Feijóo, un camaleón en Madrid
El nuevo líder del PP siempre ha sabido redirigir las respuestas a preguntas incómodas y qué faceta destacar de su ideario en función de la audiencia que le escucha. En la izquierda hace gala de su defensa y moderación en políticas sociales, en la derecha, de su liberalismo económico y de haber sabido contener a Ciudadanos y a Vox
Feijóo, un camaleón en Madrid
Hay pocas cosas que no se sepan de Alberto Núñez Feijóo. Que fue un niño de aldea, de Os Peares en Ourense, que acaba de cumplir 60 años, que estudió Derecho en Santiago o que desde los 30 años ha venido ocupando cargos de responsabilidad en la administración.
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El que queda designado hoy -ya oficialmente- como líder del Partido Popular no ha llegado aquí por casualidad ni ha comenzado su carrera antes de ayer. En su recorrido de tres décadas ha ido subiendo escalones y cosechando grandes victorias, pero también caídas y resbalones que han ido puliendo al personaje a lo largo de los años. Con cuatro mayorías absolutas a sus espaldas, es uno de los líderes nacionales más respetados: Galicia lleva 13 años votándole de forma incontestable, pero el político sólido y aparentemente moderado que vemos ahora, empezó siendo un gestor discreto.
Los años 90 los pasó en la segunda fila del gobierno gallego de Fraga, en cargos intermedios del Ministerio de Sanidad de Aznar, y en la presidencia de Correos. Los años pasaron, y en 2003, la oportunidad en Galicia se la da un naufragio en el Atlántico: el Prestige se hunde y tiñe la costa gallega de gris. El petróleo se lleva también por delante al que era conselleiro de Obras Públicas -Xosé Cuiña- tras demostrarse que su familia hizo negocio con la catástrofe, y en ese momento es cuando entra Feijóo a sustituirlo. De la mano de Fraga -y con padrinos importantes dentro del partido a nivel nacional- rápidamente se convierte en vicepresidente, y en 2005, cuando Fraga pierde la mayoría, Feijóo pasa a líder de la oposición en Galicia.
13 años al frente de la Xunta
Es en ese momento cuando empieza a vislumbrarse un descaro hasta el momento desconocido: tras unos años de oposición muy agresiva, llega la campaña del 2009. El equipo de Feijóo pone su maquinaria en marcha e idea una estrategia basada en la descalificación del entonces presidente socialista Emilio Pérez Touriño, al que llamaban sultán, y acusaban de ser adicto a derrochar y de disfrutar de lujos inexistentes. También hacen circular la falsedad de que el vicepresidente Anxo Quintana maltrataba a su mujer. El PP da así la vuelta a las encuestas, y Feijóo se convierte en presidente de la Xunta por primera vez en 2009.
Con una crisis galopante entre las manos, sus dos primeras legislaturas son de austeridad y recortes, y ya en 2013, se produce uno de los momentos más bajos de su carrera: EL PAÍS publica unas imágenes en las que un Feijoo sin camiseta mira a cámara desde un yate en la ría de Vigo junto a Marcial Dorado, famoso contrabandista de tabaco en el momento en que se toman las fotos, que después sería condenado por narcotráfico. Feijóo siempre negó que conociese las actividades de Dorado -algo que sabía toda Galicia- pero que su electorado le perdonó tras el esfuerzo de su equipo por controlar el impacto que la filtración tuvo en los medios de comunicación.
A Feijóo siempre se le atribuyeron ambiciones políticas en Madrid, aunque en los últimos años de presidencia -que coincidieron con los años duros de la corrupción del PP en Madrid- el logo del PP se iba haciendo cada vez más pequeño y su nombre cada vez más grande: había actos en los que el asistente tenía claro a quien iba a escuchar, pero no a qué partido político pertenecía.
Ya en 2018 llega el momento de suceder a Rajoy, y tras varios días deshojando la margarita, el gallego sorprende a la opinión pública diciendo entre lágrimas -muchos dijeron que de cocodrilo- que no, que no irá a Madrid y que su objetivo es Galicia. Pero lo cierto es que al hasta ahora presidente de la Xunta siempre le ha gustado dar pasos sobre seguro, y si es por aclamación -y sin rivales- mejor que mejor.
Moderación en políticas sociales y liberalismo económico
De Feijóo destaca su capacidad para redirigir las respuestas a preguntas incómodas, o la presión que su equipo ejerció sobre los periodistas durante todos estos años para evitar que las informaciones molestas ocupasen titulares. Es una persona carismática que se gana a la gente pronto y que sabe qué faceta de sí mismo destacar en función de cuál es su audiencia: en la izquierda hace gala de su defensa y moderación en políticas sociales; en la derecha de su liberalismo económico y de haber sabido contener a Ciudadanos y a Vox.
Esa ambivalencia ha conducido a Feijoo a varias incoherencias, algunas muy recientes: puede decir un día que es feminista y al día siguiente cuestionar la violencia vicaria. En Galicia por ejemplo asegura que defiende los servicios públicos, pero el 80 por ciento de las plazas para mayores son de titularidad privada. Es una persona que ha cultivado la imagen de moderado, presume de sentido común (de sentidiño, como se dice en Galicia) pero cuando necesita posicionarse como radical, lo deja en manos de su equipo. Un ejemplo es lo que está haciendo con el pacto con la ultraderecha en Castilla y León: un día dice que Fernández Mañueco es libre para pactar con quien considere, y otro arremete contra los populismos. Así ha funcionado en Galicia durante los últimos 13 años, y desde luego le ha salido bien. Ahora va a trabajar en un escenario menos favorable y no le va a resultar tan fácil salirse por la tangente y contentar a todos sus barones con un discurso que en ocasiones está lleno de contradicciones.