El viaje de miles de kilómetros para encontrarte a ti mismo
Peregrinar a Tierra Santa supone un punto de inflexión. Un reseteo muy recomendable en medio de la maravillosa aventura de la vida
Jerusalén
Todo cristiano debería visitar Tierra Santa una vez en la vida. De la misma forma que los musulmanes están obligados a peregrinar a La Meca. Igual que los budistas tibetanos deben acudir a la ciudad prohibida de Lhasa, el centro más sagrado del Tíbet. O los hindúes la obligación de peregrinar al río Ganges para participar del Kumbh Mela, la mayor peregrinación del mundo que se celebra cada tres años y en la que miles de personas buscan absolver sus pecados sumergiéndose en las míticas aguas. Pero los cristianos no tenemos la obligación de peregrinar a Jerusalén, ciudad santa en la que por otra parte somos clara minoría en comparación con judíos y musulmanes, que acaparan la mayor parte del censo.
La invitación por parte de Halcón Peregrinaciones al primer viaje del año, gracias a la mediación de mi amiga y compañera, Paloma Cervilla, ha sido providencial. Una ocasión de profundizar en la fe heredada de mis mayores. No es la experiencia más espectacular, cómoda o placentera, pero sí una oportunidad única de vivir algo distinto e irrepetible.
"El viaje de tu vida" es el eslógan con el que la agencia del grupo Globalia llama la atención de peregrinos y curiosos. Noelia Ávila, su responsable, acaba de cubrir su viaje número 45 a Tierra Santa. Cuando recibió el encargo del jefe supremo, Pepe Hidalgo, de dirigir esta línea de negocio se le cayó el mundo encima. Eso fue antes de caerse del caballo. Ahora, lo que más le motiva es ver a personas que recobran el sentido de sus vidas tras una experiencia que marca un punto de inflexión. La cuenta de resultados, aunque no deja de ser una necesidad, pasa a un segundo plano.
En mi caso no buscaba una conversión radical ni nada parecido. Con mis idas y mis venidas, mis altos y mis bajos, no había dejado de frecuentar los Sacramentos tanto como para hablar siquiera de distanciamiento. Lo que no quiere decir que no envidiara los testimonios de personas conversas tras peregrinar a Medjugorje, a Lourdes, a la India, o tras hacer el Camino de Emaús.
Una gran parte de culpa del impacto que me ha supuesto el viaje la tienen las personas con las que he vivido esta experiencia. Empezando por Mercedes, mi mujer, con la que este año pasado he cumplido veinte años de matrimonio. Entre los 47 expedicionarios restantes, el hecho de contar con sacerdotes, dos religiosas y frailes daba al grupo un envoltorio espiritual muy interesante. La sucesión de impactos vividos pedía horas de interiorización y recogimiento imposibles de disponer en jornadas tan intensas. De ahí la imposibilidad de haber digerido todo casi dos semanas después.
Esta es la crónica de ocho días que me permiten ahora ver la vida con otra mirada.
Día 1: MADRID-TEL AVIV-NAZARET
Seguimos la huella de Jesús, conscientes de que este viaje marcará seguro un punto de inflexión en nuestras vidas. Para empezar, madrugón, algo que será una constante durante una semana. A las seis y cuarto estamos facturando en Barajas. Aprovechamos para asistir a misa en la propia capilla del aeropuerto oficiada por fray Luis Quintana, el franciscano que nos servirá de guía.
A las dos de la tarde llegamos a Tel Aviv, y llegada a Tel Aviv. Un sándwich vegetal en el aeródromo de la capital administrativa israelí y viaje en autobús hasta Haifa, la tercera gran ciudad del país y la más desarrollada industrialmente, donde hemos visitado el Monte Carmelo y el Santuario de Stella Maris con la cueva del profeta Elías. Justo al lado, mirador con una espléndida vista nocturna de la ciudad. Llama la atención la normal convivencia interreligiosa que se respira en las calles, con símbolos judíos, cristianos y musulmanes compartiendo espacio y exornando luminosos en plazas, calles y establecimientos públicos.
Uno de los primeros momentos de emoción del viaje es la llegada a Nazaret, donde estaremos hasta el martes alojados en el Hotel Golden Crown. Estupendas instalaciones, espléndida cena buffet, palabras de bienvenida y presentación de cada integrante de la expedición.
Día 2: LAGO Y SUS ENTORNOS-MONTE TABOR
Veníamos a Tierra Santa buscando la huella de Jesús, y poco a poco descubro que voy a encontrándome a mí mismo. Me ponía sobre la pista don Diego Isidoro, párroco en Mérida y ex misionero en Perú, en su inspiradora homilía en la misa que en Magdala hemos dedicado a nuestros familiares enfermos. Pero la constatación fue horas después en la renovación del Bautismo en el río Jordán, donde Jesús fue bautizado por Juan el Bautista. Casi medio siglo después de que mis padres y padrinos, todos ellos ya en el Cielo, me llevaran a San Pedro a recibir mi primer Sacramento, renovar mi fe ha sido inolvidable.
