El experimento de Milgram y la adicción a los likes
Raquel Mascaraque nos habla de un experimento que explica bien los comportamientos sociales en las redes y el efecto que estas tienen en nosotros

El origen del cerebro es importante para la humanidad / wenmei Zhou

Stanley Milgram fue un psicólogo de la Universidad de Yale que llevó a cabo una serie de experimentos cuya finalidad era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando estas órdenes pudieran ocasionar un conflicto con su sistema de valores y su conciencia. Es decir, entender hasta qué punto somos capaces de obedecer en contra de nuestros principios en una situación de presión.
El experimento de psicología social de Milgram parecía muy sencillo de primeras. Te pagaba 4 dólares por participar. Tú llegabas a una salita, y lo que tenías que hacer era realizar unas preguntas a una persona que estaba en otra sala, es decir, tú no podías ver a esta otra persona, te comunicabas con ellas a través de un micro y unos cascos. Entonces si la persona acertaba la pregunta, todo seguía en orden y pasabas a la siguiente pregunta, pero si esta persona no acertaba la pregunta tenías que apretar un botón que le suministraba una descarga eléctrica. Cada pregunta que iba fallando aumentaba el nivel de intensidad de la descarga.
Aquí podemos hacer un spoiler y decir que la persona que estaba en la otra sala recibiendo las descargas era un actor y nadie en realidad estaba sufriendo, pero eso las personas los sujetos a estudiar (aquellos que hacían las preguntas y daban las descargas), no lo sabían.
Pues bien, el documental es escalofriante porque la persona empieza a gritar en un momento dado que le está doliendo mucho, comienza a llorar y suplica que se parase el juego. Claro, aquí la gente mira al psicólogo bastante desconcertada, ¿no? Es como “oye paramos”, pero no, el psicólogo (en este caso es la autoridad) insistía en que el juego debía continuar. Cuando la persona dudaba, el psicólogo le quitaba importancia diciendo que era parte del experimento y que si algo pasaba la culpa no iba a recaer sobre ellos.
Incluso se estresa la situación al máximo cuando la persona que recibe las descargas deja de contestar, y el psicólogo le dice, “si no contesta, tienes que darle otra descarga.” Pues bien, más del 65% terminaron sometiendo al sujeto a una descarga de 450 voltios. De no ser porque nadie recibía realmente las descargas, el sujeto podría haber muerto. Es un porcentaje muy alto y una descarga muy grande.
El mismo experimento cincuenta años después
Este experimento se replicó 50 años después en formato de piloto de concurso de televisión y los resultados fueron similares, si no peores. En este caso se pagaba 40 dólares a las personas por participar y lo que se hizo fue decirles a los sujetos que iban a participar en el piloto de un programa de televisión. Era la misma mecánica. Había una persona encerrada en una cápsula a la que no podían ver pero si escuchar perfectamente, a esta se le hacían unas preguntas y si acertaba todo seguía en orden, pero si no acertaba, descarga.
En este caso pusieron un extra al experimento, público. El público tampoco sabía que eso era un experimento. Parecía todo muy ingenuo y natural. Se te ponen los pelos de punta con el documental. Porque escuchas a la persona gritar que por favor paren y claro, los sujetos miran a la presentadora de televisión (en este caso la autoridad), buscando compasión, y la autoridad dice, “tienes que continuar, es el juego”. Si ve que esta persona duda les libera de culpa “son las normas del juego, tienes que seguir”, y si ve que esta persona no quiere entra en juego el factor de la presión social, el público. Empiezan todos a tararear a la vez, “que lo haga, que lo haga, que lo haga”.
Pues de nuevo los resultados son igual de espeluznantes. Más del 65% llegó a los 450 voltios, mientras escuchaban a una persona gritar de dolor, o es más, dejar de hablar totalmente, que no sabes si está muerta o no.




