Opinión

Sevilla, capital de la sombra

El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre la necesidad de erradicar el urbanismo duro de la ciudad para hacer de Sevilla una ciudad más cómoda para el peatón

Carlos Navarro Antolín, subdirector del Diario de Sevilla

Carlos Navarro Antolín, subdirector del Diario de Sevilla

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Sevilla

El tiempo ordinario que ya rige en la ciudad, pasados el ruido y la belleza de las fiestas, nos introduce de lleno en una de nuestras principales señas de identidad: el calor. Mucho se habla de la necesidad de que una gran capital como Sevilla tenga determinadas infraestructuras para su desarrollo macroeconómico, pero poco de que disfrutemos de mucha más sombra en nuestras calles. En su día nos vendieron machaconamente un lema político-institucional. ‘Sevilla, la ciudad de las personas’. Pues pensando en las personas, en los vecinos, en todos nosotros, Sevilla debería abandonar el urbanismo duro y hacer de las calles lugares mucho más habitables. La fórmula para reducir grados de temperatura está inventada: árboles, albero y fuentes de agua. Deberíamos ser un modelo de lucha contra el calor, deberíamos ser dignos legatarios de esas tramas urbanas que nos enseñaron los musulmanes, del culto al agua que se aprecia en sitios como el Patio de los Naranjos, del mimo a los jardines que nos dan la vida.

Toda obra pública en Sevilla debería llevar incluida una suerte de ‘cláusula sombra’.

Cualquier espacio urbano sometido a reforma urbanística tendría que llevar efectuado un estudio para la instalación de pérgolas, árboles de copa frondosa y puntos de agua que refresquen el ambiente.

No somos Moscú, no podemos soportar determinadas plazas de pavimentos duros y a la intemperie en una ciudad con riesgo de calor seis meses al año. La reforma del Paseo del Marqués de Contadero fue una mamarrachada que el actual alcalde se ve obligado a corregir. La Plaza de Armas ha mejorado mucho con el centro comercial. En la explanada que existe delante de Santa Justa queda bastante por hacer. Y en los barrios hay una ristra de grandes espacios que son directamente insufribles en verano.

Ojalá este año sea el de la sombra en la Avenida de la Constitución, pues resulta un calvario caminar a partir de media mañana desde el Prado a la Plaza Nueva.

No sé si veré la red completa de Metro, el tren que comunique el aeropuerto con la estación ferroviaria y la SE-40 terminada, pero me conformo con que Sevilla sea la capital de la sombra. Árboles, agua y pavimentos blandos que no retengan el calor. No es tan difícil. La apuesta por la sombra sí que es una política de verdadero progreso. Somos un pueblo de calle, cuidemos la calle.

 
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