Las mujeres “invisibles” de nuestras calles
El número de personas en situación de sin hogar se ha disparado tras la irrupción de la pandemia del coronavirus, según organizaciones como Cáritas que alertan de la creciente presencia de mujeres, cada vez más jóvenes. Colectivos como 'Hogar Sí', que luchan por el derecho a una vivienda, estiman que en España viven más de 33.000 personas en las calles o en infra viviendas. Trasteros a 300 euros al mes, uno de los últimos recursos desesperados donde duermen muchas de estas mujeres en Madrid
Las mujeres "invisibles" de nuestras calles
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Madrid
“Piensan que eres una persona de bajo nivel, te insultan, no saben por qué estamos en la calle, por qué tengo que buscar una boca de metro para intentar dormir, no saben que tengo que buscar algún sitio para ducharme o caminar kilómetros para ponerte a una cola y poder comer algo, la gente no nos entiende“, se lamenta María (no es su nombre real), que lleva mes y medio durmiendo en las calles de Madrid. Como ella cada vez más mujeres se enfrentan a una situación de sin hogarismo, aunque, ni siquiera sabemos cuantas son. Mucho menos solemos conocer sus nombres o sus historias. Pero es que a a ellas directamente las ignoramos, según ellas mismas y las organizaciones que tratan de ayudarles.
Esta mujer tiene 57 años, y nunca se imaginó pasar cerca de dos meses pasado durmiendo en un parque del centro de la capital española. Era trabajadora doméstica interna, llevaba ya en España 10 años, le iba relativamente bien hasta que la violencia machista y el coronavirus la han abocado, por primera vez en su vida, al sin hogarismo. Las administraciones llevan años sin hacer un censo fiable del número de personas que duermen con el cielo como techo. Las organizaciones sociales especializadas estiman que hay al menos 33 mil.
“Las que no van a campaña de frío duermen en la calle, en la puta calle, en un portal, algunas en parques, y ves que las que están en calle se suelen agrupar entre ellas porque la inseguridad es muy grande y para las mujeres es mayor aun. Aquí hay muchas que las acosan , les roban, por eso muchas se asocian con hombres para dormir con ellos, les llaman parejas, pero es una formula de tener seguridad por la noche“, explica Laura, voluntaria de un centro de Cáritas en Madrid, lo peor es la indiferencia, algo, que insiste, se agudiza con las mujeres.
El prejuicio nos trae el perfil grabado a fuego en nuestras mentes: hombre, descuidado y sucio, alcohólico y rodeado de cartones, pero aunque no las veamos con tanta claridad, entre las personas en situación de calle cada vez más hay más mujeres. Con la crisis socio económica deriva del coronavirus esto se ha disparado, según organizaciones como Cáritas. Una realidad que deja en evidencia la falta de políticas de acceso a una vivienda desde mucho antes de la pandemia.
“Estaba en la calle en una situación bastante peligrosa, tenía que dormir en un parque, entre varios hombres, con un ojo siempre abierto, me intentaron violar”, explica emocionada esta empleada de hogar que se va acercando a los 60 años . No damos sus nombres reales, porque así nos lo han pedido, las hemos acompañado a distintos centros, de día y de noche, en pleno invierno, “ hoy hace un día de perros, es cuando más sufrimos“, dice una de ellas , cerca a los 70 años en una tarde de lluvia intensa, frío, ese día de perros, en el que seguimos el rastro de una señora que se dirige a un centro de día de Cáritas en Madrid, a tan solo unos metros de la Plaza Mayor o del Ministerio de Exteriores, es el Centro Concepción Jerónima en cuya puerta se cruzan saludos mientras se lo piensan antes de volver a salir a la calle.
“Tengo 57 años , soy de Madrid y estoy en Cáritas en ayuda a la mujer porque estamos en situación de calle. Llevo cerca de 5 años así”, la historia de como esta mujer acaba viviendo en la calle demuestra que nadie está a salvo de ello, “ acabé así porque me quedé sin trabajo, no pude pagar el alquiler, estoy con la pensión no contributiva, con carnet de discapacidad, estoy en las listas del IVIMA ( instituto madrileño de la vivienda) llevamos 6 años esperando la contestación con mi pareja. Siempre he estado de internas, limpiando en colegios, en centros sociales, en algún noreste cito del rastro”, explica esta española a la que llamaremos Paloma.
