Lucy Sante: "Para las personas cisgénero es difícil entender qué es ser una persona trans"
La escritora de 67 años, que comenzó en 2021 su transición de género, publica 'Retrato underground' y reflexiona en 'A vivir' sobre su nueva vida, la nostalgia, la cultura marginal y la hostilidad de las grandes ciudades
Lucy Sante: "Para las personas cisgénero es difícil entender qué es ser trans"
Madrid
La vida de Lucy Sante (Bélgica, 1954) dio un vuelco el 15 de febrero de 2021 cuando se descargó la aplicación FaceApp y empezó a probar cómo sería su aspecto con rasgos de mujer. Luego aplicó el filtro a fotos antiguas, de cuando era más joven, y lo que en el fondo ya sabía desde hacía décadas acabó por confirmarse como una revelación: era una mujer transexual. La colección de ensayos Retrato Underground (Libros del K.O., 2022) es el primero de sus libros que firma como Lucy y no como Luc Sante. En su visita a nuestro país, charlamos con la escritora sobre identidad, música o lo superfluo de internet.
Usted ha contado que hacer la transición de género había sido una idea “extraña y eléctrica” que había vivido en algún lado del fondo de su cabeza durante la mayor parte de su vida (67 años), ¿piensa con mucha frecuencia cómo habría sido su vida si la hubiera vivido siempre como lo que es y no como lo que ha sido?
Sí, pienso en eso todo el tiempo y en cómo mi vida habría cambiado, todos eso caminos que se bifurcan… En realidad, puedes acabar loca pensando en lo que podría haber pasado si hubieras seguido cualquiera de esas bifurcaciones en la vida.
¿Cómo dio el paso? ¿Qué pasó?
No decidí romper la cáscara, sino que se rompió ella sola, simplemente pasó. Fue como un momento de conversión en el camino a Damasco, que me caí del caballo porque vi un relámpago.
Pero, ¿lo había pensado muchas veces o ni siquiera se paraba a pensarlo?
Llevaba años pensándolo, pero no parecía posible. Nunca quise dar el paso definitivo porque me daba miedo. Pero esta vez sucedió todo a la vez, se abrió el cielo.
Siempre lo supo, pero se dio cuenta, o decidió dar el paso en un momento muy concreto, gracias a una aplicación de teléfono móvil.
Sí, es curioso, quizá no sea lo ideal, pero sí. No era tanto ver mi imagen presente, sino el revisar las fotografías de cuando yo era joven, bueno, de toda mi vida y cambiarlas. En cierto modo, me di cuenta de que esto no era un fetiche ni una idea fugaz, era una idea que había estado ahí toda mi vida.
Usted era un gran escritor. Ahora es una gran escritora. ¿Tiene miedo de que cambie su manera de escribir?
Buena pregunta. No tengo ni idea. Lo primero que me dijo mi exnovia en cuanto le conté lo que pasaba fue: “bueno, ¿y ahora vas a empezar a escribir novelas?”, porque nunca lo he hecho. Realmente no lo sé, es un misterio. Tendremos que ver qué es lo que pasa. Sí que puedo decir que esto ha cambiado el cómo me relaciono con otras personas. Ahora me involucro mucho más con otras personas y esto afecta a mi escritura.
Sé que no sigue con su compañera pero, ¿cómo ha afectado a la gente que le rodea?
Bueno, he sufrido timidez paralizante toda mi vida y se debía a que yo tenía este enorme secreto y me daba miedo que otras personas lo vieran. Es un peso terrible que cargaba conmigo y había muchas cosas que me daba miedo hacer, que no tenía el valor para hacerlas. Ahora que ya no está ese peso, me siento muy liviana y puedo hacer todas esas cosas que antes me daban tanto miedo, por lo que puedo relacionarme con otras personas con mayor intimidad y de formas que antes no podía hacer.
Es muy interesante cómo este giro a su vida ha cortado una cualidad que parece intrínseca al ser humano: la timidez.
Sí, es algo que casi es increíble. No lo esperaba. Bueno, no me esperaba nada de lo que ha pasado.
Sus ensayos se caracterizan por esa capacidad que tiene de diseccionar el pasado. En una tarea casi de arqueología se sumerge en la historia de fotógrafos, de bandas, de música, de géneros musicales, de artistas… Ese trabajo arqueológico es el mismo que está haciendo ahora con usted misma, con su persona.
Es exactamente lo que estoy haciendo. En efecto, estoy escribiendo un libro, la historia de mi transición, y también es un poco la historia de mi represión, que es casi una historia laberíntica que me ha dado una nueva lente para poder analizar mi vida y ver los distintos detalles que ahora se ven de forma muy diferente.
