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Quién fue Alfonso Clemente de Aróstegui y cómo llegó su biblioteca a Cuenca

Nacido en Villanueva de la Jara y tuvo una dilatada carrera en el ámbito de la administración borbónica en el siglo XVIII

Armas de la familia Clemente de Aróstegui en su casa de Cuenca. / Cadena ser

Cuenca

En el espacio El archivo de la historia que coordina Miguel Jiménez Monteserín y que emitimos los jueves cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca, conocemos hoy la trayectoria profesional de Alonso Clemente de Aróstegui, natural de Villanueva de la Jara, eclesiástico ilustrado que quedó ligado definitivamente a Cuenca tras la donación de su biblioteca al Seminario de la ciudad.

Quién fue Alfonso Clemente de Aróstegui y cómo llegó su biblioteca a Cuenca

Quién fue Alfonso Clemente de Aróstegui y cómo llegó su biblioteca a Cuenca

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MIGUEL JIMÉNEZ MONTESERÍN. Fue sin duda un relevante eclesiástico ilustrado nacido el 5 de marzo de 1698 en la localidad conquense de Villanueva de la Jara, integrante de una destacada familia de hidalgos hacendados de la que varios de sus vástagos ascenderían durante el siglo XVIII hasta elevados puestos en la administración del Estado y la Iglesia. Tuvo una dilatada carrera en el ámbito de la administración borbónica durante la segunda mitad del Setecientos y su memoria ha quedado definitivamente ligada en la ciudad de Cuenca a la notable biblioteca que logró reunir. Destinada en su testamento al Seminario de San Julián, este legado aportaría una sensible nota de refinamiento y universalidad a la librería de aquel centro.

Los Aróstegui del norte

Aróstegui es una aldea situada en el Valle navarro de Atez, no demasiado lejos de Pamplona. En la información que acredita la nobleza de su pariente el regidor de Cuenca José Clemente, se alude a la ascendencia documentada en la segunda mitad del siglo XIV (1360) de un Guillén Clemente, natural de Nerón en el valle de Vío, en el actual partido Judicial oscense de Boltaña, cerca de Ordesa y próximo a la frontera francesa en el cantón de Gavarnie. Seguramente ganaderos allí, parece que se aposentarían en La Jara a fines del siglo XV en el reinado de los Reyes Católicos.

Fue hijo de Pedro Clemente (*1653) y de Isabel Cañabate Moragón (1660-1719). En La Jara fueron sus familiares regidores, alféreces, miembros laicos del Santo Oficio. Colegiales de San Ildefonso de Alcalá desde varias generaciones atrás, los Valero, también fueron parientes se los Cañabates, asimismo hidalgos de solar conocido. En la capilla dedicada a Santo Tomás en el convento de San Francisco de la Jara se hallaba el enterramiento familiar.

Pedro Clemente, canónigo en Toledo

Fue hermano de Pedro Clemente, (1679-1760) canónigo tesorero de la catedral de Toledo, gobernador de la archidiócesis toledana como obispo de Larissa (1742) durante el pontificado del Infante don Luis de Borbón (1735-1754), obispo de Osma (1748-1760). Benito Clemente de Aróstegui, consejero de Hacienda, sobrino de ambos. José Clemente, también sobrino, casado con su prima Josefa de Herrera y Salonarde, hija de un tío materno, regidor de Cuenca, alguacil del Santo Oficio allí y acomodado ganadero. Hijo de éste, José Clemente, Capellán Mayor de la Catedral de Cuenca. Su casa familiar se alza aún, aunque transformada en vivienda de vecinos, en la calle de Alfonso VIII.

Clérigo de corona y grados

En 1711, con trece años, Alfonso fue ordenado clérigo de corona y grados en la iglesia de las bernardas “Vallecas” de Madrid por don Antonio Madueño, obispo auxiliar de Toledo en sede vacante entonces. Bachiller en cánones por Salamanca el 13 de abril de 1715. En febrero de 1716 se matriculó en la universidad de Alcalá donde alcanzó el grado de licenciado en cánones en octubre de 1724.  Un año después obtuvo una beca en el Colegio Mayor de San Ildefonso de esta universidad que corroboraría la investigación acerca de la limpieza de su sangre. Iniciado en la docencia como sustituto de diferentes profesores en la universidad alcalaína, luego de varias oposiciones a diversas cátedras de derecho civil y canónico, en esta rama del derecho obtuvo al fin la de Decreto el año 1732. En Alcalá publicaría en 1734 una obra jurídica que le valió fama en los medios académicos de allende nuestras fronteras, la Concordia pastoralis super Iure Diocesano inter episcopos et praelatos inferiores. El eminente canonista Próspero Lambertini, luego papa Benedicto XIV (1740-1758), haría amplio uso de ella, según propia manifestación elogiosa, en su obra De synodo diocesana y hasta en una epístola decretal que comienza con las palabras Tusculana Jurisdictionis.