Antes de dormir literalmente en la calle ha estado mucho tiempo tratando de conciliar el sueño en lugares tan dispares como los pasillos del aeropuerto de Barajas o los albergues de invierno del ayuntamiento de Madrid, “ estuve durmiendo en el aeropuerto año y medio pero como llegó la COVID, nos dijeron que nos fuéramos al albergue, allí he estado año y medio, de ahí nos llevaron a un hostal, pero como no tenía como pagarlo he estado durmiendo en la calle medio año y ahora estoy en otro albergue por la campaña del frío del ayuntamiento“, detalla.
Dormían agrupadas para protegerse , todas insisten en que para ellas es aun más duro enfrentarse a la situación de sin hogarismo, “he estado muchos días durmiendo aquí en la puerta de Cáritas con otras chicas. Dormíamos en cartones, con mantas, sin nada“, así recuerda ese medio año en la calle.
En realidad , no han sido 6 meses, lleva media vida en la calle, en una situación crónica, un perfil que evidencia el fracaso de las políticas de vivienda y realojo para estas personas .Paloma lleva casi 25 años alternando estancias en pensiones o pisos con los cielos de Madrid como tejado. Los últimos 5 los ha pasado casi enteros en situación de calle, durmiendo a ratos en el aeropuerto de Barajas hasta que la COVID los expulsó de allí. La pandemia provocó que las decenas de personas que tenían Barajas como techo para dormir tuvieran que dejar el aeropuerto. Casi dos años de pandemia que la gente que vive en la calle ha sufrido aun más.
Su pareja no tiene ni trabajo, ni pensión, no tienen vía de conseguir una vivienda, “él pasa las noches en el metro, tiene 4 hijos, pero no hay trabajo de nada“, llevan como pareja 25 años , la mayoría conviviendo entre con las calles como techo, “solo tuvimos una vivienda de alquiler un año y medio, luego una habitación compartida otro año y pico y después nada, casi siempre en la calle, todos estos años esperando que el IVIMA nos de una vivienda“, reclama.
El IVIMA es el Instituto de la Vivienda de Madrid pero nunca les han llamado para asignarle un hogar. Paloma cree que ni la sociedad ni las autoridades tienen en cuenta “la gran cantidad de mujeres que están en situación de calle”, insiste en que esto no es nuevo pero que con la pandemia el riesgo de caer en esta situación ha aumentado. Lugares como el centro de día de Cáritas en el centro de Madrid son para ella “la oportunidad de compartir y ayudar a las compañeras”, se despide diciendo que no ha perdido todavía la esperanza de salir de la calle después de más 20 años viviendo en ella .
"Te sorprende el dolor de la gente, la soledad, que podríamos ser cualquiera de nosotras”
Laura, la voluntaria del proyecto de Mujer en Exclusión de Cáritas desde hace más dos años, no esconde que al empezar con estas mujeres también tenía muchos prejuicios, “al principio con mucho miedo , pero dese el primer momento me sorprendieron, su dolor su soledad, y te sorprende que podríamos ser cualquiera de nosotras. Aprendes a no juzgar la realidad de las mujeres por que ¿qué haría yo en su situación? Te hablan de drogas, prostitucion, qué haría yo si ni tuviera cono sacar a mis hijos adelante?”, insiste .
Recorriendo este centro de día, Laura confiesa que a veces le cuesta hasta contar a los suyos la realidad que conoce cada día, “no les cuento a mis padres todo los que hay, pero cada vez más si le digo a mi entorno ala realidad de la gente que hay aquí, lo importante es estar aquí entre ellas, no le ayudamos solo a poner una lavadora o les damos café, hacemos que se sientan a gusto y no se sientan interrogadas“.
