La fuerza de la solidaridad

Przemysl (Polonia)

Les saludo de nuevo desde la frontera entre Ucrania y Polonia. Les hablo exactamente desde uno de los campos donde los refugiados son atendidos por decenas de voluntarios que intentan cubrir las primeras necesidades de los que llegan. Es café, es comida, es ropa, son pañales para los bebes pero es, sobre todo, calor.

Es una mirada que reconforta en el peor momento de sus vidas. Han dejado sus casas, sus empleos, sus estudios, han dejado atrás a sus parejas o a sus hijos. Lo que hace poco más de una semana era para ellos una vida incuestionable es hoy un futuro totalmente incierto.

Y déjenme que me detenga hoy en el rostro que ofrece la sonrisa, en las manos que sirven la comida o las piernas que buscan sin descanso un medio de transporte para que los refugiados puedan llegar donde quieren. Son los voluntarios, es la fuerza de la solidaridad que explota en momentos dramáticos e inesperados como este. En Polonia, donde la ciudadanía se ha organizado y trabaja sin descanso, pero también de cualquier punto de Europa. Han llegado hasta aquí, ciudadanos de medio continente con el vehículo más grande que han encontrado para poder llevarse a los que no tienen quien les acoja.

No cesan de llegar camiones cargados de todo lo que pueda necesitar el que ha tenido que salir corriendo de su casa. Ojalá fuera siempre así, porque esta sí que es un arma potente contra los responsables de tanto dolor.

La SER, en Ucrania

• Àngels Barceló y Nacho Palomo, en el campamento de Lwowska (Przemysl).
• Aída Bao, en el paso fronterizo de Medyka.
• Nicolás Castellano, en Kiev.