La identidad –lo identitario– es protagonista de la vida cultural, intelectual, periodística y política en Estados Unidos en los últimos diez o quince años. Esas reflexiones y esos reclamos también están llegando al debate cultural en Europa, ¿cree que formar parte de una minoría claramente oprimida puede cambiar la forma de ver el mundo? ¿Puede afectar al plano intelectual?
Sin duda. Además, yo ya tengo experiencia siendo parte de la minoría porque soy inmigrante. Yo llegué como migrante a Estados Unidos en una época en la que no había muchísima inmigración entre los 60 y los 70. Así que siempre he destacado, siempre me he sentido en cierto modo diferente a los otros amigos y vecinos. Ser parte ahora de esta nueva minoría es increíble, pero al mismo tiempo no es algo tan diferente o nuevo para mí. No entiendo muy bien por qué, pero en algunas circunstancias me siento muy tímida, pero me siento sobre todo muy orgullosa. Acabo de pasar dos semanas en París y ha sido interesante porque el francés es mi lengua materna, así que las cosas en francés me afectan emocionalmente de forma muy diferente a cómo me afecta el inglés. Por ejemplo, a todo el mundo los siento como si fueran mis padres cuando hablan en francés, pero en inglés me resisto y marcho orgullosa.
Usted llegó a Estados Unidos procedente de Bélgica, de ahí su francés materno, ¿cómo era el Nueva York que usted recuerda de su juventud comparado con el Nueva York de ahora?
Yo he vivido tres o cuatro versiones de Nueva York en mi vida. Tenemos la Nueva York de principios de los 60, cuando yo llegué, que crecía muy emocionante como ciudad. Luego, cuando fui al instituto, en el 68, lo que vi fue el final de la era de los hippies, el inicio de lo que en Nueva York llamábamos los años de plomo, así como la era de Nixon. Luego, en los 70, para la ciudad fue devastador, pero, al mismo tiempo, la ciudad era mía. Era mía y de mis amigos, de los jóvenes. Podíamos hacer lo que quisiéramos. Era tan barato vivir ahí... Si tú querías, podías abrir una tienda, o un negocio, o tener un teatro porque todo era posible en ese momento. Y luego, poco a poco, el dinero llegó en los 80 y el neoliberalismo básicamente se lo comía todo. Ahora ya ni siquiera vivo ahí, hace unos 20 años la ciudad me echó porque ahora mismo es carísimo vivir ahí. Tenía esta idea de que mi piso iba a ser cada vez más grande con la edad, pero eso no pasó porque básicamente ahora es una ciudad que está pensada para otro tipo de personas y los que se parecen a mí nos hemos tenido que ir a las afueras.
¿Qué sitio queda para personas como usted, que crecieron, admiraron y disfrutaron al máximo esas grandes ciudades?
Mi conexión con Nueva York es la gente. Está llena de gente, la mayoría de mis amigos aún viven en Nueva York. Y bueno, la cultura oficial, la música, los museos, los teatros... Y luego, ya soy una persona mayor. No estoy tan al día de las modas más jóvenes, pero sé que están teniendo lugar. Hay zonas de Brooklyn donde están sucediendo cosas todavía, así que aún existe la posibilidad de encontrar algo interesante en Nueva York si sabes con quién tienes que hablar y cómo llegar a esos sitios. Yo no doy a Nueva York por muerta todavía, ni mucho menos. Solamente es mi Nueva York la que ha muerto.
Los ensayos que se recopilan en Retrato Underground son un buen resumen de todos los temas que le interesan o que le han interesado, pero hay un denominador común: la nostalgia del pasado y la búsqueda de lo poco conocido. ¿El viejo aforismo que dice que “cualquier tiempo pasado fue mejor” va creciendo con la edad?
Bueno, pasa, es inevitable. Me he reído y he criticado la nostalgia en mi primer libro –que fue el segundo que se tradujo aquí en España– Bajos Fondos porque es algo terrible. Obviamente, ahora que estoy a punto de cumplir 68 años, la nostalgia es algo inevitable, pero también soy consciente de que es una atracción falsa y lo que intento al escribir es saltarla y centrarme en qué es lo que pasó de la mejor manera posible para contar la verdad.
Usted vivió y disfrutó de la época más underground de Nueva York, ¿dónde está ahora lo underground?
Está en los márgenes. Hay un barrio que es underground durante un año y luego lo descubren y ya no es underground, así que me costaría decir exactamente cuál es ahora, además soy una persona ya muy mayor. El último barrio de Nueva York que ha sido procesada por el neoliberalismo ha sido el Bronx, por lo que imagino que aún deben estar pasando cosas en el Bronx y quizás en los márgenes de Queens, o en alguna parte de Brooklyn, pero es algo que cambia constantemente.