“La mujer es invisible en la calle. Parece que solo nos interesa ver a los hombres y además en situación muy extrema , de extremo consumo , extrema suciedad o extremo abandono, hay muchos que hieren salir, mujeres también, porque es doblemente vulnerable, sufren acosos y abusos y tienen mayor problema de inseguridad, y eso no interesa , no nos interesa ver la exclusión y menos la de las mujeres“, asegura esta catequista que sintió “la llamada” para dedicarse a este tipo de proyectos. Afirma que la sociedad y las administraciones no quieren saber de esta realidad.
Mientras hablamos unas llegan con la ropa mojada y se duchan. Otras ponen la lavadora y piden un café caliente, hoy con dulce extra, unos roscones de reyes donados alegran la tarde. Laura, además de voluntaria en Cáritas, es coordinadora de gestión en los centros juveniles de Salesianas y Salesianos en España. Ha estado antes con ONG para el desarrollo y otros muchos proyectos pero nunca con personas en situación de exclusión, “a mi lo que me sorprendió es como ellas viven con tanta naturalidad esta realidad dantesca. Me asusta que el ser humano pueda normalizar la situación tan dura en la que viven, a veces no son conscientes de lo dura que es su realidad . Pero también me sorprendió la calidez, y la necesidad de ternura, de que se les mire a los ojos sin juicio, para mi es un aprendizaje“, y recuerda casos que no puede quitarse de la cabeza y que tiene claro que se producen por la situación de “sinhogarismo”. Los perfiles que transitan por este centro situado a solo unos metros de la Plaza Mayor son muy variados, “mujeres en calle que rehuyen de cualquier recursos pero que necesitan donde poder lavarse o comer algo, hay mujeres en calle con algún recurso de Cáritas, Samur etc y otro grupo muy grande de mujeres que están en infraviviendas, que no tienen trabajo, ejercen la prostituación, que tienen consumo, mujeres que trabajaron en el servicio doméstico y ahora con más de 60 años no saben como buscar un trabajo, son perfiles muy variopintos por que nos encontramos en este centro“, amplia la voluntaria.
Toñi Ruiz la directora del centro y responsable de los proyectos de mujeres en Cáritas pone en evidencia los problemas mentales asociados al sin hogarismo, “tenemos una media diaria de 50-70 mujeres y carecen de mucho más que lo básico y necesario para llevar una vida digna. No suelen contar con redes familiares y muchas veces sentirse solas hacen que comience un declive menta y vital y que su único objetivo sea algo tan básico como la supervivencia“ sentencia Ruiz. Laura asegura que la crisis derivada de la COVID ha hecho que cada vez lleguen más mujeres“, muchas se an quedado sin trabajo, sin ahorros y ahora no saben por donde tirar o donde pedir las ayudas. También jóvenes que han salido de centros de menores y que se encuentran ahora en situación de calles, es un grupo que surgió después de la COVID”.
Trasteros a 300 euros al mes, uno de los últimos recursos desesperados donde duermen muchas de estas mujeres en Madrid
Más sin hogarismo a raíz de las consecuencias de la pandemia, pero ojo, no solo muchas viven directamente en la calle, otras viven en infraviviendas“, no solo es la calle pura y dura, hay cada vez más mujeres que se están pagando por vivir en un trastero, donde no tienen ni ventanas ni baño, aquí nos piden agua pero no mucha porque en los trasteros no tiene como ir a un baño, las que viven en los trasteros me llegan al alma”, alerta Laura que detalla que los precios de los trasteros en el centro están cada vez más caros, “se está pagando hasta 300 euros por unos pocos metros, podrían pagar una habitación compartida pero hay muchos casos, gente que no quiere convivir con otras, que prefieren su independencia”, en estos zulos urbanos. Otras nos cuentan que con la llamada “Campaña de frío” del ayuntamiento capitalino, pasan la noche en albergues, pero solo durante el invierno”, dice una de ellas.
