva al polen. Para superar la segunda no tenemos la receta, pero sí podemos ayudarte a que los fresones que te lleves a casa estén en su punto. Solo tienes que escoger los que sean de color rojo vivo, tengan la mínima parte blanca o amarillenta posible debajo de las hojas (si es muy grande, es que están verdes) y no tengan golpes ni trozos blandurrios por exceso de maduración.
'Un buen fresón es de color rojo vivo y desprende olor'
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El olor también es clave para escoger bien: si huelen poco, no están maduros, y si tienen un aroma un poco alcohólico, es que empiezan a ponerse pochos y están fermentando. Un olorcillo potente, fresco y ligeramente dulzón mandará a tu cerebro la señal de “llévame a casa”, y deberías hacerle caso. Una vez en tu territorio puedes mezclarlos con nata o yogur y un poco de chocolate rallado, o ponerlos en un bol con un poco de mango y unas semillas de anís machacadas, para posteriormente mojarlos con zumo de naranja. Poner unos cuantos en un cazo con un poco de mantequilla, dar vueltas un par de minutos y meterlos dentro de un cruasán calentito y crujiente también sube varios puntos la felicidad primaveral.
Cualquier hojaldre, tarta normal o de queso o crumble mejorará aún más con unos fresones, que además de dar sabor aportarán un bonito color a la preparación. Puedes añadir unos cuantos en trocitos a un vaso con una base de galleta desmigada cubierta con mousse de chocolate, y repetir la operación para conseguir un bonito postre con seis capas. Si vas a hacer un postre en el que los cocines, como una tarta tatin, deberías tener en cuenta que es una fruta con mucho líquido y –si no quieres que empape la masa– deberías deshidratarla un poco antes en el horno a baja temperatura o darle un golpe de sartén.
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Si crees que los fresones están excluidos de la fiesta de los platos salados, estás bastante equivocado (por suerte). Prueba a poner una docena en una vinagreta con cebolla roja, cilantro, zumo de lima, aceite, sal y pimienta. Déjala reposar unos 15 minutos, hasta que la cebolla haya perdido fuerza, y sírvela sobre unos lomos de salmón a los que apenas hayas enseñado el fuego 30 segundos por cada lado: la fiesta que se va a montar en tu paladar va a ser de órdago.
En las ensaladas el fresón también tiene mucho que aportar: sobre un lecho de rúcula, con algún queso cremoso como mozzarella o burrata, aceitunas negras y unas anchoas conseguirás un delicioso contraste de sabores y texturas. Y si los pruebas en un sándwich planchado de pan de molde con queso brie y un poco de chocolate no vas a querer desayunar otra cosa hasta que se termine la temporada.
A pesar de nuestros excelentes consejos, existe una pequeñísima posibilidad de te despistes porque estás al móvil con el Tinder dale que te pego o jugando al Two Dots, y acabes comprando unos fresones sin mucho sabor o un poco verdes. Para esto también tenemos solución: mójalos con un par de cucharadas de vinagre, espolvorea con un poco de azúcar, remueve y deja que la maceración haga su magia. En una hora tendrás un postre delicioso, perfecto para tomar solo o acompañado de yogur o queso quark batido.