Le voy a hacer una pregunta muy fácil: que no nos hable de Lou Reed y de la Velvet Underground.
Brian Eno decía que se vendieron tan sólo unos 200 ejemplares de su primer álbum y se creó una banda. Yo soy una de las personas que compró el segundo álbum. En aquel momento tendría 14 o 15 años y cambió mi vida, sin duda. A todos los que escucharon The Velvet Underground les cambió la vida en ese momento. De hecho, cuando termine con mi libro sobre la transición, voy a escribir un libro sobre la Velvet Underground y la década de los 60 porque en realidad lo que quiero es hablar de la música y de esa década en Nueva York, en el que The Velvet Underground lo que hace es reunir un montón de aspectos distintos: las vanguardias, la música popular, las drogas, las minorías sexuales… Todo esto junto en The Velvet Underground, de una manera que ninguna otra persona fue capaz de hacer, ni Andy Warhol logró unificar todos estos aspectos.
Seguramente nos podríamos pasar el resto de la charla hablando sobre los orígenes del blues y del jazz… ¿Por dónde recomendaría empezar a alguien que no tiene demasiado conocimiento de sus estilos?
Dios, ¡vaya pregunta! Bueno, yo empezaría con lo que estoy escuchando hoy. Le diría a la gente. Escucha, Billy Holiday con Lester Young, empieza por ahí. O empieza con Charlie Patton. Pero esta no es una recomendación para todo el mundo porque es como meterte a la piscina por donde cubre, y es imposible. Yo podría meter 100 nombres en un sombrero y elegir uno. No sé... Empieza con Tampa Red.
Siempre defiende que lo que más le interesa es lo poco conocido. ¿Puede ser que por eso en este mundo de Internet en el que casi todos tenemos acceso a todo, sea más complicado sumergirte en lo desconocido?
No necesariamente, te sorprenderías de todo lo que queda por descubrir... Hay nombres que aparecen en internet, pero eso no va asociado necesariamente a un contexto. Es una cuestión de no recopilar nombres, sino más bien de ver cómo esos nombres se conectan con otros nombres, qué significan... Y, en cuanto a lo menos conocido, para mí significa buscar a esas personas que han tenido ideas que nunca se han desarrollado plenamente y que no las ha continuado otra persona. Son ideas que esperan ser descubiertas, que están en el pasado, porque el pasado está tan abierto como el futuro desde este punto de vista. Siempre puedes encontrar ideas que alguien ha tenido en los 50, los 30, en 1910… que podemos aprovechar hoy y que no se están aprovechando adecuadamente.
En 2016, en una entrevista para El Confidencial, dijo que, desgraciadamente, el regreso de la vida cultural a Nueva York solamente dependía de que ocurriera un desastre. Después llegaron dos: Trump y la pandemia, que azotó Manhattan como pocos lugares del mundo. ¿Cree que la pandemia ha cambiado especialmente las grandes ciudades?
Bueno, lo curioso es que el verano y el otoño de 2020 fueron increíbles. Mucha de la gente con dinero se fue de la ciudad, así que la ciudad antigua volvió durante unos pocos meses. Teníamos fiestas salvajes en los parques y la policía hacía la vista gorda. Había una explosión de creatividad. Las tiendas habían puesto tablones para evitar el saqueo y la gente pintaba encima. Era increíble, había un renacimiento... y luego se acabó. Pero, ese fue el efecto inmediato, a largo plazo, ya veremos.
Con respecto a las ciudades, dice que hablar de nostalgia implica que ha habido progreso, y también que esto del progreso es una de las grandes mentiras de los dos últimos siglos. ¿Cree que se han perdido para siempre ciertas ciudades para las clases medias y bajas?
No lo sabemos. Lo cierto es que no hay nada que sea para siempre. Todo va en ciclos, así que habrá cambios importantes, pero todavía no sabemos cómo serán. Pueden ser terribles. No sé si los veré, pero puede que se dé otro renacimiento. Quizá en 20 o 30 años, quién sabe.
Pero, ¿teme que con la cultura y, con el arte en general, pase como cuenta que pasaba con esas ciudades? Que nos olvidemos de su pasado, que continuemos en constante renovación: tirar edificios, construir otros nuevos, hacer barrios gentrificados y no preservar absolutamente nada de la esencia.