“A nadie le interesa afrontar este tema, parece que hay muchos problemas en la sociedad como para dedicarnos a los últimos, parece que invertir dinero en esto no es rentable, y en esta vida si los políticos no ven rentabilidad no interesas, y las personas en situación de calle o de extrema vulnerabilidad no interesan”, se queja Laura, que insiste en que lo peor es que nadie habla de ello, que son temas cruciales que no existen en el debate público y por ello las administraciones no arbitran soluciones o directamente les ponen más trabas, con procesos virtuales o informáticos inaccesible para ellas.
“No juzgues a la person un te encuentren en la calle, no sabes como ha llegado a esa situación, no sabes por qué esta ahí, o si está luchando para salir. Mira a las personas a los ojos, no mires a otro lado, y sonríe, diles hola, lo agradecen, les devuelves humanidad“, reclama esta voluntaria de Cáritas.
El “oasis” donde pasan la noche una veintena de mujeres cerca de Atocha
Del centro de Madrid y de este recurso donde las mujeres pasan el día nos vamos a la crudeza de la noche. Al lado de un polideportivo, a tan solo unos metros de las vías que llevan a la Estación de Atocha un grupo de jóvenes hace deporte con las músicas de moda de fondo, al paso de la cancha donde resuena el balón de basaste, una escena propia de las películas ambientadas en Nueva York que contrasta con lo que sucede justo en el edificio de al lado.
Decenas de mujeres que se han pasado el día deambulando por las calles van llegando a la puerta del centro donde unas pocas van a poder pasar la noche. Se ponen al día en conversaciones de todo tipo mientrass esperan a que les permitan entrar al centro a partir de las 8, noche cerrada y frío, mucho frío. Se preocupan por una compañera que parece enferma. Van entrando, se asean, colocan sus cosas en las taquillas y se sientan a cenar. ”Llegan y guardan sus cosas y les damos de cenar”, comienza a explicar Rocío Regaliza es integradora social y junto a una cuidadora y a varios voluntarios las reciben y les ayudan a almacenar sus maletas, compañeras inseparables cuando viven en las calles.
”Ahora mismo el perfil aquí es muy variado , mujeres en situación de calle cronicidades, que llevan muchos años, otras solicitantes de asilo, mujeres con drogodependientes, otras con graves problemas de salud mental, mujeres salidas recientemente de prisión”, detalla Regaliza en un centro para mujeres solas, donde están un mínimo 21 días de acogida, pero la estancia es flexible dependiendo de las circunstancias. En un tablón hay un cuadrante con las tareas que se reparten, desde ayudar con la limpieza a las labores del comedor.
La ocupación media es de 20 mujeres, aunque es bastante habitual que les lleguen algunas de “emergencia social, imprevistas”, Rocío lleva un año en este centro nocturno para mujeres en situación de calle por el que pasan mujeres de los 18 hasta los 65 años. María, portavoz de Cáritas, destaca que el estereotipo de la persona sin hogar ha cambiado con el coronavirus, “desde la pandemia se triplicaron las solicitudes de ayuda en todos los ámbitos en los que trabajamos y en situación de calle también se ha notado, pérdidas de trabajo, rupturas de parejas, las plazas que tenemos están llenas todo el año“, advierte. A Rocío de hecho, son los casos de las más jóvenes, “de poco más de 18-20 años”, los que más le impactan.
Un perfil que ha ido creciendo durante la pandemia, chicas jóvenes, ya desde los 18 años están cayendo en el sin hogarismo. Esto antes del la COVID y de sus consecuencias económicas era muy poco habitual en los centros o comedores. Víctimas de violencia de género, también jóvenes recién llegadas. Algunas vienen a pedir asilo y se ven fuera del sistema de acogida por la saturación de los centros o de los albergue.
“Tengo 20 años, soy venezolana y llevo poco más de un mes en España. Es la primera vez en mi vida que me tocó estar sn situación de calle, dormí en Atocha unos días y aquí llevo casi dos semanas. Salí de Venezuela por la situación, en Perú fue víctimas de abusos sexuales y como no nos idearon apoyo y protección decidimos venir a buscar protección a España“, explica esta solicitante de asilo.
