La vuelta a la esencia de la canción mexicana con Silvana Estrada

Cartagena

Eugenio González nos invita a un viaje musical por el mundo cada semana en 'Hoy por hoy Cartagena'.

Apodada la ‘Chavela Milenial’ para muchos, la artista mexicana Silvana Estrada, ha sido uno de los grandes secretos de la música latinoamericana. Nosotros en Cartagena, fuimos más adelantados, y la pudimos ver ya el año pasado en La Mar de Músicas. Fue un concierto delicioso, puro, de raíz, de vuelta a la esencia. De esos que dejan huella.

Delicioso fue también el encuentro que horas después tuvo con Silvia Pérez Cruz sobre el escenario del Auditorio Paco Martín del Parque Torres. Todo era tan mágico, que hasta una estrella fugaz pasó sobre el cielo. Un amigo me dijo: Mira Paco acaba de venir a verlas juntas. Y allí junto a Paco, todos nos enamoramos un poco más de Silvana.

Hoy vengo a hablar de ella, porque acaba de lanzar su primer disco en solitario: ‘Marchita’. Sobre la primera ruptura amorosa versa este trabajo. En él no se olvida de Charlie Hunter, con el que la mexicana debutó en 2017 con un disco que unía los ritmos propios del jazz con el jarocho, género folclórico propio de Veracruz, ciudad natal de Estrada.

‘Marchita’ es una joya de la canción de autor mexicano. La belleza de la sencillez está presente en este disco, donde lo puro de las palabras cantadas por Silvana parecen dagas que se clavan en el corazón. Son canciones también recias, llenas de poder, de nostalgia, de amargura… y donde su voz y el cuatro venezolano brillan.

En ‘Marchita’ una vez más se demuestra que el dolor y la angustia son un elemento de transformación personal. En él escuchamos las influencias de Chavela Vargas o Mercedes Sosa con ese estilo tan característico y marcado.

Es un disco íntimo y austero, el tierno retrato de una joven que lucha contra el dolor del amor perdido. Estrada se sumerge en la pena, y a menudo nos deja desolados.

Silvana Estrada es de un pueblo rural conocido por su cultivo de café, llamado Coatepec, en Veracruz. Sus padres son también músicos y se ganaban la vida como lutieres. Aprendió a tocar el piano, luego el violín y después la viola. Se enamoró de las voces de verdad como las de Billie Holiday, Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald y Betty Carter. Estudió y mucho el jazz y se rodeó de grandes de la escena, pero su música estaba en los adentros, en su raíz, en los antepasados. Y de ahí ha salido este disco.

Os dejo con Marchita, la canción que da título a este disco.