Por la mañana hemos recorrido los principales escenarios de la vida pública de Jesús. Como el Monte de las Bienaventuranzas, escenario del Sermón de la Montaña; Tabgha, lugar de la multiplicación de los panes y los peces; la capilla del Primado de Pedro; la visita a Cafarnaún, la ciudad de Jesús con la casa original de Pedro y la Sinagoga; la travesía en barco por el Mar de Galilea, y por la tarde la subida al Monte Tabor para visitar la Basílica de la Transfiguración contemplando la imponente puesta de sol sobre el Valle de Esdrelón en la Baja Galilea.
Día intenso, de fuertes emociones y que no es más que un apunte ante lo que nos queda por delante, como el viaje mañana a Jordania tras recorrer los principales lugares de Nazaret.
Día 3: CANÁ-NAZARET-PETRA
Intensa tercera jornada de peregrinación en Tierra Santa. Dedicamos la mañana a recorrer el pueblo donde Jesús vivió treinta años de su vida, Nazaret. Aunque el casco urbano apenas se parece nada al de hace 2.000 años, los distintos trabajos arqueológicos han permitido rescatar del pasado algunos lugares históricos.
Es el caso del Santuario de las Bodas, construido sobre el lugar exacto donde Jesús, la Virgen y los Apóstoles participaron en las bodas de Caná, y donde se produjo el primer milagro del Mesías con la conversión de seis tinajas de unos cien litros de agua en vino.
El lugar es ideal para renovar las promesas matrimoniales, que hemos celebrado durante una emotiva Eucaristía junto a otras cuatro parejas del grupo de peregrinos. Luego hemos brindado todos con una copa de vino de Caná.
A continuación nos hemos dirigido hasta la iglesia ortodoxa de la Fuente de María, la mezquita construida sobre la antigua sinagoga donde Cristo leyó; la casa de San José, con la impresionante escultura encargada en su día a la jerezana Elena Pilar Palomino, y finalmente la Casa de la Virgen, que se conserva tal cual debajo del imponente Santuario de la Anunciación, y donde hemos rezado el Ángelus.
Luego hemos almorzado en la hospedería de Casa Nova, de los franciscanos. Al irnos nos hemos cruzado con el obispo José Ignacio Munilla, que empezaba hoy unos ejercicios espirituales en Tierra Santa.
Luego nos quedaba un largo viaje en autobús hasta la ciudad de Petra, en Jordania, donde hemos llegado casi a las once de la noche no sin antes sortear toda la burocracia con las aduanas. Pese al retraso, excelente la bienvenida por parte del atento personal del hotel Petra Moon, donde además nos han dado de cenar copiosamente.
Día 4: PETRA-WADI RUM
Hoy va a ser un día interesante. Nos hemos desviado de los escenarios donde Jesús protagonizó su vida pública, pero nos adentramos en un territorio histórico donde tanto San Juan Bautista como Moisés dejaron su huella. Entre otros atractivos, visitaremos una de las 7 maravillas del mundo, la Ciudad Rosa cavada en la montaña. La ciudad antigua de Petra, con sus templos y monumentos esculpidos en sus rocas. Impresionante la llegada hasta la fachada de El Tesoro, así como descubrir las tumbas talladas en la ladera, los templos, el teatro, los monasterios...
Poco después, recorríamos las dos horas de carretera que separan Petra de Wani Rum, el principal desierto de Jordania, país con dos tercios de su superficie desértica. Un sitio único en el mundo donde se rodaron grandes superproducciones como Lawrence de Arabia y donde se asientan lujosas jaimas para turistas con alto poder adquisitivo.
No es desde luego nuestro caso, aunque en una de ellas hemos celebrado la Misa y después los beduines nos han organizado un zarb, que es la típica fiesta que celebran en el desierto con el cordero cocinado bajo tierra como principal protagonista. Luego no faltaron el te ni el baile típico de la región, al que todos nos sumamos.
Más tarde, en Jeep, recorrido por otros puntos atractivos del desierto, como una enorme duna a cuya cima hemos subido no sin esfuerzo, y otra zona donde nos han regalado una puesta de sol increíble.
Llegados al ecuador del viaje a Tierra Santa, la sensación es que lo mejor está por llegar.
Día 5: PETRA-MONTE NEBO-MADABA-JERUSALÉN
Nos despedimos de Jordania tras una última visita a la iglesia ortodoxa de Madaba. El templo contiene el famoso mapa de Tierra Santa con masaico del siglo VI. De allí hemos marchado hasta el histórico Monte Nebo, desde donde Moisés vio por primera vez la Tierra Prometida y en la que hemos participado en la misa.