Junto a su pareja se vieron superados y les ofrecieron todo tipo de extorsiones, “nos gastamos el dinero en unos hostales y quedamos en situación de calle. Nos dijeron que podríamos dormir en el metro pero la policía nos echó, fue muy duro verte en esta situación, una persona me ofreció dormir en su coche por favores sexuales, fue horrible“, asustados pasaron 4 días durmiendo en la calle , buscaron ayuda en los albergues pero no había plazas hasta que encontraron esta de Cáritas. Asegura que la convivencia es buena y gracias a una de las chicas ha conseguido “un trabajo en B” .
”Tengo dos correras, administradora y literatura y latín pero la situación empeoró en mi país y tuve que salir. Ojalá pueda salir de este centro, conseguir un trabajo en mis especialidades y me gustaría ser voluntaria de este centro y ayudar a otras mujeres“, asegura que por el invierno y la llamada campaña de frío todos los albergues están llenos y que ni siquiera siendo solicitante de asilo le ofrecieron una plaza. Tiene mucho miedo de volver a caer en situación de calle, algo que nunca imaginó.
"No hay estadísticas para saber la situación de sin hogarismo”
“Uno de los poemas es que no hay estadísticas para saber la situación del sin hogarismo en España. La línea es finísima entre una situación normalizada y una situación sin hogar, tan fina como un divorcio, la muerte de un familiar cercano, la pérdida de empleo. Está probado estadísticamente que si vives 3 momentos muy malos seguidos es más fácil que caigas en el son hogarismo, la vida te da un varapalo y traspasas la línea“, adivierte la portavoz de Cáritas, María, que insiste en que las condiciones derivadas de la crisis económica y social por el coronavirus ha aumentado el numero de mujeres en las calles.
Para ellas llegar a este centro despues de todo el día en la calle es un pequeño oasis. Tras escucharlas cuesta creer pero tienen casos de éxito que consiguen dejar la calle tras pasar por aquí y por el proyecto “construyendo un hogar”, donde tienen 9 pisos individuales en los que pueden permanecer 6 meses.
Cada vez más víctimas de violencia machista
“Soy de Letonia , tengo 53 años y llevo en Madrid más de 9 años. Al principio tenía trabajo y vivienda pero por desgracia después del coronavirus todo se ha complicado. Trabajaba de interna con una familia con niños pero empezaron a no pagarme, no me trataron bien y me quedé en la calle desde hace un mes y medio“, explica esta empleada de hogar con casi 10 años en España, siempre en Madrid y pero los últimos meses viviendo en sus calles.
Esta mujer tampoco se había enfrentado hasta ahora a tener que intentar dormir en la calle, “la primera noche no pegué ojo, escuchando cualquier ruido , es muy peligroso , dormir con un ojo abierto siempre, ahí debajo de un árbol, horrible y muy peligroso”, recuerda.
A muchas de ellas lo que les molesta es que no las miren o que no se pongan en su lugar. Insiste en que la calle es peor aun si eres mujer.Se emociona al recordar los momentos peligrosos a los que se ha tenido que enfrentar, sobre todo por las noches. Pidió ayuda en los servicios sociales de Madrid pero se encontró con “un trabajador racista, me dijo al contestarle que era de Letonia que me fuera mi país“, denuncia .
Es residente en España , tiene NIE pero no lo tiene en su poder, esto forma parte de una vida que no quiere contar con detalle pero que se resume en ser víctima de violencia machista, por eso abandonó su casa. No ha podido retomar un trabajo regular, solo horas sueltas que no le dan para sobrevivir y menos con la pandemia. Sigue buscando trabajo como interna, dice que es muy “de casa” y que le gusta trabajar en el servicio doméstico. Como todas quieren salir de la calle .
Según la memoria de Cáritas, solo por este centro de noche pasaron 189 mujeres en 2020, y por el diurno de Concepción Jerónima 829. Son datos muy superiores a la pre pandemia, aunque no queramos verlas, aunque sigamos mirando hacia otro lado cuando nos crucemos con las invisibles de nuestras calles.