Fabi, mujer trans y migrante: "En Madrid vi que esa España donde todos los derechos LGTBI parecen conquistados es un espejismo"
Fabi es una de las miles de personas migrantes que viven en Madrid. Sin embargo, durante años ha sido parte de la engrosada lista que no formaba parte del censo; hasta el pasado diciembre no obtuvo el estatus de refugiada. Mexicana, trans y activista, cuenta que tuvo que huir de su país por las presiones y amenazas de grupos criminales. “Nunca pensé que mi activismo removiese tantas conciencias. Pero, en junio de 2016, cuando estaba de vacaciones en España, las amenazas se hicieron realidad. Y ya me dio miedo volver”, ha explicado en Hoy por Hoy Madrid
Fabi, mujer trans y migrante: “En Madrid vi que esa España donde todos los derechos LGTBI parecen conquistados es un espejismo”
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Madrid
Hace veinte años, la vida de Fabi era la de cualquier estudiante de Periodismo y comunicación en México: salía de fiesta, estudiaba, veía sus amigos y familia y trabajaba ocasionalmente en radios comunitarias. En esa época se visibilizaba como hombre gay y, cuenta, los fines de semana se travestía para algunos “shows”. También en esos años comenzó su carrera en el activismo por los derechos de las personas LGTBI.
Pero su vida cambió radicalmente cuando se presentó al mundo como mujer trans. “Yo viví un proceso muy progresivo, prácticamente me visibilicé como mujer transexual a la vez en mi casa y en los medios de comunicación”, asegura. “Perdí todos los privilegios que podía tener al ser leído como hombre. En la escala social, bajé dos o tres peldaños”. Para empezar, perdió su trabajo: las radios comunitarias, gubernamentales y públicas para las que locutaba dejaron de llamarla. Por eso, Fabi terminó abandonando los estudios de grabación para dedicarse completamente al activismo, una labor peligrosa en México: tan solo entre 2019 y 2020 fueron asesinados 45 activistas, según un informe de la red nacional de organismos por los derechos humanos TDT.
Como turista “piensas que en Madrid no hay discriminación”
Fabi pasó casi diez años desarrollando esa actividad. Pero en 2016, mientras pasaba unas vacaciones en Madrid, las presiones de los grupos criminales que la acosaban se materializaron. “Y ya me dio miedo volver”, cuenta. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Madrid es una ciudad “mucho más amable” con los turistas que con sus habitantes. “Al estar aquí, me di cuenta de que esa España que yo veía cuando venía de vacaciones, esa España donde todos los derechos LGTBI están conquistados, es un espejismo”, apunta. “Hacia fuera, proyectan una imagen distinta: tienen una diputada transexual y también una candidata a Miss Universo… y piensas que no hay discriminación. Vienes a Chueca como turista y recibes un trato muy amable por parte de todo el comercio, de toda la mercadotecnia. Pero cuando te quedas aquí y empiezas a formar parte de las filas de migrantes todo cambia: esa realidad tan bonita se convierte en un infierno, en segregación y marginación”
Además, en los últimos seis años, Fabi ha observado muchas “deficiencias en cuestión de asilo y protección” en España. Ella ha tardado más de cinco años en obtener el estatus de refugiada: “Primero me fue denegada y, en mi rechazo, se dijo que era de Venezuela: fue un copia y pega de otra petición”, asegura la mexicana. “Además, el protocolo de ACNUR para personas LGTBI incluye dos entrevistas, pero a mí nunca se me hizo ninguna de esas, solo la inicial. Creo que las cosas han mejorado en los últimos años, pero esa mala praxis ha afectado a muchas personas”.
Trans y migrada, doble discriminación
Hasta conseguir ser reconocida como refugiada, cuenta Fabi, lo ha pasado “bastante mal”. Ahora tiene un trabajo regulado que le gusta, pero hasta finales del pasado año era una persona más por debajo del radar, parte de la economía sumergida. Además, ha tenido que enfrentarse tanto a los estigmas y prejuicios que someten a las personas migradas como a las trans. Cuenta que, al llegar a España, se unió a una asociación de personas trans que le acusó de robar la cartera a otra “por ser inmigrante”. “Me dijeron que todos veníamos a lo mismo, a robar”, añade. Fabi también explica que, para las personas transexuales migradas, ir al médico puede ser “muy hostil”: en ocasiones se encuentran con “un servicio deficiente”, ya que los sanitarios no conocen sus necesidades específicas, y otras el trato llega a ser agresivo. “Muchas veces, aunque saben que eres trans, te llaman con tu anterior nombre porque es el que aparece en tu documentación. Yo les pido que me llamen por mis apellidos o que cambien mi nombre en la tarjeta sanitaria, pero no siempre quieren. Todo depende del funcionario que tengas delante”, explica.
“Ellos te dicen que lo cambies, aunque saben que no puedes hasta que no obtienes la nacionalidad”, apunta. “Es un juego de poder, un tira y afloja. Y eso también es violencia”. Una violencia que, asegura Fabi, va “por rachas”: “Mi vida es una curva que va hacia arriba y luego baja. Siento que la pandemia y la crisis económica nos han asustado y hecho más violentos. Es todo muy complicado, hay más discursos de odio y algunas personas parecen más agresivas. Pero no podemos dejar de trabajar para combatir esos prejuicios. Tenemos que hacerlo por las que estamos y por las que vienen después”.
María G. de Montis
Redactora en el programa Hoy por Hoy Madrid.