Así era el campo de concentración de Aranda en la época franquista
En medio de abril y Podemos cuentan esta tarde con el periodista Carlos Hernández de Miguel para hablar de estos recintos de represión del franquismo, que tienen uno de sus ejemplos en la capital ribereña
Así era el campo de concentración de Aranda en la época franquista
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Aranda de Duero
La asociación ‘En medio de abril’ y Podemos cuentan esta tarde de martes en Aranda con el periodista y escritor Carlos Hernández de Miguel para hablar de los campos de concentración que habilitó el franquismo para la reclusión de presos republicanos. La Casa de Cultura acogerá esta conferencia a las siete y media de la tarde. Licenciado en Ciencias de la Información, el conferenciante ha trabajado durante unos años como cronista parlamentario para Antena 3. Fue después corresponsal de guerra en diferentes destinos y ámbitos, como Palestina, Afganistán, Kosovo e Irak, donde conoce a Couso y donde se entera de su asesinato por parte de las tropas norteamericanas, comprometiéndose a partir de entonces con su familia para reclamar y conseguir justicia, que nunca llegó, por este hecho.
En 2019, publió 'Los campos de concentración de Franco’, libro que allanó muchos velos, silencios, temores y encubrimientos, así como inexplicables desconocimientos por parte de la mayor parte de la población española del horror de aquellos lugares, más de trescientos, que proliferaron por España durante años. Uno de ellos fue el Campo de clasificación de prisioneros, en Aranda de Duero, que estaba situado junto a la estación de tren del Montecillo. Y lo hemos conocido con el propio conferenciante.
"Los campos de concentración eran campos de concentración, no es nada que yo me haya inventado. Fue una parte del sistema represivo por los que pasaron entre 700.000 y un millón de hombres, que simplemente eran demócratas. El cometido que tenían eran varios, el exterminio selectivo -aunque no masivo-, aleatorio -porque las condiciones de vida eran tan duras que muchos morían por hambre o falta de asistencia sanitaria-, o la clasificación para ver su pasado y decidir en función de eso", explica, especificando que el primer campo se abre "solo unas horas después de que empiece el golpe de estado", y que hasta 1947 no se cierran los últimos campos.
El campo de concentración de Aranda
Explica Hernández que "fue un campo muy importante" y "muy duro para los prisioneros". "Abrió sus puertas oficialmente en junio de 1937 y no cerró hasta dos años y varios meses después. Tenemos mucha documentación a diferenciación de otros, incluso con un plano donde se detalla todo el complejo que crearon alrededor de la estación de El Montecillo. Sabemos que tenía capacidad para 2.000 prisioneros pero que se decidió ampliarse hasta los 4.000. Sabemos también que hubo momentos en los que el ejército franquista lo destinó a menores de 15 a 17 años, de los que tenemos fotografías incluso. El sentido de que fueran destinados aquí era que Franco, si bien inicialmente el sistema de campos fue un poco caótico porque pensaban que el golpe de Estado triunfaría y no habría guerra, a partir de 1937 sí consiguió y se preocupó de centralizar y organizar esos campos, sobre todo que esos objetivos se cumplieran; la investigación de los prisioneros, la explotación laboral... y agruparlos de forma concreta", asevera.
Expresa también Hernández que el ejército franquista destaca las ventajas de la ubicación del campo de concentración de Aranda "porque está cerca de un río -dicen incluso que el agua corriente es bastante insalubre- y lo suficientemente alejado del frente para que quienes lo integraban no pudieran escaparse y cruzar a la otra línea de combate, además del lugar en sí que era óptimo para el transporte y las comunicaciones". Y de esas imágenes que han quedado para la posterioridad y, sobre todo, de esa función concreta de concentrar a los jóvenes, explica que una de las imágenes más dura es "cuando los prisioneros eran obligados a comulgar y alguno era obligado a ser bautizado". "Ellos consideraban un éxito haberles vencido ideológicamente, porque eran progresistas y en muchos casos laicos. Y hay fotografías tremendas en las que se ven a chavales jóvenes y muy delgados comulgando en una actitud que se ve poco voluntaria", detalla este conferenciante, que cuenta con varios premios, como el Víctor de la Serna de Periodismo y el Ortega y Gasset, concedido por El País, y que este martes dará aún más detalles en esta interesante charla.