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Cuando estamos obligados ser felices

A veces, la obligación de ser felices porque así lo marca el calendario o las circunstancias, generan una molesta ansiedad

Cuando estamos obligados ser felices

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A esta hora, mientras muchos trabajamos, otros muchos - pero muchísimos - disfrutan de vacaciones o están a poco de tomarse unos días de descanso. Habrán hecho planes, seguro, con un único objetivo: pasarlo lo mejor posible, ser plenamente felices. Pero a veces, esta obligación de ser felices porque así lo marca el calendario o las circunstancias, generan una molesta ansiedad. De eso trata el siguiente trabajo, a mitad de camino entre el reportaje y la ficción.

He aquí una parte del mundo a la que quizás usted pertenezca. No tiene nada particular. Edificios, tiendas, oficinas, vehículos y algún parque que conecta remotamente a sus habitantes con la selva de la que salieron.

El Señor X

Este es el Señor X. Cada mañana sale del portal de su edificio y va caminando al trabajo ensimismado en alguna preocupación: la novación de la hipoteca, las notas de lengua de la chica, la última discusión con su pareja, el cambio de coche... Contrariedades, por otra parte, corrientes en una tierra en paz. El señor X cruza el parque sin prisa bajo un cielo despejado y hasta retiene el paso cuando escucha los silbos del mirlo aupado a la rama de un peral de callery en flor. Él cree que eso que le hincha el pecho al oír el canto de los pájaros es la felicidad. Y puede que sea así. Remontémonos al pensamiento aristotélico. Eduardo Ifante, filósofo y escritor. "Para Aristóteles, el ser humano lleva en su propia naturaleza un impulso que lo dirige hacia la felicidad, de igual manera que la semilla lleva dentro de sí ese impulso para la transformación en una planta. El sentido y el fin de nuestras vidas es alcanzar la felicidad. Pero surge el primer problema. ¿Qué es la felicidad? Aristóteles respondería a la gallega, diciendo primero lo que no es. No deberíamos identificarla con el descanso, ni con la diversión, ni con el placer, ni con el honor ni con la riqueza".

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El señor X, cautivado por el canto del mirlo, piensa que aun teniendo una vida modesta, es más feliz que el humano más rico del mundo, Jeff Bezos, dueño de Amazon. Por supuesto, está seguro al 100% que también es más feliz que el presidente de los Estados Unidos, que el presidente de Rusia, más feliz que el actor Will Smith y que la cantante Rosalía. No podemos decirles por qué el señor X llega a esta conclusión ni por qué deduce que el disfrute del canto de los pájaros, la risa de los niños y el rumor del agua están vedados a quienes acumulan poder, fama y dinero. Pero él lo cree y eso le ayuda a transigir con su vida.

Eduardo Infante. "La vida feliz para Aristóteles es la vida que se emplea en desarrollar virtudes como la justicia, la valentía, la sabiduría o la moderación mediante un continuo entrenamiento porque, como ya dijo Hesíodo, delante de la virtud, colocaron los dioses el sudor".

El señor X no está contento en el trabajo. Ni goza de la confianza de sus superiores, ni considera reconocidos sus méritos, aunque lo acepta como mal menor porque le permite pagar facturas y ahorrar algo con que comprar bolsas de macarrones, un sofá-cama, ropa, deportivas, cerveza, un teléfono, una fragancia, joyas económicas, microondas y costear viajes y clases de yoga. Todos los artículos adquiridos le llegan disfrazados convenientemente de libertad, de optimismo, de amor, de glamour, de poderío, de aventura, de ecologismo, sexo, salud, de alegría, de rebeldía, de admirable bondad y eterna juventud.

El señor x no es un necio. Sabe que no hay correspondencia directa entre el extracto de la tarjeta de crédito y la felicidad recibida. Pero le cuesta resistirse al empuje de las ilusiones propias o adquiridas que le hacen sentir durante algunos segundos que la puede tocar.

Eduardo Infante. "La felicidad se ha convertido en un negocio muy lucrativo. De lo que se trata ahora es de satisfacer del deseo que el propio sistema nos genera. Consumiendo, un verbo en gerundio y que, como todo gerundio, no tiene fin. Es el propio sistema productivo que nos genera malestar en el trabajo hasta el punto de enfermar de ansiedad o depresión, el que nos promete la solución de ese malestar si consumimos las mercancías que él produce".

Lunes Santo

Hoy es Lunes Santo. El señor X está de vacaciones. Como tantos. Tiene una semana libre por delante y sin quererlo, se ha impuesto la obligación de ser feliz. Entre sus planes está pasear por la playa, ir a museos, disfrutar del campo, probar la gastronomía local, descansar, ir al cine, estar con la familia, leer delante de la chimenea y quizás ir a alguna procesión.

El plan no es especialmente exigente, e irán a su ritmo, sin atosigar, un paisaje, ruinas, un restaurante, paseos, compras... Pero, ¿y si los planes no salen como el señor X tiene previsto? Peor aún; ¿y si todo sale como tiene previsto y no consigue ser feliz?

No teme los vaivenes meteorológicos, ni siquiera al precio del combustible. Los pensamientos del señor X se enturbian porque tiene miedo a no ser feliz cuando consiga reunir muchas de las variables que la sociedad del bienestar, a la que pertenece, considera fuente de felicidad: tiempo libre, viaje, naturaleza, ocio, familia, cultura, comida, dinero, salud, amigos.

El señor x no es alguien especial. Los desajustes emocionales asociados a fechas festivas y de asueto son frecuentes en individuos de su especie.

Influenciado por los métodos del Instituto de la Felicidad de Copenhague, lleva un tiempo tasando sonrisas, estreses, compañías y cambios de humor. Anotar el valor de la felicidad personal al final del día entre el 0 y el 10 es algo al alcalde de cualquiera. La señora X, siendo sincera consigo misma, admite que su media no alcanza cotas altas. Su vida tampoco es un calvario. Lo que le deja en las insípidas medianías del cinco y la desazonadora sospecha que los de al lado son más felices que él.

Hay una cuestión todavía más difícil de responder. ¿Considera el señor X que su vida tiene sentido? Un lunes santo no es el día adecuado para encontrar respuestas. Dejemos que avance la semana.... Quizá el Domigo de Resurección el señor X ya tenga videos y fotos suficientes para enviar por WhatsApp y colgar en redes sociales (para que todos sepan) y todos sabrán que es un hombre feliz.

Severino Donate

Severino Donate

Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.

 
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