La transfobia en los institutos: "Primero era el mariquita y luego fui el travesti"
Uno de cada cinco niños escolarizados sufre bullying en España. El 60% de los menores trans ha sufrido alguna agresión en el colegio. El testimonio de Sofía, una niña trans. Una historia al servicio de la esperanza
Madrid
“Hasta intenté quitarme de en medio”. Cerca del 50% de las personas LGTBI han sufrido agresiones en el colegio al menos una vez en su vida por su orientación sexual o identidad de género. En el caso de los menores trans, la cifra asciende hasta casi el 60%. Sofía -nombre ficticio- es una de estas niñas que denuncia haber sido víctima de acoso por parte de sus compañeros, por el mero hecho de ser quien ella quería ser. Al principio, ella no quería contarlo. Pero se armó de valor y lo contó; por ella, por su familia y por ayudar a otros niños y niñas que atraviesen una situación parecida. Un calvario que ha durado cuatro años. Que empezó cuando llegó al instituto, siendo el “mariquita” y derivó en el “travesti” cuando inició su proceso de reasignación. A priori, todos los centros cuentan con un protocolo de acompañamiento a niños y niñas trans, pero, ¿funciona?
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Sobre el acoso escolar se habla poco y este silencio es el problema para los niños y niñas que viven metidos en este agujero de insultos y amenazas. Sofía, que tiene 15 años, explica cómo ella se vestía con ropa de chica porque era lo que quería: “Mi madre me compraba ropa de chica porque yo se lo pedía”, entonces “me llamaban mariquita o travesti”. Como consecuencia de todo aquello, subraya: “Me llegué a ver al espejo y me veía masculina, a pesar de que yo tenía cara de chica” y sentencia: “El amor propio lo tengo por los suelos”. Con tan solo 15 años.
Uno de cada cinco niños escolarizados sufre bullying en España y únicamente el 15% de las víctimas se atreven a contarlo a familiares o profesores, según los datos de la Asociación NACE (Asociación No al Acoso Escolar). Su madre, Alicia, narra que ella fue consciente del horror que vivía su hija durante este último año. “Ella no me lo quería contar para no hacerme sufrir”, lamenta. Es necesario hablar de estos temas. Ellos lo necesitan. En la semana del Día Internacional de la Visibilidad Transgénero visibilizar la discriminación que sufre este colectivo cobra más importancia que nunca.
“El hecho de ir a ese instituto me daba ansiedad y no quería ir”, cuenta Sofía, quien estuvo dos meses sin acudir a clase en su anterior centro. “Mis compañeros le decían al resto que yo era un chico, para que no se juntaran conmigo y como el resto veía que se reían de mí, pues no querían estar a mi lado para que no se rieran de ellos”, asevera. Ahora, afortunadamente, está feliz en otro centro escolar, que escogió junto a su madre Alicia y la asociación Chrysallis, la Asociación de familias de Infancia y Juventud Trans.
Cuatro años de calvario
“Lo más duro fue hace cuatro años, cuando empecé en ese instituto, desde el minuto uno las miradas fueron muy raras, se notaba que me miraban mal. Luego empezaron los insultos, y ningún profesor lo vio, o quiso verlo”, sostiene. “Ellos siempre dicen que me han apoyado, pero es mentira. Las mediaciones eran con los acosadores y se concluyó que la que se lo buscaba era yo”, apunta. “La única vez que se lo puso un parte fue a un compañero que me llamó 'travelo”, añade.
Según confirmaron fuentes de la Consejería de Educación de las Islas Canarias, todos los centros cuentan con un protocolo de acompañamiento para los niños trans. Sofía, según matizan, contaba con este protocolo y se llevaron a cabo acciones de sensibilización y concienciación con el resto de compañeros. Su madre narra que en una de estas mediaciones, dos de los niños se fueron porque “no querían escuchar cosas de 'maricones”. Las citadas fuentes confirmaron que lo sucedido con Sofía no se ajustaba para ser considerado como una caso de “acoso escolar”, ni un conflicto por “identidad de género”.
Un “cúmulo de errores”
A este respecto, Eva Pascual, presidenta de Chrysallis Canarias, quien gestionó el caso de Sofía, alegaba que se llevaron a cabo “un cúmulo de acciones no acertadas, de errores por parte de los adultos, ya que la menor no ha sido la protagonista”. “En el momento en el que la perspectiva nos lleva a salvar al centro, a que no se resuelva priorizando a la persona afectada, perdemos las maneras”, lamenta. “Un cúmulo de errores que acabó en un traslado de centro donde esté feliz y escolarizada y sea una niña más”, señala la experta.
Eva mira al futuro con optimismo: “Hay muchos profesores que tienen claro que la identidad es algo que no se elige y que su labor es que los menores se sientan acompañados y felices en el centro". La experta habla de la importancia que cobra el centro para los menores trans cuando estos no encuentran apoyo en su casa: "Es el nexo perfecto entre la familia y el menor, cuando no encuentra apoyo familiar los profesores se convierten en superhéroes y así lo tienen que ver”. dice. “Cada vez hay más centros educativos que intentan que los menores trans estén bien, pero cuando se trata de primeros casos es más complicado”, matiza. “Tener un alumno trans es un regalo para enseñar diversidad, para entender que somos diferentes, que esas diferencias nos hacen mejores como personas y no verlo como un problema porque esa persona nace con una identidad como cualquier otra”, sentencia.
Transfobia dentro del feminismo
El pasado 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Sofía publicó en sus redes sociales una fotografía apoyando y sumándose a la lucha de las mujeres. Uno de sus compañeros le respondió: “Tú no cuentas”, por el mero hecho de ser una chica trans. “Siempre van a eso, o a llamarme chico, o a meterse con mi peso, hasta tal punto, que me quise quitar de en medio”, dice. “Incluso me llegaron a decir que me había puesto nombre de chica para poder entrar a los baños femeninos y hacerle daño a las demás niñas", cuenta.
Alicia, su madre, no duda en seguir luchando: “No quiero que más niños y niñas pasen lo que ha pasado mi hija, las instituciones tienen que hacer algo, al final tiene que huir la víctima porque los centros no hacen nada y no es justo”.
Por su parte, Eva insiste: “A la sociedad le falta información y le sobran prejuicios, le falta empatía y le sobran privilegios, a veces estas situaciones incomodan y lo fácil es mirar hacia otro lado. Necesitamos más información y más formación y sobre todo no cuestionar. Aunque, estamos en el camino, algunos casos no salen todo lo bien que deberían, pero estamos en el camino”. Esperamos que así sea.
Mariola Sarrió
(Ontinyent, 1995). Redactora en la web de la...