Oidor de la audiencia de Aragón

En 1734 fue nombrado oidor de la Audiencia de Aragón con sede en Zaragoza y en 1739 alcalde del crimen, esto es, juez de apelaciones en materia penal, cargo que desempeñó en aquel tribunal hasta 1744. La fama intelectual y el indudable apoyo de la solidaridad colegial que sostendría el resto de su carrera le valdrían ser nombrado por Fernando VI en 1745 auditor representante de los reinos de Castilla y León en el tribunal de la Rota Romana, compuesta de doce jueces.

Aróstegui en Roma

Su amplia cultura hubo de hacerle pronto bien notorio en la Ciudad Eterna, en cuyo mundo intelectual debió pronto acomodarse, llegando a ser miembro de número de la de Academia de Bellas Artes de San Lucas. De sus iniciativas culturales dan prueba algunas disertaciones suyas impresas entonces, de entre las que destaca una, dedicada al ministro José de Carvajal y Lancaster, su valedor cortesano, exhortando a los españoles y en particular a los muchos eclesiásticos que por diversos motivos frecuentaban la corte pontificia al estudio y cultivo de su propia historia eclesiástica, aparecida impresa en 1747: Ildephonsi Clemente de Arostegui De historia ecclesiae hispaniensis excolenda exhortatio ad hispanos. Habita in palatio Catholicae Maiestatis Regis Hispaniae. Romae XII kalendis Septembris [21-08] MDCCXLVII. Coincide con la aparición del primer tomo de la España Sagrada del P. Flórez, cuya Clave historial había sido publicada cuatro años antes.

Siendo Roma un centro propulsor de las bellas artes al que acudían a formarse los jóvenes artistas de toda Europa, los pensionados españoles hallaron en don Alfonso un firme apoyo mientras allí estuvo, semejante al que prestaría después, en sus días de embajador, a cuantos acudieran a Nápoles con el mismo fin.

Casa de los Clemente de Aróstegui en el casco antiguo de Cuenca.

Casa de los Clemente de Aróstegui en el casco antiguo de Cuenca. / cADENA SER

Ministro interino de España y Nápoles ante la corte romana, en 1747 el conflictivo episodio de la inclusión en el Índice de libros prohibidos de las obras de agustino cardenal Noris, consideradas próximas al jansenismo por los jesuitas, llevaría a una situación enormemente tensa entre la corte madrileña y la pontificia. Como consecuencia de ella y su posterior complejo desarrollo la posición de Clemente se resentiría hasta perder el ascendiente diplomático que hasta allí venía exhibiendo. Pese al apoyo del ministro Carvajal y Lancaster, a fines de 1749 fue sustituido por un nuevo auditor enviado a remediar las torpezas del encargado de los negocios hispanos, el cardenal “protector” Joaquín Fernando Portocarrero, de quien Clemente, por otra parte, era solapado adversario.

En Roma se vio enfrentado de manera directa todos los martes con al fino canonista Próspero Lambertini, papa más tarde, en las arduas negociaciones que conducirían a la firma del concordato de 1753, que sustituiría al inoperante de 1737, para resolver los muchos conflictos derivados de la concesión pontificia de las dispensas matrimoniales entre parientes o la colación de beneficios eclesiásticos, causantes de continuos abusos económicos por parte de la Curia romana, a los que se pretendía hacer frente logrando para el monarca español el patronato universal de todas las iglesias de sus reinos.

Prelado doméstico del papa

A fines de octubre de 1748, Alfonso recibe por fin las órdenes mayores y el papa, alegando sus méritos y el cordial trato y conversación con él mantenidos durante su misión diplomática, le otorga como cordial presente de despedida una canonjía en Cuenca, a la que acumularía seguidamente la dignidad de Abad de Santiago, título del párroco de la catedral. La designación pontificia conllevaba la dispensa de residir en la iglesia de Cuenca sin perjuicio de percibir íntegros los emolumentos que a las dos prebendas correspondiesen.

Nombrado prelado doméstico del papa, cargo que nunca había ostentado un auditor rotal extranjero, volvió a España para incorporarse como supernumerario al Consejo de Castilla. La distinción pontificia implicaba vestir sotana violeta, roquete y birreta negra con borla roja, al estilo de los protonotarios apostólicos.

Academia de Bellas Artes de San Fernando

Al crearse la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1752 bajo la dirección del ministro José de Carvajal y Lancaster, donde se daba cita una elite culta e ilustrada, trabada con otras instituciones de parecido perfil como la Española o de la Lengua y la de la Historia, el 12 de abril, don Alfonso fue nombrado viceprotector de ella. En los Estatutos se decía que el elegido para tal cargo debía de ser persona de demostrada "nobleza y carácter respetable […] de experimentado talento, inclinación a las artes, y conocimiento de la Academia". Cesó en esta función un año más tarde el 27 de abril de 1753, ostentándolo luego otra vez desde 28 de agosto de 1771 hasta su muerte ocurrida tres años después.