Bueno, este es un miedo que tengo todo el tiempo porque, si bien internet parece muy abierto, lo cierto es que está menos abierto que hace diez o veinte años. Y todo en internet parece que queda reducido. Puedes encontrar lo que quieras en internet, excepto el valor asociado. Tienes una lista de nombres y los reduces a imágenes como Marilyn Monroe, que es su imagen con la falda que levanta el viento, es todo lo que todo el mundo sabe de Marilyn Monroe. O cuando hay detrás una historia muy oscura y compleja, la cultura se puede ver reducida. Todos estos revolucionarios del pasado se han quedado convertidos en una camiseta, y esto es algo que a mí me da terror de cara al futuro, sobre todo cuando planteamos que la cultura cada vez está bajo un mayor control. Estamos hablando del control por parte de los medios y sobre todo de internet. Lo vemos en muchos países, en Rusia, en China, en otros... Se controla todo y es posible que este control haga que el significado de las cosas se pierda. Te quedas con el término, con la palabra, pero el significado se destruye y sólo te queda eso, la palabra.
Es paradójico pensar que, para muchas películas, y tantas que se hacen en grandes ciudades, y por supuesto Nueva York, hace falta gente que explique cómo era esa gran ciudad hace, por ejemplo, 50 o 60 años. Ahora seguramente haría falta alguien que explique a los nuevos directores cómo era Nueva York hace sólo 20 o 25 años, lo cual me recuerda que no me puedo resistir a preguntarle por esa ocasión en la que trabajó con Martin Scorsese para explicarle cómo era Nueva York para Gangs of New York.
Mi trabajo era explicar qué tipo de carteles tendrían en las paredes o qué comían, esos pequeños detalles, pero como la vida va tan rápido... Hace unos años un estudiante que estaba escribiendo una obra de teatro que iba a tener lugar en 1890. Era un hombre que llegaba de trabajar, subía al piso, caía en el sofá y encendía la radio. Y yo le decía: "pero no había radios en 1890". Constantemente hay que recordarle a la gente qué es lo que había y lo que no había en el pasado. Y además, existe esta idea de que el pasado era muy pobre porque no había tecnología como ahora, pero no es así. Había otras cosas igual de interesantes.
Como para tanta gente de su generación, esta época de final de los 60 y los 70 sobre la que hablábamos al principio, fue de enorme efervescencia en lo cultural, también en lo político, especialmente en Estados Unidos, con todos los movimientos contra la guerra de Vietnam... ¿Al borde de los 68 años, palabras como "revolución", "guerra" o "elecciones" tienen significados diferentes?
Sí, sí que lo tienen. En el sentido de que la revolución, de momento al menos, es un concepto vacío porque no va a pasar. El tipo de revolución con el que soñábamos no va a pasar. Y luego, en el estilo político, derecha, izquierda, todo esto ha cambiado. Han ido cambiando posturas de un lado a otro y todo cambia en muchos sentidos, pero también, al mismo tiempo, hay algunas cosas que están volviendo. Yo veo en los jóvenes de hoy algunos elementos de mi época de joven, tanto para bien como para mal. Cosas que me recuerdan a cuando yo era joven en los 70. Esta idea de lo políticamente correcto entonces también era muy potente y en muchos casos reducía a las personas casi a caricaturas. Creo que hay una serie de elementos que van siempre asociados con la juventud, que pasan con cada generación de jóvenes. También estamos en un momento en el que es difícil ver qué es lo que va a pasar. De hecho, a principios de los 70 no teníamos ni idea de qué es lo que iba a pasar, igual que ahora.
Supongo que todavía mucha gente le preguntará por qué decidió hacer la transición de género.
Lo hice porque es la verdad y es fundamental para mí. Cuando me di cuenta de que no era una cuestión de qué ropa me ponía o del aspecto físico que tenía, aunque obviamente todo esto está relacionado Me di cuenta de que esta era mi verdad, una verdad que hasta ahora me daba miedo, que me había dado miedo durante 50 o 60 años de mi vida... Tenía que hacerlo, era una obligación.
No le preguntaba por qué lo hizo, le preguntaba si hay gente que no lo entiende, aunque se lo explique.
Bueno es difícil para las personas cisgénero entender qué es ser una persona trans porque básicamente esa es la definición de ser cisgénero, ¿no? Nunca has querido eso. Has podido tener fantasías o te has podido disfrazar para una fiesta, pero no sabes realmente lo que significa que tu género no sea el que te asignaron al nacer. Entonces es algo muy difícil de explicar. Es casi como si mi perro intentara explicarme qué es ser un perro.
Fue un trabajo pedagógico también este proceso por lo que veo, ¿no?
Sí que lo es, y por eso precisamente he escrito una pieza para Vanity Fair. Y también estoy trabajando en este libro. Parte de la idea de este libro es no solamente animar a los jóvenes trans, sino también explicar a las personas cisgénero, de la mejor manera posible, qué es lo que esto significa.