Leópolis (Lviv), una de las cinco ciudades más pobladas de Ucrania, con más de un millón de habitantes, se ha convertido en otro centro de recepción de refugiados para acoger a aquellos ucranianos que intentan huir a países vecinos como Polonia, que se encuentra a tan solo 70 kilómetros de esa localidad. Allí, una nevada muy intensa está cayendo este domingo y muchos refugiados siguen resguardándose en las estaciones de tren. Otros continúan su camino hacia Polonia. Ese es el caso de Stefany, una estudiante de Medicina ecuatoriana que reside en la capital ucraniana. «Gracias a Dios, yo salí una semana antes de Kiev. Lamentablemente una bomba cayó cerca de nuestro hogar. Habíamos dejado todas las cosas e el apartamento y no sabemos que va a pasar», relata la joven, que actualmente se encuentra en Lviv porque las aglomeraciones y el temporal le han impedido avanzar hacia Polonia. «Nosotros queremos salir hacia Polonia, pero la calle está llena de nieve», explica. «No tenemos alimento, el abastecimiento se está acabando. Nuestros padres no nos pueden ayudar con dinero porque la Western Union no funciona», continúa la estudiante haciendo referencia a la compañía de transferencias internacionales. «Necesitamos ayuda de nuestro país y de algún otro que se quiera liar con nosotros para ayudarnos. Nosotros no pedimos esto y lo único que podemos hacer en este caso es apoyarnos unos a otros», demanda Stefany en un instante de desesperanza. Stefany, junto a otros tantos estudiantes y procedentes de distintos puntos de Latinoamérica, lleva ya tres días de viaje con el único propósito de abandonar Ucrania. El camino está siendo largo y, en las últimas horas, especialmente complicado debido a las condiciones climatológicas. «No podemos salir hacia la frontera porque hay aglomeración», asegura Stefany. «Sobre todo, caminando. Quienes tienen suerte van en coche, pero la cola es muy larga. Así que, al final, ellos optan por bajarse y seguir a pie por la misma línea», cuenta a Castellano. «Todo está colapsado. Polonia no nos puede recibir. No porque no quieran, sino porque hay una gran cantidad de gente ahí», lamenta finalmente. Como Stefany, son muchas madres y familias ucranianas que llegan a Lviv desde las zonas bombardeadas en busca de refugio. En situaciones como esta, cualquier espacio es susceptible de convertirse en un centro de acogida improvisado. Así, por ejemplo, un colegio se ha convertido en guarida para más de 60 personas. Prima, por encima del caos y la incertidumbre, la solidaridad de los vecinos de la zona que se han quedado para ayudar y que siguen llevando ropa, alimentos y agua para que esos refugiados que se dirigen hacia la frontera se hallen en un lugar seguro.