Aplaudido por unos y despreciado por otros, Motomami se ha convertido en uno de los grandes discos del año y, posiblemente, también en una de las obras más importantes de lo que llevamos de siglo. Rosalía se ha vuelto a transformar y, además, lo ha hecho proclamando la buena nueva a los cuatro vientos. Después de sentar cátedra con su dominio del flamenco más ortodoxo, la artista catalana le dio una vuelta al género con El mal querer y, justo después, empezó a facturar hits de música urbana: Brillo, Con altura... Un camino en el que ahora ha profundizado, explorando el reguetón minimalista y desmontando prejuicios. Rosalía, además, acaba de anunciar las fechas de su gira mundial: el Motomami World Tour incluirá 46 conciertos —12 de ellos en España— en 15 países de Europa, Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Las primeras entradas saldrán a la venta el próximo viernes, 22 de abril. Pero el tercer disco de Rosalía ya ha trascendido la esfera musical, convirtiéndose en un acontecimiento social. El concepto motomami, de hecho, se utiliza ya como sinónimo de valiente o empoderada. Y su creadora, orgullosa hasta las últimas consecuencias, ha decidido asegurarse de que lo va a tener siempre presente, recurriendo —eso sí— a una vía bastante radical: tatuándose esas ocho letras. El lugar elegido por Rosalía para inmortalizar la palabra sobre su piel, sin embargo, resulta poco frecuente. La autora de Malamente o Chicken Teriyaki ya no solo va a distinguirse —en lo estético— por los brillantes que luce entre sus dientes o por esas características uñas de gel. Su última publicación en TikTok e Instagram muestra cómo ha quedado el tatuaje sobre ocho dedos de sus manos (todos a excepción de los pulgares). Pero lo más curioso es que, acompañando a la foto del resultado, Rosalía ha escrito —en catalán— «perdón mamá». Un mensaje que se entiende a la perfección al observar la segunda imagen de la publicación: una captura de pantalla de su móvil recibiendo, vía mensaje de WhatsApp, la respuesta de su madre, que es un emoji con los ojos hacia arriba. Una mezcla de disgusto y resignación que, al parecer, ha divertido a la artista.