Derrota ante Unionistas de un decepcionante Zamora CF, al que solo las matemáticas mantienen en la categoría (2-1)

Zamora

El Zamora CF ha dado un paso más, quizá definitivo, para descender de categoría. Y lo ha hecho con todo merecimiento. Un equipo que, desde hace semanas, se juega la vida en cada partido, y paseó como grupo sin alma por el Reina Sofía de Salamanca ante un cuadro charro que solo había logrado un punto (empate en casa ante el Valladolid Promesas) en los siete últimos partidos.

Primera parte para olvidar. Nada de nada. Ni de unos, ni de otros. La diferencia es que los locales ya no se juegan nada, demasiado lejos del puesto de play-off que ocuparon durante muchas jornadas, y demasiado lejos para temer que le alcancen los equipos de la zona peligrosa.

En la segunda mitad, a los nueve minutos, se adelantaba Unionistas en un claro fallo defensivo, dejando que un lateral se plantara solo en el área, y marca de tiro cruzado que toca el palo. Si alguien esperaba que el gol sirviera para despertar a los de Yago Iglesias y darse cuenta que se estaban dejando la categoría, se equivocó. Un Zamora resignado, sin mordiente, vio como los charros hacían el segundo en un remate que primero dio en el larguero y el rechace, a placer, se convertía en el 2-0.

Y al final, la escena que tantas veces se ha visto esta temporada: delanteros al campo, ya sin esperanzas de lograr más que lo que hizo Jorge Fernández en el 92: un gol que esta vez, al contrario que el domingo pasado ante el Talavera, ni sirve para puntuar. Ni para borrar la imagen lamentable de un equipo que no va a seguir (salvo milagro inesperado) en Primera División RFEF, y lo que es peor: que no va a seguir, por que no se lo merece.

Una jornada negra para el Zamora: ganó el Talavera, que se va a cinco puntos. Ganó el Valladolid Promesas, que se sitúa a uno del Zamora. Y ambos jugarán este miércoles el partido que tienen aplazado entre ellos. Y lo que es peor: el Bilbao Athletic se sitúa 10 puntos (más goalaverage). Demasiados cuando apenas quedan 24 en juego. Eso sí, matemáticamente, aún es posible. Habrá quien crea en el milagro. O quizá no, ya no.