Jericó ha sido la última parada antes de llegar a Jerusalén. Tierra tan sufrida como acogedora y rica en recursos naturales. La cantidad de agua de brota de sus entrañas la convierte en un vergel que disimula sus cicatrices tras décadas de guerras y enfrentamientos. Considerada la ciudad más antigua del mundo, desde la azotea de un complejo comercial donde hemos podido comprar recuerdos, puede contemplarse el desierto donde Jesús se retiró a orar y donde se ha erigido un santuario al que se accede desde un teleférico.
Cuando llegamos a Jerusalén se ha puesto ya el sol. Entre la Ciudad Santa y Belén, en territorio palestino, estaremos los tres últimos días de peregrinación visitando los santos lugares.
Tras la cena en el hotel St. George, hemos dado un paseo por el interior de la ciudad amurallada de la mano sabia de fray Luis Quintana, todo un lujo que hace este viaje mucho más especial por el conocimiento del terreno que pisa y por su facilidad y sensibilidad para transmitirlo. Accedemos al recinto amurallado a través de la puerta de Damasco y el momento más intenso ha sido poder rezar en el Muro de las Lamentaciones, lleno a esa ora de judíos ortodoxos que forman una de las comunidades más numerosas e influyentes de la ciudad.
Día 6: JERUSALÉN
Jerusalén y Belén iban a deparar los momentos más intensos de esta peregrinación a Tierra Santa. Debo decir que las expectativas, ya de por sí elevadas, se han quedado cortas al lado de la experiencia vivida.
Amanecer en la Ciudad Santa ha sido muy especial. Aquí hay algo. Más después de haber recorrido a pie el centro histórico la noche antes y haber experimentado las primeras sensaciones.
Esta mañana, las vistas de la antigua casa de Caifás, donde Jesús fue juzgado por los sumos sacerdotes, nos regalan una panorámica de buena parte de la ciudad amurallada, el huerto de los olivos o el cementerio judío. Debajo del actual Santuario del Gallicanto, donde Pedro negó tres veces al Maestro, se conserva el lugar en el que Cristo permaneció prisionero en la Madrugada del Viernes Santo. Estremece ver el agujero por el que fue descolgado a un lugar tan penoso. Un buen momento de reflexión para los creyentes.
También en el Santuario de la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, o la casa de Zacarías, en el mismo lugar donde nació Juan el Bautista.
Lo más conmovedor llegaría tras cruzar el muro hasta Palestina y visitar en Belén la Basílica de la Natividad. Después de acceder por la angosta puerta, bajar hasta el lugar exacto donde nació Jesús, todavía con la Navidad tan reciente, me ha removido en lo más profundo.
Allí en el centro Casa Nova de los padres franciscanos hemos vuelto a coincidir con el obispo Munilla.
De vuelto a Jerusalén, visita al Santo Sepulcro. Al ser a última hora, hemos podido permanecer en la iglesia el tiempo que hemos necesitado sin prisas ni empujones. Sin tiempo para digerir la experiencia en Belén, haber podido en el punto exacto del Gólgota, donde Jesús fue crucificado, ha sido inenarrable.
No puedo estar más agradecido a la vida por darme la oportunidad de conocer estos Santos Lugares y encontrarme con las huellas del Hijo de Dios y de su Madre.
Día 7: EIN KAREN-BELÉN-CAMPO DE LOS PASTORES
Sepulcro vacío. La base de nuestra fe se sustenta en la Resurrección de Cristo. Sin ella no hay Salvación. Por eso ha sido profundamente emocionante arrodillarme, tocar y besar el cálido mármol de la tumba de Cristo en el Santo Sepulcro de Jerusalén.
El viaje de nuestra vida va tocando a su final, aunque la última jornada del domingo nos deparará momentos tan deseados como la visita al Cenáculo, donde Jesús instituyó la Eucaristía.
Este sábado, la intensa jornada nos ha llevado a descender por el Monte de los Olivos desde la iglesia de Bethphage, donde el Señor subió en la burra para su Entrada Triunfal en la Ciudad Santa. La labor de la Comisaría de Tierra Santa, con los padres franciscanos al frente, es muy importante para recuperar la población cristiana en Jerusalén, que apenas llega al 3%. No tiene mucho sentido que la ciudad en la que murió Cristo los cristianos tengan un protagonismo tan residual. Por eso, los franciscanos ponen al servicio de familias árabes cristianas, viviendas con un renta mensual muy baja para mantener viva la llama. En ese mismo lugar, los sepulcros del siglo I nos hacen una idea de cómo pudo haber sido el de Cristo de no ser por el gesto de José de Arimatea al ceder el suyo personal como última morada en la tierra del Hijo de Dios antes de su Resurrección.
