Una vida de gasolinera: No tan lleno, por favor

Guadalajara

Pasar por una gasolinera cada vez se parece más a visitar al dentista. Durante las horas que pasamos en la gasolinera del kilómetro 51 de la N-II comprobamos como la mayoría de los clientes echan pequeñas cantidades. Solo uno, que viene de viaje desde Barcelona, se atreve a llenar el depósito. Ochenta euros. “Si no fuera por los horarios, la familia habría viajado en tren”.

Javier es el dueño. Empezó con 10 años limpiando, con su primo, las lunas de los coches en una gasolinera. Se sacaban cien pesetas, el equivalente a 25 fichas que echaban en los coches de choque de la feria. En el 68 montó la suya propia. 50 años dan para muchos cambios en el negocio. Del monopolio a la liberalización. Del repostaje a mano a los surtidores automáticos. De la comisión a la comisión también. Cambios de ubicación por la construcción de la autovía, la instalación de una tienda, de un restaurante, quizás con el tiempo un parking seguro para camiones… Pero en todo este tiempo nunca había vivido una crisis como ésta. “Estamos en guerra. No en la trinchera pero sí en la retaguardia.

Junto con Nacho Rabadán, de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES) intentan explicarnos cuáles son los márgenes con los que trabajan, por qué el valor del Brent ya no marca los precios del combustible, quiénes marcan los precios que vemos en los monolitos y quién se lleva el mayor porcentaje de ese, cada vez más dinero, que pagamos.