Instalada provisionalmente la Academia en la Casa de Panadería de la Plaza Mayor madrileña, el 13 de junio de 1753 pronuncia la oración de apertura en nombre de Carvajal. En ella, además de elogiar al monarca benefactor Fernando VI, destaca la importancia del dibujo que allí va a ser cultivado y respaldado, como clave del resto de las ciencias y bellas artes, “para pública utilidad y bien de todo el reino”.

La Sala Clemente de Aróstegui en el Seminario de Cuenca.

La Sala Clemente de Aróstegui en el Seminario de Cuenca. / CADENA SER

Aquel mismo año de 1753 fue designado embajador de la corte madrileña ante el rey de Nápoles Carlos VII, más tarde Carlos III rey de España al suceder a su hermano Fernando VI, fallecido éste en 1759. Consejero numerario del consejo de Castilla desde 1756, tres años después obtuvo plaza en el de Estado, gracias sin duda a sus buenas relaciones con el nuevo monarca hispano. Debido a ello, hasta llegaría a hacerse ilusiones con ser nombrado ministro plenipotenciario en Roma. Permaneció sin embargo en Nápoles, perfectamente inserto en la diplomacia de aquella corte.

Su legado

Minucioso observador, tan sólo nos han llegado sus cartas, ricas en descripciones de su viaje e impresiones vivas de la ciudad, correspondientes a 1753. Las demás son mucho más formularias: itinerancia estacional de la corte, salud de los monarcas Fernando IV y María Carolina, banquetes y óperas, hallazgos arqueológicos de Herculano, gestión de obras de arte por encargo de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza con destino al convento de la Visitación de Madrid, inaugurado en 1758 y conocido como las Salesas Reales por ser fundación de ambos monarcas, cuyos cuerpos serían enterrados allí. Refiere además escaramuzas con los argelinos, el corso o mutua piratería entre naves, así como el movimiento de barcos mercantes pertenecientes a las diferentes potencias europeas en aquellos puertos napolitanos, Da cuenta también del desarrollo de las obras realizadas en el palacio real de Caserta. No elude detallar la grave crisis frumentaria padecida en 1764, acompañada de hambre, epidemia y malestares sociales, sólo a duras penas paliada con importaciones extraordinarias de cereales que hacen temblar el mercado, preludio de lo que tan sólo un año más tarde aquejaría a los reinos hispanos.

En 1763 su sobrino Benito publica su disertación a favor de la creencia de haber predicado en España la fe cristiana el apóstol Santiago. Empeño patriótico y meritorio, opuesto al rechazo de los autores extranjeros y aserto capaz de sustentar la política regalista de la corona. Pérez Bayer, otro clérigo ilustre e ilustrado de trayectoria cortesana, Dámaso y Lorenzo vindicados en 1756, en Roma. Sin embargo, uno y otro se alejan de la crítica histórica ilustrada propugnada por los ilustrados valencianos, el deán Manuel Martí o Gregorio Mayáns.

En 1771 se le premia con el regreso a España nombrándole Comisario de Cruzada, esto es, administrador de las rentas eclesiásticas transferidas a la hacienda regia por concesión pontificia. Ingresa en la Orden de Carlos III fundada aquél año para premiar y estimular a cuantos apoyasen las distintas medidas de reforma, social, política y económica introducidas por el monarca. Pronuncia en la Academia un discurso gratulatorio por el nacimiento en el mes de septiembre del infante Carlos Clemente, primer hijo de los príncipes de Asturias, Carlos y María Luisa, nacido en septiembre de 1771 y fallecido en 1774. Una mano anónima estima al margen del texto que su autor estaba ya viejo. Falleció en Madrid el 10 de febrero de 1774.

La biblioteca del Seminario de Cuenca

No sólo cedió en testamento sus libros al Colegio de San Julián, sufragó también que fuesen instalados de manera suntuosa en el salón existente a la mano derecha del zaguán de ingreso al edificio y dejó dineros para dos becas de seminaristas, el sueldo de dos bibliotecarios que se ocuparan de atender las consultas, más el de un criado que les ayudara en el servicio. Culto y selecto en las adquisiciones le muestran algunos de estos libros. El Quijote, editado en Londres en 1738 con un despliegue artístico y material verdaderamente suntuosos, el Demóstenes griego en hermosa edición realizada en Basilea en 1532, la bella Descripción del Escorial del monje jerónimo de aquella casa Andrés Jiménez publicada en 1764, repleta de ilustraciones del monumento, el primer tomo de los tres que componen la curiosa Descripción del África de Luis del Mármol y Carvajal, publicada en 1573, dan cuenta de lo plural de sus intereses. No desdeñaría tampoco leer al padre Juan de Ávila, cuya espiritualidad levantó serias sospechas de heterodoxia en el siglo XVI si bien serviría de fundamento en el Setecientos a quienes, desde posiciones innovadoras en diferentes planos, querían hallar un cauce menos formal y acartonado para su religiosidad.

Paco Auñón

Paco Auñón

Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...

 
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