O Casado o Ayuso

Barcelona

Hoy, el Partido Popular ha saltado por los aires. Al menos el Partido Popular en su configuración y estructura actual de poder. Nunca en ningún grupo político había estallado una guerra civil interna tan intensa: con sospechas, amenazas y acusaciones públicas entre sus líderes sin parangón en la historia de la democracia. Ni siquiera había sucedido eso en las batallas contra un partido rival.

Así que los protagonistas principales de esta conflagración quedan tocados y heridos. Y seguramente uno/una, hundido/a para siempre. Políticamente, uno de los dos morirá. O Ayuso o Casado. Tras los calificativos más gruesos lanzados por ella, y las sospechas más graves de corrupción insinuadas por el segundo del presidente, no pueden convivir muchos días bajo las mismas siglas.

De entrada, las imputaciones lanzadas por la presidenta madrileña al jefe del PP, de crueldad, injusticia, intento de destrucción personal, fabricación de presuntas pruebas, persecución y filtraciones contra su honorabilidad maniatan a Pablo Casado. El día que salga al Congreso a imputar sus habituales ataques de ser anticonstitucional, ilegal, proterrorista o sectario con los fondos europeos, a Pedro Sánchez la defensa le saldrá gratis. Le bastará con leer fríamente los adjetivos empleados por Ayuso. Y recordarle que él fue quien la designó; él le dio confianza durante 17 años, como subrayó García Egea; él la aupó: ella es su PP, tras desentenderse de la Gürtel, la Kitchen y de todas las demás corrupciones.

Casado tiene una defensa posible. Que sus sospechas sobre las irregularidades de Ayuso o su entorno tuviesen fundamento. Y que la fiscalía la acuse. De lo contrario, encara un pésimo escenario. El PP se desangra por mérito propio. Y ni siquiera puede acusar de su desastre al sanchismo. Ni al Gobierno social-comunista.