La visita al Convento del Padrenuestro, el Santuario Dominus Flevit, el espectacular convento ortodoxo dedicado a María Magdalena, la tumba de María y el Santuario de la Agonía de Jesucristo en Getsemani con el Huerto de los Olivos han ido hilvanando vivencias que me han marcado también en este penúltimo día en Tierra Santa.
Pero lo mejor tardaría aún en llegar. Por la tarde hemos vivido un emotivo Vía Crucis recorriendo el trazado de la Vía Dolorosa desde el lugar donde estuvo el Palacio de Pilatos hasta el Santo Sepulcro. Todo ello bajo la batuta de fray Luis Quintana como el guía extraordinario que es.
Al caer el sol, nuevo traslado a Belén, superando el muro escalofriante de cinco metros de altura que separa de Palestina. ïntima ceremonia de la hora santa en la Ruta de los Pastores en Belén, cantando villancicos dedicados al Niño Dios, y una estupenda cena en una típica tienda, Shepherds Tent Valley.
Pongo fin al día intentando poner en orden tantas emociones y dándole una vez más gracias a Dios por la oportunidad.
Día 8: JERUSALÉN-TEL AVIV-MADRID
Venía a Tierra Santa con tantas incógnitas como curiosidad e ilusión. Transcurrida algo más de una semana me marcho con el alma llena y con la firme intención de ir dando salida a los muchos propósitos.
Esta mañana hemos disfrutado del enésimo madrugón para visitar la explanada de las mezquitas, que ocupa la enorme extensión del recinto amurallado donde se asentó el Templo.
Más tarde hemos visitado, ahora ya de día, el muro del lamento y recorrido el barrio judío, el cardo máximo y asistido a Misa en El Cenáculo, donde he tenido el honor de hacer la primera lectura. Luego hemos estado en el lugar donde Cristo instituyó la Eucaristía y concluimos visitando la tumba del Rey David.
No sin una buena dosis de nostalgia, en unas horas tomaremos el vuelo desde Tel Aviv hasta Madrid. Agradecer a mi hermana Paloma Cervilla su mediación y a todos los peregrinos su amistad fraternal que quedará marcada en nuestras vidas.
Ha sido un placer compartir con todos vosotros esta experiencia que por supuesto recomiendo a todo el mundo, seáis creyentes o no, porque indudablemente hay un antes y un después.
ANTES Y DESPUÉS DE TIERRA SANTA
Anoche llegamos a casa a las 4.30 después de una paliza postrera en coche desde Madrid y de pelearnos con el sueño. Pero ha merecido la pena. Todo lo ha merecido en estos ocho días inolvidables.
Suele ocurrir que cuando uno va con las expectativas tan altas al final queda alguna sensación de decepción. No sólo no ha sido el caso, sino que Tierra Santa marcará un antes y un después. Esto no hubiera sido posible sólo con la excelente orgánica de Halcón Peregrinaciones y la profesionalidad de Noelia, María Belén, Jota y Alicia. El éxito ha sido reunir a medio centenar de peregrinos que ante todo son personas con mayúsculas y con buen fondo.
No nos gustaría dejarnos a ninguno, porque todos nos han aportado algo de esa huella que quedará grabada para siempre en nuestras vidas. Pero creo que es de justicia también referirnos a Pepe Borrell y a Mercé Escudé, grandes culpables con su grandeza humana, su ejemplo de vida, generosidad y discreción, de hacernos ver el viaje como la Providencia Divina que es.
La chispa, la gracia y la naturalidad de Sagra y sus cuñadas. El ingenio de fray Miguel. La sensibilidad, la espiritualidad y el saber estar de las hermanas. El ojo clínico y la disponibilidad de Marcos. La impagable aportación y el empuje de Luis Lacave desde su incorporación a la Ciudad Santa y los generosos paseos intempestivos por la Jerusalén de intramuros.
Un capítulo aparte para los sacerdotes. Dios nos ha puesto en el camino a once modelos, cada uno de su padre y de su madre, perfectos en sus imperfecciones pero que han sido claves para darle a esta experiencia el envoltorio espiritual necesario para habernos removido de esta forma. De cada uno de ellos, sin excepción, nos llevamos una lección de vida y de cada homilía (breves, concisas, concretas e inspiradoras todas ellas) una semilla para seguir abonando el camino.
Gracias a fray Luis Quintana, inasequible al desaliento, por su pasión y a la hora de transmitirnos sus muchos conocimientos de Tierra Santa. Nos quedamos con cada lugar Santo visitado. Con cada comida compartida y sus breves pero estupendas sobremesas. Hasta con los madrugones, sin los cuáles no habría sido posible exprimir esta semana.
En suma, peregrinar a Tierra Santa supone un punto de inflexión. Un reseteo muy recomendable en medio de la maravillosa aventura de la vida.