¿Nos cambia el carácter cuando soportamos demasiado calor?
Según los estudios, a partir de 40 grados el cuerpo debe esforzarse mucho en combatir el calor. El cerebro no es ajeno a esta situación que puede llevarnos a estar irritables, al cansancio excesivo e, incluso, a sentir ansiedad
Sevilla
Aunque estamos en un breve respiro, las instituciones alertan sobre las olas de calor -desde mayo es la tercera-, porque la exposición a elevadas temperaturas supone una agresión a nuestro organismo y hay peligro de deshidratación. Pero el calor también tiene efectos psicológicos.
La luz solar es beneficiosa para el cerebro porque a más horas de luz más producción de la hormona serotonina -un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo-. Pero hay un límite de calor en el que nuestro cerebro deja de funcionar correctamente: cuando se superan los 40º. El principal motivo es que nuestro organismo, ante tales temperaturas, tiene que hacer un sobreesfuerzo para poder adaptarse al calor.
Por esto, nos hemos puesto en contacto con Benedicto Crespo, director de la unidad de Salud Mental del Virgen del Rocío, para conocer cómo nos afecta y poder detectar determinados síntomas y conductas “no usuales”. "Se nos nota desde todos los puntos de vista, ya que esto influye en cómo pensamos y sentimos, el calor afecta a la biología". Las ola de calor mantenido significa cambios de hábito y de ritmos de sueño, lo que lleva a cambios de humor y de irritabilidad".
Benedicto Crespo, director de la unidad de Salud Mental del Virgen del Rocío: cómo nos afecta el calor
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Hay que matizar la franja de edad, no es lo mismo en la mayores que en niños, aunque "una noche sin dormir ya produce malestar, no es patología, sino pérdida de confort". Mientras más noches, peor estaremos. Estos cambios en las personas mayores llegan al aislamiento, por lo que una ola de calor "es un condicionante importante", incluso, ha contado el doctor que "el rendimiento en un centro de trabajo, no es el mismo con una temperatura que con otra":
Estos son las principales secuelas del exceso del calor:
1. Falta de concentración
Las dificultades para concentrarse son típicas cuando hace calor, y es uno de los aspectos psicológicos ligados a las altas temperaturas que se notan de una manera más clara, sobre todo en contextos laborales. Algo tan simple como trabajar en una oficina sin un buen sistema de aire acondicionado o sin ventiladores, además de generar malestar en los trabajadores, puede hacer que la productividad caiga.
2. Irritabilidad
La propensión a reaccionar a los estímulos desde una actitud de irritabilidad es otro de los efectos psicológicos del calor. Este fenómeno es común también en todas las situaciones en las que hay algún tipo de estímulo que causa malestar físico de manera constante durante un periodo relativamente largo (varios minutos u horas seguidas).
3. Ansiedad
Este factor puede ser considerado una consecuencia de los dos anteriores, de manera que también se vincula a la exposición al calor. Específicamente se da mucho durante el verano, en el ámbito profesional, dado que la gestión del malestar producido por el calor se suma a la necesidad de llegar a los objetivos laborales.
4. Cansancio
Pasado un rato tras la exposición al calor, surge el cansancio. En estas situaciones, la tendencia a reaccionar de manera excesiva a estímulos y a sentirse en un estado de alerta debido a la sensación de vulnerabilidad se ven sustituidas por el agotamiento, que es consecuencia de haberle exigido mucho a nuestro cuerpo.
Este agotamiento, como siempre, no es solo físico: también es psicológico, y se expresa a través de hechos como la desmotivación, la pasividad, la tendencia a dejarlo todo para mañana (procrastinación), e incluso el pesimismo y la desesperanza con respecto a las responsabilidades a las que hay que atender.
5. Dificultades para recordar
Como consecuencia del mismo desgaste físico que produce el agotamiento, el exceso de calor durante períodos largos produce dificultades para recordar, es decir, fallos transitorios de la memoria.
Este fenómeno no se debe a lesiones cerebrales, sino a cambios en la química del cerebro, que se adapta a las exigencias del entorno en tiempo real y, cuando falta energía, prioriza otras funciones más importantes que la evocación de información.