Juzgan a un hombre por estafar más de 300.000 euros a un amigo incapacitado
La fiscalía reclama 12 años de cárcel al acusado por pedir once créditos e hipotecas a nombre de la víctima, cuando se suponía que estaba cuidando de él
Barcelona
“El juicio ha acabado, pero a nosotros nadie nos va a devolver el dinero”, lamenta David B., mientras baja las escaleras de la Audiencia de Barcelona junto a su mellizo, Alejandro. Ambos tienen 49 años y además de ser hermanos, el primero es el tutor del segundo, incapacitado legalmente por un retraso intelectual que padece desde los cinco años. Este martes ha quedado visto para sentencia el juicio por la estafa que les ahoga económicamente desde hace más de una década. La fiscalía pide 12 años de cárcel para Saúl E, un supuesto amigo de ambos, que mientras debía cuidar de Alejandro pidió once créditos e hipotecas a su nombre por valor de 322.000 euros. El dinero desapareció y cuando la policía empezó a investigar, también él se dio a la fuga.
“Me di cuenta de lo que estaba pasando el día que operaban a mi hermano de un tumor cerebral, en 2010”, relata David. “Le estaban cortando el pelo y mientras le afeitaban la cabeza, no paraba de sonarle el móvil”. Eran mensajes en los que exigían a Alejandro el pago de las cuotas de una hipoteca. Cuando David examinó el móvil de su hermano descubrió otros mensajes similares en los que le reclamaban grandes cantidades por otros préstamos. Como su hermano no entendía qué estaba sucediendo, David empezó una investigación por su cuenta.
“Fui a cada banco de cada localidad donde vi que le había concedido una hipoteca a pedir toda la documentación que tuvieran y preguntar quiénes habían intervenido en esas operaciones”, relata David, que recorrió Barcelona, Sabadell, Manresa o Solsona, presentándose como el tutor legal de su hermano. “En una de las sucursales de Caja Madrid, el director del banco me comentó que cuando le concedieron un préstamo de 12.000 euros, las personas que iban con mi hermano [entre ellos el acusado] se repartieron el dinero en el mismo mostrador”, ha declarado David ante el tribunal.
En la sala de vistas, el acusado, Saúl E., ha mirado al suelo, evitando cruzar su mirada con la de la víctima, cuando el juez ha pedido al afectado que le identificara. Este, con inocencia, ha sonreído y ha dicho que era su amigo. Saúl E. convivió con él durante media década para cuidarle y ayudarle mientras su hermano mellizo no estaba en casa. Hoy ha negado que, además, también le estafara. “Yo solo le acompañé a los bancos porque él me lo pidió”, ha respondido, asegurando que no sabía dónde estaba el dinero ni por qué, supuestamente, la víctima habría querido pedir un crédito. Entre 2005 y 2010, a su nombre, se concedieron más de una decena de préstamos. Los primeros de 30.000 o 15.000 euros; cantidades que aumentaron hasta los 80.000 o los 140.000 euros.
“Una persona con una discapacidad como la de la víctima es muy vulnerable a ser engañada y manipulada. Si alguien se gana su confianza, puede hacer con él lo que quiera”, ha concluido una perita pública. Entre la documentación que se adjuntó para solicitar los préstamos constaban nóminas falsas o presupuestos de obras desorbitados, que según la familia Alejandro no pudo confeccionar. “No tiene capacidad para entender cuestiones hipotecarias, ni siquiera razonamientos matemáticos o abstractos”, ha explicado sobre la víctima otro perito. Pese a los razonamientos de las expertas, el notario que dio fe del préstamo ha asegurado que, tras una conversación de 10 minutos, no detectó que Alejandro firmara una hipoteca sin comprender lo que suscribía o que lo hiciera en contra de su voluntad.
“No solo éramos amigos, éramos pareja”, ha declarado el acusado, sorprendiendo a la sala, en un intento de la defensa de considerar a víctima y acusado como pareja de hecho. Una relación que, en cualquier caso, se rompió poco antes de que los investigadores dictaron orden de busca y captura contra él. Según ha explicado Saúl E. al tribunal, no había huido: le había salido un trabajo en Mallorca y había decidido cambiar de móvil y romper lazos con su entorno. Cuando le pillaron, otro tribunal había absuelto a sus cómplices de la estafa porque no encontraron el rastro del dinero. Tampoco lo hay ahora, así que la familia de Alejandro ha tenido que asumir las deudas para evitar que el banco embargara la casa familiar.