Don Emilio

Asturias

Yo, uno de los mediocres, más bien malos, alumnos del gran profesor don Emilio Alarcos Llorach, no iré a ver la exposición sobre el centenario de mi maestro al edificio central de la Universidad de Oviedo, en mi tiempo, en el de él y el de Clarín y su hijo, la Facultad de Derecho. Me enviaron unas fotos tan cutres como alevosas, instaladas en el patio del claustro de mala manera, y no junto a la excelente biblioteca del edificio, qué menos para ese señor libro de libros, intelectual de intelectuales que me echan para atrás con todo “lo mucho que eran”, éramos, fuimos y seremos.

Éramos y seguimos siendo algunos, creo: Mari Cruz, Paco, José Antonio, Salvador, Guillermo… (digo los nombres de pila porque los apellidos pueden buscarlos sin problemas en los libros inmensos de la ciencia lingüística y literaria del siglo XX y XXI). Algunos más habrá, qué se yo, no recuerdo así a bote pronto, que me hicieron suspender las últimas oposiciones a Secundaria con mi disquisición de que los enunciados nunca tienen frases subordinadas.

Porque subordina quien no llega a entender nada de nada, inventa sintagmas quien quiere enredarnos la existencia y el pensamiento y se aprovecha de los grandes genios que en un instante de su vida tuvieron la deferencia de que les prestara atención. No diré nombres.

Yo, tampoco sería yo, don Emilio, sin un homenajearle junto a don Secundino. ¿Entiende? Claro que entiende, vuesa merced: por aclararnos Lo de Cundo.