250 años Osborne: cinco elementos, quinto sabor, quintaesencia
No quisiera que terminara este año del 250 Aniversario de Osborne, sin compartir con los lectores de A Copa llena este texto que dediqué a tal acontecimiento. Se publicó en el libro editado por la firma hace unos meses. Pero pienso que la gran gesta de conseguir que una empresa completamente familiar cumpla un cuarto de siglo de vida es tan sumamente importante, que merece que todos nos congratulemos y la conozcamos un poco más cerca
Jerez de la Frontera
Cinco Jotas; quinto sabor; quintaesencia; cincuenta por cinco: doscientos cincuenta; cinco elementos de la naturaleza… El cinco es un guarismo mágico en la vida de Osborne. Ya sé que no es por eso que el fino más conocido de la casa se llama Quinta, pero bien podría serlo. Pero sí sabemos que Carlos I, su brandy icónico, también fue V de Alemania… ¿Será casualidad?
Thomas Osborne Mann nada tenía que ver con Tales de Mileto pero muchos siglos después del famoso pensador griego, también fundó una “escuela filosófica” de corte aristotélico, la escuela de la quintaesencia. Los griegos presocráticos afirmaban que la tierra estaba formada por cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Aristóteles añadió que el cielo se constituía de un quinto elemento al que llamó éter (en griego antiguo, ‘quemar’). Este quinto elemento es la quintaesencia, expresión que hoy es considerada como sinónimo del no va más de la calidad. Estos cinco elementos los encontramos en Osborne, una gran empresa familiar que además de tener conexiones “presocráticas y aristotélicas” ha creado su propia lógica y ética. Una filosofía estrechamente vinculada a la calidad, responsabilidad y sostenibilidad.
Thomas Osborne Mann puso la primera piedra de este hoy gran grupo empresarial partiendo de los elementos Agua y Tierra. Desde su Devon natal (Tierra) cruzó el Canal de la Mancha (Agua) para llegar a Andalucía y negociar con vinos que enviaba desde Cádiz a Inglaterra. Surcando de nuevo las olas del Atlántico. Su hijo Tomás Osborne Bölh de Faber–con nombre propio ya escrito sin hache y con acento- siguió los pasos de su padre incrementando aún más la relación con el elemento Tierra a través de su gran afición a los toros bravos. Tomás financió la construcción de la nueva y espléndida plaza de toros de El Puerto de Santa María en 1880. (Curiosamente unos 70 años después, su nieto José Luis Osborne Vázquez, se convierte en ganadero de reses bravas… Más conexión con la Tierra, con la dehesa, imposible…).
Aquellos años en los que Tomás Osborne Bölh de Faber construía uno de los cosos más emblemáticos de todo el país para el animal más bravo de España, también fueron los mismos en los que estableció una estrecha relación con otro elemento de la naturaleza: el Fuego. Los años ochenta del siglo 19 fueron los del nacimiento del brandy en las bodegas de Jerez. Osborne empezó a destilar a través del Fuego y comenzó su poderosa relación con el espíritu del vino. Una apuesta segura por el Brandy.
Agua, Tierra, Fuego… La conexión con el toro siguió creciendo hasta el punto en que este bravo animal se convirtió en el emblema de la casa. En 1956 y por obra y gracias de un diseñador llamado Manolo Prieto, gaditano nacido en El Puerto de Santa María, en los paisajes de muchas carreteras de las Tierras del país empezaron a divisarse toros estratégicamente colocados. Fueron 200 toros de madera de cuatro metros de altura. Hace años que es el Toro de Osborne es una institución universal.
Más Tierra… Pocos años después, concretamente en 1975, la firma Osborne compró una conocida destilería en Badalona y a los toros, brandies y vinos suma otro animal muy telúrico. Nada menos que el mono. El símbolo del Anís del Mono no llegó a encontrar su sitio en las carreteras de España, como su “hermanastro” el toro, pero llevaba más de cien años contemplando a los españolitos desde las estanterías de los bares de todo el país. Y además los contemplaba con ojos de científico, con ojos de Charles Darwin. (Si observan el mono de la etiqueta del anís verán que tiene cara de hombre, de Darwin. Un guiño del diseñador de aquellos brillantes años de finales del XIX para el anís más cañí del país: el anís del Mono). Espíritu de matalahúga, anís estrellado y palo de regaliz. Espíritu de la Tierra.
Tierra, Fuego y Aire… Unos años más tarde, en 1982, Osborne se compromete aún más con la Tierra, con otro de los grandes símbolos de nuestro país: el cerdo ibérico. Dehesa, alcornoque, encina, sierra… ¿qué puede ser más terrenal? Adquirió la entonces ya centenaria marca Sánchez Romero Carvajal, un matadero localizado en Jabugo (Huelva) y con esta adquisición, el cuarto elemento, el Aire, tomó carta de naturaleza en la casa Osborne. El aire serrano era y es imprescindible en el proceso de secado natural de los jamones Cinco Jotas, quintaesencia de los jamones ibéricos. Fueros los Osborne los que crearon la marca Cinco Jotas, que acompañaba a las mejores piezas de Sánchez Romero Carvajal. Cinco, de nuevo el número cinco. Por referencia a lo más lujoso, de aquellos años ochenta del siglo XX esta vez: los hoteles de cinco estrellas. Cinco estrellas. ¿Cinco Jotas por la jota de Jabugo? ¿Cinco Jotas por la jota de jamón?
Tierra, Fuego, Aire y más Agua. Ahora dulce. No son las aguas saladas de los mares y océanos que surcaban los vinos desde Cádiz en los comienzos de la fundación de la empresa. Son aguas dulces. Son las aguas del granadino Rio Frio donde viven los esturiones de los cuales se extrae el primer caviar certificado ecológico de España: Caviar Riofrio. Desde el pasado mes de septiembre forma parte de la gran familia Osborne.
Los cuatro elementos, puntales de la filosofía presocrática, pasaron a ser cinco cuando Aristóteles añadió el éter, la quintaesencia. Osborne también encontró la quintaesencia, tanto en calidad como en sabor. Encontró el quinto sabor, el umami, síntesis organoléptica de la suculencia. Un sabor difícil de describir, cuya definición en ocasiones roza lo abstracto, que potencia y realza el resto de sabores y proporciona al conjunto un gusto envolvente y prolongado, único. La más pura constatación del umami es parte de la filosofía Osborne. ¿Qué tal un amontillado La Honda con jamón Cinco Jotas?
¡¡Mas umami, imposible!!!