Los yates se han hecho demasiado visibles
La línea Roja con Matías Vallés
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La línea roja Matías Vallés 06/04
Palma
Buenos días. Si te compras un yate es para lucirlo, aunque desde luego hablo de oídas.
Los astutos veraneantes españoles en Balears repiten el axioma de que lo importante no es tener un yate, sino tener un amigo con yate.
Porque un yate de cien millones supone un gasto anual de mantenimiento del diez por ciento.
O sea, diez millones.
A esos precios, los propietarios de estos megayates no son en sentido estricto navegantes, sino solo exhibicionistas.
En el caso de los oligarcas rusos, el megayate es la versión monstruosa del reloj de oro en la muñeca.
Esta voluntad de presumir de su riqueza se ha vuelto en su contra, según demuestra la incautación del ‘Tango’ de Viktor Verkevsky en Mallorca.
No puede ser casualidad que la primera iniciativa de embargo de un yate de oligarca llevada a cabo por Estados Unidos tenga lugar en Balears, pasarela de la contemplación de la riqueza a lo grande
Los optimistas concluirán que la salida a la luz de los propietarios de los megayates y de sus fechorías facilita la llegada de una nueva transparencia.
La vanidad náutica se convierte ahora en un motivo de vergüenza.
Los pesimistas pensamos que la persecución de los yates de oligarcas favorecerá el oscurantismo de los palacios flotantes.
De repente, los yates construidos para ser vistos se han hecho demasiado visibles.




