Cerezas, los caramelos de la huerta
Cuando están frescas tienen la carne tersa y la piel firme y brillante
Madrid
Aunque la persona que inventó la expresión “ponerle la guinda al pastel” debía ser la única del mundo a la que le gustaba esta fruta en almíbar, la temporada de cerezas es una de las más felices para los fans de la fruta. Cuando están frescas tienen la carne tersa y la piel firme y brillante, y aunque en general el color granate intenso puede ser una pista de que están dulces y jugosas, hay variedades como la rainier o la blanca de Esgueva cuyo color natural es más pálido o directamente tiende hacia el amarillo. Que no tengan golpes ni manchas y que el tallo esté verde y bien pegado al fruto también nos da una buena pista, menos en el caso de las picotas que suelen comercializarse sin él.
'Las cerezas no necesitan demasiado trabajo para disfrutarlas: solo con pasarlas por agua ya puedes comértelas a docenas como si fueran pipas'
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Las cerezas no necesitan demasiado trabajo para disfrutarlas: solo con pasarlas por agua ya puedes comértelas a docenas como si fueran pipas. Si les añades algún albaricoque y un par de nísperos, tienes uno de los mejores desayunos o meriendas del mundo (esta combinación mágica solo es posible durante unas cuantas semanas al final de la primavera, así que aprovecha antes de que se termine).
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Para cocinar con ellas tendrás que quitarles el hueso, un proceso algo laborioso que podrás hacer fácilmente poniéndolas sobre la boca de una botella: presiona el centro de la cereza con una pajita, atraviésala y lo habrás eliminado en cuestión de segundos. También hay herramientas especiales para este proceso en cualquier tienda de menaje: si te haces con una podrás usarla también para deshuesar aceitunas y rellenarlas con anchoa de verdad, lo que te asegura aperitivos atómicos sin demasiado esfuerzo.
Pon medio kilo en un cazo con una cucharada de azúcar, otra de zumo de limón y dos de agua, déjalas cocer 4 minutos, sácalas y enfría rápidamente en agua con hielo, dejando reducir el almíbar un par de minutos más. Cuando las dos cosas estén frías, mézclalas de nuevo: puedes ponérselas a un yogur, un bizcocho o usarlas para acompañar unas tortitas.
Las cerezas también pueden venirse arriba en platos salados. Con rúcula, burrata o mozzarella, unas anchoas -sí, anchoas- y un aliño de vinagre suave y aceite de oliva, tendrás una ensalada deliciosa. En una sopa fría con 1 kilo de tomate por 300 g de cerezas, una cebolleta, un puñado de almendras y un toque de albahaca también están buenísimas. Simplemente rellenándolas con un un poquito de gorgonzola pueden funcionar como picoteo o como postre ligero: si las bañas en un poco de chocolate fundido la combinación no dejará indiferente a nadie.