Resines

“Yo conozco a ese tipo”. Aprovechando un término feliz para evitar dármelas, como muchos, de mí mismo ante los finales de otros, y como el panorama político en Castilla y León es de descereblados, el otro asunto que había barajado para este miércoles, hablaré de León, el fotógrafo de prensa de Matías Marinero en aquella imprescindible Ópera prima de aquella España gris en la que algunos despertamos. León tenía entonces las llaves de El último refugio. Y las sigue teniendo.

Le vimos salir estos días del Gregorio Marañón, cómo no haciendo una coña. “Ahora tengo menos pelo”. Y le escuchamos contento con la vida que nos arrincona pero a la que seguimos sin darle pie para otra cosa. Yo viajé, era un novato jefe de prensa del Festival de Cine de Gijón, en un taxi a Oviedo para que le entrevistaran en La Nueva España y en la Cadena Ser. Luego cenamos ante la expectación de los carbayones en una mesa del desaparecido Cabo Peñas, tomándonos un porrón de cava, cuando el cava la exquisitez catalana de ahora. Luego volvimos a Gijón en un 127 de un conocido de entonces que no se atrevía a conducir.

No puso inconveniente por la improvisación y nos descojonamos cuando les dije que yo aquel cacharro tampoco sabía como funcionaba. Después de aquello, él fue a más y yo a menos. Fue a más porque sigue siendo el de siempre, sin renunciar a sí mismo. Gracias por estar ahí, Antonio Resines. Cualquier día nos vemos en la plaza 2 de mayo en Malasaña con Matías Marinero y Paula para escuchar una música desafinada a la que sin duda pondrás armonía. Yo conozco a un gran tipo.